En balnearios y en clubes, al aire libre o bajo techo, gratis o con ticket, la ola sub-30 viene copando la Costa Argentina con vigencia y carácter. Durante la primera quincena, se presentaron, entre otros, Usted Señálemelo, Luca Bocci y Melanie Williams.
Usted Señálemelo sigue celebrando “Tripolar”, placa que los reunió luego de un parate. Una obra a la altura de un grupo que parece no tener techo. Foto: Gentileza Juan Dure Faccini
Enero en Mar del Plata es sinónimo inmediato de sol-arena-y-mar y teatro de revistas. En las playas, por doquier, familias, parejas, amistades, solitarios, perritos cargan pilas si el dios sol acompaña. Se ponen lindos los balnearios, y es costumbre que alguna banda o solista sacuda la modorra del año laboral en la Costa Argentina.
El de Babasónicos fue el primer gran show del flamante 2024 en la ciudad fundada por Patricio Peralta Ramos, tatarabuelo de Federico. Un día después, en el parador de Coca Cola en Playa del Sol sería el turno de Usted Señálemelo -teloneros de la banda de Lanús hace unos años-, si no fuera por un pronóstico fulero que obligó a retrasarlo un día, es decir, al domingo. Ese sábado 13, sin embargo, hubo acción en Club Tri, con Luca Bocci y Melanie Williams.
Melanie habla poco, lo suficiente. Todo lo que diga será un canto bajito, un conjuro shoegaze, una afinación de su corazón forjado en Bernal. Foto: Gentileza Zorritosprod
Iluminada oscuridad
A Tri se ingresa por un jardín símil garage de complejo de fútbol 5. Si esto fuera un juego de los ‘90, la primera pantalla sería una sala con mesas tipo cafetería para resolver la cena. Enfrente se pide y retira comida: falafel y tofu sobresalen en una carta que considera al vegetariano.
Siguiendo el degradé de la luz, yendo a lo más oscuro, se ingresa a la segunda pantalla. El escenario exhibe tres monitores de pc viejos, según comprueba uno que se acerca a chequear el asunto. Homenajeando el hormigueo playero, la pibada arma burbujas alrededor de las mesas. Una mesa larga arrincona la pared. “Me quedo contigo”, de Julián González Díaz y otras películas en cartel eterno. También hay mesas en el centro de la sala y una pegada a la barra. Viajan tragos de todos los colores bajo un cartel lumínico: Flash.
Un Daytona
Otis Redding es la última vuelta del jukebox preseleccionado. Al toque, tracción a sangre: Melanie Williams. La batería ejecutada por Luki (Lucas Galiñanes) abre, con un preludio instrumental, la tormenta sonora del power trío. Letra y voz, articulación del canto, se corporizan en la segunda estación, “RS1 (Robot sentimental)”. Continúa “XXX”, con su cita a Mary Oliver, y el hit convulso y adictivo que vinimos a buscar: “Solomias”.
Melanie habla poco, lo suficiente. Alude al himno pop marplatense de Juan y Juan (“Qué lindo que es estar en Mar del Plata, loco”) y predispone: “Vamos a experimentar”. Igual, todo lo que diga será un canto bajito, un conjuro shoegaze, una afinación de su corazón forjado en Bernal.
Poco más de 45 minutos dura la expedición de Williams, Luki y Choki (Franco Giaquinta, bajista). Melanie, con su voz, rompe suavemente el Mar Rojo de olas rítmicas -incluyendo su guitarra- para dosificar la corazonada, el poema que se va hilvana, como haikus, entre algunas líneas de las canciones. Vengo de la calle Chacabuco. Cuánto tiempo más voy a soportar. Sabés lo que quiero. Te equivocaste, es para aprender.
“Vamos a hacer una cosa loca”, avisa de sopetón Luki antes de invitarnos a subir a un Daytona al mejor estilo Lionel Campoy-Natalia Dim en Nivel X. Escondida entre el público, Marina Fages observa la situación. “Ahora mismo inventamos cosas”, dice Choki. Será la previa de “Iluminada oscuridad”, la cara nueva del repertorio, puntapié para que Williams reivindique al tridente que se lo aprendió en apenas dos ensayos. Y puente hacia la conclusión: el cierre temporal-conceptual llevado a escena. Bastarán cuatro palabras: Elijo salir de vos.
Bocci articula sus canciones al modo de un tapiz: cada trazo de un disco repercute y asiste a otro de una galaxia hermana. Fotos: Gentileza Zorritosprod
Un pibe que saltó
La huida, el escape, la necesidad de ir a otro lugar quedan flotando en las tablas. Tímido y convencido, de camisa y borcegos negros, pollera pantalón blanca, Luca Bocci sube como si fuera un plomo. Prueba, relojea al público, pide algo al sonidista. Las puertas de su imaginario se abren, de par en par: ejecuta “Buscando una salida”, primer capítulo de “Paraíso corazón” (2023). Al toque, empalma “Poder”. Quiere salir, hay que salir siempre.
