Estrenada en 2013 como la Comedia Universitaria de ese año, “Ricardo, una farsa” obtuvo una serie de logros: resultó ganadora en la Fiesta Provincial de Teatro, fue seleccionada para representara a Santa Fe en la XXIX edición de la Fiesta Nacional de Teatro de Jujuy y recibió elogiosas críticas a nivel nacional. Pero la mayor de sus retribuciones tuvo que ver con el favor del público santafesino, que durante un lustro siempre respondió positivamente a la propuesta.
Por eso los integrantes del equipo decidieron realizar tres nuevas funciones este mes, que se extenderán durante tres domingos: 17, 24 y 31 de marzo, en todos los casos a partir de las 20, en la sala Lilián Bardonek de Latreinta Sesentayocho (San Martín 3068). Las mismas estarán protagonizadas por los actores Raúl Kreig, Ruben Von der Thüsen, Camilo Céspedes, Alicia Galli y Javier Bonatti.
Sergio Abbate, el director de la puesta y uno de los que se ocupó del trabajo de escritura a la par de Lautaro Ruatta y Verónica Bucci, repasó el intenso proceso de trabajo que, entre 2012 y 2013, determinó la creación de la obra, alterando en buena medida el aura de tragedia original de la obra de William Shakespeare para convertirlo en farsa.
La propia elección de la obra shakespereana fue, según evocó el propio Abbate, algo insólita y en absoluto meditada. “Cuando Jorge Ricci me convocó para dirigir la Comedia Universitaria, no tenía en mente nada en particular. Por eso fue bastante extraño, porque tampoco era una obra que yo tuviera en carpeta. Hace muchos años que dirijo, pero no suelo tener obras en las que piense o en las que proyecte a futuro. Ahora estoy más o menos en ese camino, pero en ese momento no. Sin embargo cuando me encontré con Jorge en un café céntrico, ultimamos detalles sobre el trabajo y la modalidad, y cuando me preguntó que obra iba a hacer me salió ‘Ricardo III’. También dije que lo iba a hacer como farsa. Fue una locura, porque en el mismo momento en que lo dije, empecé rápidamente a calcular que había leído la cuando tenía 16 años y nunca había vuelto a ella”, contó.
Allí empezó un camino cuyo primer paso fue la adquicisión de un ejemplar de la obra. “Lo compré y ahí empezó otro de los problemas, porque es la obra más larga de Shakespeare”, admitió Abbate. Fue entonces cuando se sumaron al proyecto Ruatta y Bucci. “Lautaro es un gran escritor, un genio. Y Verónica tenía una cabeza alucinante, una cultura, una perspectiva de futuro y una imaginación prodigiosas. Eso me fue calmando y aliviando. Estoy acostumbrado a manejarme dentro del teatro con ideas antes que con escritura o armado de espectáculos a partir de la improvisación. Me manejo, generalmente, con textos. Y en este caso fue encontrarme con un texto interminable de Shakespeare y tener que adaptarlo. Por suerte los tuve a ellos. Fue un proceso maravilloso, del cual estoy completamente orgulloso. Las horas juntos fueron interminables, pero aprendimos mutuamente de una manera hermosa”, puntualizó el director.
En pocos meses tuvieron lista la adaptación del original convertido en una puesta de una hora y cuarto, con tono predominante de farsa. “Convocamos a los actores, el día de la primera reunión les entregamos el texto y ahí empezó la otra locura, que fue montarlo, un trabajo que también fue maravilloso. Así fue la historia la concreción de ‘Ricardo, un farsa’, a partir de varias irresponsabilidades e impulsos de mi parte. Hasta el día de hoy no sé por qué decidí hacerla, pero nos fue maravilloso. De hecho, es el sexto año en que estamos en escena”, remarcó.
La buena sintonía que mantuvo la obra con el público se puede explicar por la calidad de la puesta, pero también por el trabajo previo, que incluyó además de la escritura un concienzudo trabajo de investigación histórica por parte de Abbate, que lo llevó por terrenos incluso imprevisibles. “A cada ensayo, además de mis ideas, llevaba investigaciones. Fue un trabajo muy completo del cual me siento muy orgulloso y creo que ahí está una de las claves. Pasé a meterme en la cabeza de Ricardo III, conocí la historia desarrollada por Shakespeare y también la historia real”.
Una de las particularidades que tiene esta versión de “Ricardo III” es que, al pasar a ser una farsa, sin el costado trágico, (presente, pero en pinceladas) es la incorporación de personajes humorísticos o, como se llamaban en tiempos de Shakespeare, chuscos. Un aspecto que, según se tradujo de la investigación, estaba presente en el original, pero con el correr de los siglos los literatos, a través de las sucesivas traducciones al español, los fueron soslayando por considerar que no estaban a la altura del autor. “O sea que la idea de derivar hacia la farsa está presente en el texto original y muy poca gente lo sabía”, explicó Abbate.
A su vez, el sentido de la obra, su mirada lúcida sobre el poder, se mantiene vigente. Incluso, como señala el director en los últimos años, “creció la posibilidad de interpretar la obra desde otras miradas, muchísimo más incluso que cuando la estrenamos”. Por último, el objetivo que se trazaron desde el equipo y que se pudo cumplir fue el rescate de la dimensión histórica del personaje principal como un hombre de su época. “La historia fue muy ingrata con Ricardo, porque lo transformó en un personaje maldito y sanguinario. Y si, fue sanguinario, pero su época fue sanguinaria. Si no lo hacía él lo hacía otro”, explicó Abbate. De esta forma, Ricardo trasciende su fama de monstruo sanguinario y se muestra como un protagonista de su tiempo: un guerrero y estratega, capaz de cualquier acción para salvar el honor de su familia y la corona de Inglaterra.
Casi en sintonía con el comienzo de los ensayos para la realización de “Ricardo, una farsa”, se produjo un hecho histórico trascedente: el descubrimiento de los restos mortales de Ricardo III en Leicester, Inglaterra. “Todo el proceso fue muy loco. Todo se fue armando y concretando de una manera maravillosa pero a la vez intrigante y extraño. Y que realmente lo hacen muy interesante”, señaló Sergio Abbate respecto a esta coincidencia.