"Sube cada montaña, vadea cada arroyo, sigue cada arco iris, hasta que encuentres tu sueño".

Fue un fenómeno cultural que nació en Broadway y luego conquistó Hollywood. Se estrenó hace 60 años, pero todavía hoy inspira al público. ¿Por qué se la sigue viendo?

"Sube cada montaña, vadea cada arroyo, sigue cada arco iris, hasta que encuentres tu sueño".
En 1965 el mundo era una olla a presión: Vietnam, hippismo, rock and roll, rebeldía. En medio de ese fragor, se estrenó "La novicia rebelde", un musical fuera de foco, como salido de otro tiempo y puesto con "fórceps" en ese momento histórico.

La historia de María y los Von Trapp, con su universo luminoso, sus montañas austríacas de bellísimos paisajes y sus canciones edulcoradas (tanto, que casi empalagan) era una vuelta a la armonía y el orden en medio del cambio global.
"Se trataba de dibujar, durante más de tres horas, el universo idílico, rubio, melodioso, aristocrático y natural que se había vuelto imposible pero que gran parte del público añoraba", explicó el crítico Leonardo D’Espósito.
El film (no vale la pena reiterar el archiconocido argumento) propone una historia donde el amor y la disciplina se convierten en mecanismos de supervivencia frente a la amenaza de la guerra y el nazismo en ciernes.
Esa contradicción (mundo ordenado vs. caos) es lo que le otorga a la película cierto valor antropológico: permite observar cómo, incluso en épocas de cambio radical, la cultura crea sus propios refugios simbólicos y estéticos.

Julie Andrews, en el papel de María, llena la pantalla a la vez que encarna un ideal de energía y resiliencia. Christopher Plummer, en contraposición, es la autoridad más rígida en su composición del capitán Von Trapp.
La transformación progresiva de Plummer / Von Trapp ante la ternura y determinación de María articula uno de los arcos dramáticos más eficaces dentro del cine musical.

Si algo define a "La novicia rebelde", es la música. Más allá de su popularidad, las canciones cumplen la función de hilo narrativo, desde la icónica apertura hasta los momentos de tensión y huida. Es un mapa que guía al espectador.
"Puede que ahora parezca trillada esa jubilosa toma desde un helicóptero sobre las cumbres montañosas, que desciende al fin sobre Andrews corriendo, hasta que empieza a cantar 'Las colinas están vivas', pero solo se debe a que su eficacia para establecer un talante ha sido muy imitada" dijo Geoff Andrew.

Antes de su adaptación cinematográfica, la historia de María Von Trapp fue un fenómeno en Broadway. El musical, con libretos de Howard Lindsay y Russell Crouse y música de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II, se estrenó en 1959.
Generó interés en Hollywood. La 20th Century Fox adquirió los derechos por 1.250.000 dólares, asegurando participación económica para la familia Von Trapp y para el equipo creativo.

La edición remasterizada permite redescubrir los detalles: la arquitectura de las villas austríacas, la minuciosidad de los vestuarios y la riqueza de la banda original. El efecto final es más que una apelación a la nostalgia, es el reconocimiento de que hay relatos que, por su universalidad, tienen una fuerza estructural que los hace inmortales.
Como escribió James Powers, es un film que "restaura tu fe en el cine y si te sientas y te dejas llevar, también restaura tu fe en la humanidad".
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