Miguel Ángel Sordello, escritor y docente, concibió su primera novela, “Nos van a comer los piojos” como una historia ubicada en la zona costera que desarrolla el tema de los que están fuera del sistema. El interrogante: ¿Qué puede hacer una persona que nace en un contexto en el cual ya está excluida?.
Sordello, oriundo de Clucellas, escribe desde hace tiempo, pero “Nos van a comer los piojos” es su primera novela publicada. Tiene otras incursiones en el género, pero todavía son inéditas. Foto: Gentileza del autor
En su novela “Nos van a comer los piojos”, que publicó Alción Editora, el santafesino Miguel Ángel Sordello construye una trama en la cual confluyen tres variables: pobreza, exclusión y delincuencia. Las tres marcan la vida de los personajes, pero no de la misma manera. Cómo siempre debe hacer la literatura que se precie de tal, emergen aquí preguntas que trasladan al lector hacia lugares incómodos, que lo interpelan: ¿Qué lleva a los protagonistas a tomar sus decisiones? ¿Qué puede hacer una personaje cuya vida arranca en contexto de inclusión? Así, en un ambiente de carencias extremas, algunos personajes hacen frente a la incapacidad para accionar y otros actúan de forma indeseable.
El espacio en el cual transcurre “Nos van a comer los piojos” es el barrio de Alto Verde, un lugar que el escritor conoce. “Pero, por sus características, podría haberse ambientado en cualquier otro barrio de Santa Fe o incluso del país. Porque, justamente, es una historia de marginalidad, abandono y delincuencia. En este caso, dado que conozco esa zona de la ciudad, me pareció interesante plantear la historia ahí. En lugares como La Boca, la calle Demetrio Gómez, los pasajes, que antes tenían número y ahora tienen nombre. Y en ciertos lugares de la ciudad, porque los personajes se van moviendo desde Alto Verde hacia otros puntos”, explicó Sordello en una entrevista concedida a este medio.
Foto: Gentileza del autor
Los excluidos y sus decisiones
Es la historia de un muchacho, su familia y su grupo de amigos, quienes viven en un mundo opresivo y destructor que forma parte de una sociedad caníbal como la actual. “Habla de la marginalidad más absoluta, de seres excluidos por el sistema. No solo por el Estado sino por la sociedad, que ya los deja afuera desde el nacimiento. Estos personajes tienen que transitar esa vida. Pero, de todos modos, no son solo víctimas, sino que a la vez son victimarios. Porque algunos toman caminos que no son los deseables. La novela plantea esta disyuntiva: ¿Qué hacer cuando nacés en un mundo en el cual ya estás excluido? ¿Tratás de mejorar o te dejás arrastrar hacia el mundo de la delincuencia?
Al considerar este punto, Miguel Ángel se apuró en destacar que no quiso escribir una novela de crítica social. “Lo planteé con esa familia y ese grupo de personajes para que, justamente, la novela no caiga en esa categoría. No obstante, la mirada del lector hace que todo confluya hacia la sociedad actual y sus problemáticas, que son ineludibles”, explicó.
Foto: Gentileza del autor
Los personajes y su ambiente
Consultado respecto a cómo construye sus personajes, Sordello afirmó que siempre parte de una base que es real, pero después cada personaje se va diagramando en función de cómo evoluciona la historia. “En este caso, al ser personajes marginales, el narrador también está metido en ese mundo. Y, como me dijo el editor de la novela, una historia así, no podría tener otro lenguaje que el que tiene”. Si bien hay, por momentos, lenguaje poético o lírico, la mayoría de la novela está contada desde la perspectiva de los personajes. “El lector se identifica con ellos porque el narrador acompaña y, por momentos, utiliza un lenguaje coloquial que forma parte de la idiosincrasia de los personajes. Si bien hay un narrador omnisciente en tercera persona, se pone a la par de ellos y cuenta las cosas desde esa perspectiva”, manifestó. Precisamente, esa búsqueda estética que guió a Sordello en la escritura de “Nos van a comer los piojos”.
Otro rasgo sobresaliente de la novela es la descripción de un paisaje alejado de lo idílico, un Alto Verde con un río seco y sucio, donde hay un olor permanente en el aire, moscas, mosquitos y un calor insoportable. “La intención fue crear un microclima para acentuar todavía más la vida miserable de los protagonistas”, cerró.