¿Adónde sale Bocci? ¿De dónde? ¿Para qué? Un poco nos cuenta. Que necesita algo que le haga bien. Una flor. Una flor en el alma que se olvida de regar. La más hermosa.
La lista que ofrece el joven mendocino se articula como un tapiz, cada trazo de un disco repercute y asiste a otro de una galaxia hermana. “Un honor compartir con este ser tan musical”, dice. Para la audiencia tiene una doble resonancia: elogio para Melanie y autoenunciación.
Afuera la luna se va llenando de sentido; ilumina este ritual. La gente es un espejo de lo que sucede arriba. Pibes y pibas se van animando, corean cada vez más alto las historias de Bocci. Luca, enterado de los astros, pasea con soltura por su último álbum (“Princesa”, “Aproximación”, “Huracán”), pero se detiene en “Música de computadora”, una que le gusta mucho, confiesa.
De pronto ¡claaaang!, una cuerda menos. “¿Nadie tiene una guitarra extra?”, pregunta el cantante. Yo quiero hacer de la miseria un manifiesto, responde una de sus letras. Ahí nomás un helicóptero sintetizado se traga el instrumento. Luca no lo necesita -ahora- para rapear su paraíso corazón y convertir el Daytona en Ferrari (sin perder la simpleza). El pogo indie se evapora y renace como intimidad (casi silencio): “Cruzaría el mar” desemboca naturalmente en “40°”.
Cerca del final, Bocci activa dos talismanes, de esos que le dieron encarnadura al presagio de su inicio discográfico (“Ahora”, 2017). De algún lugar entre el gentío sale Cocó Orozco, guitarrista de Usted Señálemelo. Gigante y más rubio que de costumbre, entra sutil y se envenena en el solo final de “Bahía”, instancia previa a “Era de Piscis”, la última de verdad. La primera por la que supe de él.
Gracias, mar
El 221 frena. Avenida de los Trabajadores y Diagonal Vélez Sarsfield. Para llegar a la Playa del Sol, hay que hacer unos metros en dirección al mar. Bajan motos, bicis, humanos de a pie. Procesión de gorras, pilusos, gafas, conservadoras, camisas floreadas. Usted Señálemelo prueba sonido en el parador Coca Cola; alguien cerca de la valla saca una birome. Después del show, los ídolos dejarán en su piel la firma que un tatuador se encargará de eternizar. Le cae la ficha. “Te amo, Juan”, grita. Un pibe vende estampitas para seguir viajando, le compro dos de los Baba.
La tarde de domingo es rendidora en afrique solar, ardiendo en la piel, pero el viento no se queda atrás. Antes de que suban los Usted, una corriente de aire monta un paisaje sonoro perfecto, con aroma a montaña. Cocó entra bien arriba y al frente (“Salto al espacio”) y tendrá otra intervención cantora (“La verdad”) para dar paso al gurú vocal Juan Saieg. El recital sigue su curso celebrando “Tripolar” (“Cabo”, “Tras”, “Sol”), la obra que los reencontró luego de un parate. Una obra a la altura de la discografía de un grupo que parece no tener techo. “Mirá que es difícil sonar bien en la playa”, le dice uno a su amigo.
“¿Qué pasa con el pogo, guachos?”, preguntaba Saieg un jueves 16 de noviembre de 2017 durante la primera incursión del tridente cuyano en la ciudad de Santa Fe. En Mardel hay pogo, obvio. El más marcado es en la transición electrónica de dos piezas que articulan “II” (2017): “Mañana” y “Aguetas”. No se queda atrás “Siento”. Curiosidad, ya que estamos. En ella, Juan, Cocó y Lucca (Beguerie Petrich) citan “Qué vas a hacer tan sola hoy?”, de Viejas Locas. (Resulta que el buen archivo de Internet guarda un video en el que Luca Bocci la interpreta, como alguna vez en Santa Fe hizo con “Loco” de Calamaro). El inicio de “Láser 420” dispara un uhhh generalizado. La canción más babasónica galantea y coquetea con decenas de turistas y locales extasiados. “Volver y estar en el mar es muy especial. Gracias, mar. Gracias, sol”, dice Juan. “Gracias, Chile”, agrega abrazando al sonidista del trío ampliado.
Todo parece ideal. Razón suficiente para que ocurra el desperfecto técnico, la inyección de vitalidad. “Tu vestido agua marfil salió volando”, entona Juan, el micrófono trastabilla. La pibada improvisa un coro enchufado a la naturaleza. Los tres músicos se mezclan entre la gente. Se arma el big bang, la explosión. Un nuevo comienzo.
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