El Teatro Municipal se llenó, con localidades agotadas con anticipación. Gente de todas las edades que fueron a ver la vigencia de la formación. Y no se fueron con las manos vacías. Foto: Remigio Bouquet


El Teatro Municipal se llenó, con localidades agotadas con anticipación. Gente de todas las edades que fueron a ver la vigencia de la formación. Y no se fueron con las manos vacías. Foto: Remigio Bouquet
Ignacio Andrés Amarillo
La verdad es que Rata Blanca a lo largo de su historia ha tenido que soportar que “le tiren” de varios lados: para muchos rockeros fue demasiado metalera, para los metaleros “cabeza” fue poco metalera o “maricona”, y para los metaleros refinados era “grasa” (especialmente cuando se presentaron en lugares vinculados con la bailanta). Lo mismo ha tenido que soportar sobre su cuero Walter Giardino (el fundador de los dedos ágiles, único miembro original y conductor del barco) al que se lo acusa de ser el típico bandleader tiránico del metal, al estilo de Timo Tolkki o Tuomas Holopainen. O cuando atacaron a Adrián Barilari (el pequeñito frontman de los potentes agudos que supo convertirse en el otro ingrediente indispensable en la fórmula) por cantar “Mujer amante” en una tira de Pol-ka.
Lo cierto es que muchos han hablado, pero en buena medida por la envidia: Rata Blanca se sostuvo en el tiempo (todo un mérito) y sobrevivió a idas y vueltas, estabilizando una formación que reúna a Walter y Adrián. Y a lo largo de los años lograron convertirse en un clásico que trascendió a los ghettos de género, ser una de las grandes bandas del país que gira por Sudamérica, cerró un Cosquín Rock y metió varios hits en el inconsciente colectivo.
Sobre las tablas
Por eso, fue también ecléctica la audiencia que llenó el Teatro Municipal el sábado, con localidades agotadas con anticipación. Gente de todas las edades que fueron a ver la vigencia de la formación. Y no se fueron con las manos vacías: pudieron ver que los dos referentes están enteros y que la química sigue funcionando.
Porque Barilari mantiene esa voz inconfundible, con esos agudos que destaca alejando el micrófono (y sin perder volumen), y el carisma de siempre a la hora de hablar con el público o sacarle el celular a una espectadora para filmar al público desde arriba. Y subiendo su flequillo y sus remeras con brillos a las cajas del bajo o los monitores de piso: “cosas de petiso” diría algún gracioso.
Y allí estuvo también Giardino, saliendo al frente del escenario en cada solo, haciendo que parezca fácil todo lo que toca, convirtiendo cada tema (sea un furioso speed metal o una balada) una pieza guitarrística. Y riéndose, mostrándose compinche con sus compañeros, mostrando su alegría con un pasito a lo Johnny Tolengo con sus largas piernas enfundadas en jeans elastizados: un buen humor a prueba de maledicencias.
Pero estos veteranos de los escenarios no estuvieron solos. Para que esa maquinaria funcione y suene con semejante potencia, no podría haber faltado la contundencia de Fernando Scarcella en la batería, con sus cabellos pinchos, y el suculento bajo Rickebacker de Guillermo Sánchez, caminando el escenario sin pretender robar protagonismo a las figuras estelares. El toque de sinfonismo lo aportó Danilo Moschen en teclados, articulándose virtuosamente con el toque de Giardino.
Climas
Así repasaron temas de distintas épocas, en un crescendo que arrancó con “Diario de una sombra”y “71-06 (Endorfina)” (de “El reino olvidado”), incluyó pasajes instrumentales (“Líbranos del mal”), sumó la esencia rockera de clásicos como “Días duros”, “Volviendo a casa” y “Chico Callejero” (muy coreados), pasó por la sutileza de “Noche sin sueños” y el speed metal de “El beso de la bruja”y llegó al clímax con “Guerrero del arco iris”.
Pero los muchachos volverían, para el mortífero set final: con la intro de “Las voces del mar” abriendo para el persistente riff de “El reino olvidado”, que antecedió al trío de canciones infaltables: el himno “Abrazando al rock and roll” (“no seré uno más, rock and roll vos me diste libertad”) y los dos temas más emblemáticos de la banda, en los que Giardino mostró todo su potencial expresivo: el mid tempo sensual de “Mujer amante” y el paroxismo de “La leyenda del hada y el mago”.
La despedida tuvo sabor a breve, cuando Barilari confirmó su vuelta el 16 de julio. Así que para la leyenda del metal argentino y sus fans, será un “hasta pronto”, hasta el próximo viaje hacia algún reino olvidado.