Con una muestra de pinturas, esculturas e instalaciones, Ricardo Calanchini desplegará obras de su autoría en la Estación Belgrano. Las mismas pertenecen a la serie “Los laberintos de la estética”, que da nombre a la muestra, y se extenderán a la fachada con una intervención de mapping.
La inauguración será el próximo jueves a las 20, en la planta alta de la Estación Belgrano (Bv. Gálvez 1150), con música en vivo a cargo de artistas locales. Con entrada libre y gratuita, se podrá recorrer hasta el 29 de marzo.
En relación a esta serie de paisajes oníricos, Calanchini describió: “Sueños, pesares, emociones. Sillas entrelazadas, pisos en damero, los barcos, imágenes que me transportan a mi infancia cuando vivía en el puerto. La plomada, símbolo del equilibrio buscado en mi vida. El pez con su libertad absoluta. El lápiz edificando mi futuro, cargado de esperanzas, con escaleras que suben, que están saliendo, cuyo camino es ólo hacia arriba”.
El artista compartió con El Litoral las sensaciones previas a la apertura de la muestra. “Yo nací muy cerca de la Estación. Ése era mi lugar de recreo. Por eso mi afinidad con el Puerto y con el Puente Colgante, que está en muchas obras mías. Siempre hubo una referencia a ese sector de la ciudad, que para mí era tan importante”, explicó. “Hoy en día, es impresionante ver en lo que se ha convertido el bulevar. El movimiento que hay de gente dinámica, que camina y busca la salud y la vida. Además está hermoso visualmente. Y mi idea de siempre con los museos, es que va un grupo determinado de gente y punto. En cambio acá, quiero que la muestra sea convocante para todos los que pasen caminando. Yo voy a estar mientras dure la muestra, desde las 18 a las 21, para atender en forma personalizada a los que quieran preguntar y que a lo mejor nunca estuvieron en un museo. Siempre me gustaron los lugares alternativos”, añadió.
Calanchini recordó que en 1996 montó una gran muestra en el Molino Marconetti y al año siguiente organizó otra, llamada “Los sobrevivientes” en la propia Estación Belgrano, que entonces ya se encontraba en desuso y usurpada. Allí conjugó distintas expresiones, con participación de más de 60 artistas. “Esa muestra fue magnífica. Por eso ‘Los laberintos de la estética’ es una manera de mostrarme y mostrar lo que estoy haciendo ahora, después de haber vivido, viajado y expuesto por todos lados. Volver a mostrarme en la ciudad con lo nuevo”. En total, son casi 30 obras las que expondrá en esta oportunidad.
Sobre la obra de Calanchini, escribió Álvaro Costa en el año 2005, que no se pueden mirar sus cuadros “sin sentir algún tipo de mutación”. En aquel texto, titulado “El cuerpo en la obra de Calanchini”, el profesor de Estética de la Escuela Provincial de Artes Visuales Prof. Juan Mantovani y miembro de la Comisión Nacional de la Asociación de Profesores de Filosofía de la Argentina, agregaba que: “Ricardo Calanchini es un máximo dibujante: construye. Y más que un dibujante, un arquitecto, un maestro mayor de obras. Sus mundos son posibles, cierto, pero no dejan de referirse a éste, que llamamos “real” con un poco de petulancia. En tal sentido, construye para desestabilizar. Pero desestabiliza para volver a componer. Es difícil distinguir con la cenestesia, que se da toda junta cuando miramos encantados: pongámosle palabras. Allá por el Renacimiento, los inventores de la perspectiva nos mostraban un distante mundo horizontal, en el que todo se abarcaba o dominaba. Calanchini nos vuelve un astronauta: por momentos, nos falta gravidez. Caracoles tanto como lápices, sillas o barcas flotan, levitan desarraigados de su tope inferior. Nos mitigan, aligeran, nos hacen perder el equilibrio. Abajo lo mismo: el suelo se nos mueve por una ondulación teratológica. Y los espacios son a veces equívocos: creemos que bajamos y... subimos, o al revés. Tal vez, en un ultrapasado arborícola hemos perdido pie y ahora tenemos este miedo atávico. Y sin embargo, se trata de un mundo demasiado ordenado. Ahí está no sólo la tranquilidad de esos “espíritus” sobre el aire: ahí están la agrimensura de los hilos; los límites, como mojones, impuestos por los banderines deportivos o navales, las plomadas, los cabrestantes, las poleas; los anaqueles, los cajones, las veletas, los pisos ajedrezados, las axonometrías; ahí está Cèzanne cuando afirma que “todas las formas de la naturaleza parten de la esfera, el cono y el cilindro”.