Todos los ángulos de Roberto Jacoby se cruzan en una obra
Con el envión del pensamiento en tiempos pandémicos, el hombre que no dejó disciplina artística ni técnica sin explorar, el aliado incondicional del fuego fatuo de los Moura, reunió su corpus poético en un libro de reciente factura a través de Planeta, en el que tributa y acompaña sus letras para Virus y otras canciones.
“Yo soy creativo en este sentido. Veo algo que me gusta y lo hago. Me aburre, lo dejo. No me encariño con mi propio momento de estar siendo algo”, señala Jacoby. Foto: Gentileza Planeta
Jacoby está del otro lado, pero no lo veo. La mayoría del tiempo hablo yo. Pregunto, rodeo, suelto el ovillo. Soy el lector que entre líneas espía al juglar. Roberto respira; no: estiliza el silencio. Nadie apura al turista extraño en el andén del autobús mientras busca una palabra. La palabra. Esa palabra que suene bien y que diga lo que tiene que decir.
Mi última charla con él fue en agosto de 2022, a raíz del EP junto a Nacho Marciano, su curador musical. En esa entrevista, Jacoby anticipaba “Superficies de placer. Mis letras para Virus y otras canciones” (Planeta). El libro, impulsado entre otros por Nacho, opera como radiografía del derrotero lírico-musical de RJ. Son letras solteras de música, dejando ver a trasluz de la historia tantas capas como una cebolla, en momentos en que el rock se parece más a una pieza de museo (como se lee páginas adentro). “Me llevó unos tres años, no continuos”, repone el sociólogo y escritor. “Trabajando por momentos, cuando se me ocurría algo o corrigiendo”.
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“De la precariedad, de la falta de todo, se renace siguiendo la ruta del deseo”, manifiesta Roberto en la página 79. Resuena “Dama Drama”: “En la ruleta rusa del deseo / juego toda mi vida por entero”. Acto seguido, hablará de la experiencia estética como un continuum de resguardo, resistencia y potencia. Siempre entregado al presente del presente. Respira. Larga. “Fue revisarlo mucho”, dice. Elide -y elude-, una de sus grandes marcas como letrista. Encontrarte en algún lugar...
Jacoby bromea con que espera no ser ni cansautor ni chantautor. Se asume como letrista externo, rareza en el rock vernáculo - marca de nacimiento en la bohemia tanguera. Pulsa las categorías como ángulos que se doblan y se abren (¿no se rompen?) Jacoby es un hombre con muchos ángulos, poligonal. Pop, arte contemporáneo, semiología, política de masas. Generación Di Tella, Chacra 99. Virus, múltiples cepas. También es un buen amigo de las palabras. Por eso les da su tiempo, las espera. Y una vez lista esa retahíla sonora, la sube a su lengua. Va jugando, saltando de piedra en piedra. Sabe que: cada piedra es un sentido. O sea, un destino. Circular.
Retratado
-En la antesala de “Superficies de placer. Mis letras para Virus y otras canciones”, incluso previo a las citas de Paul B. Preciado y Walter Benjamin, oficia de presentador Andrés Calamaro, un refinado prologuista, y recupera el concepto de interferencia cultural del grupo. ¿Por qué Calamaro para el prólogo?
-En realidad, no pensaba en un prólogo. Hice una lista de artistas que me interesaban para que escribieran la contratapa: una frase, dos líneas. Andrés me mandó ese texto. Dije: “Es el prólogo”. Realmente es muy bueno. Me sentí super retratado. Aparte de lo que podría ser la vanidad, me gustan mucho los términos con los que presenta la canción y mi trabajo.
-En la contratapa aparece un abanico interesantísimo, que incluye entre otros a Adrián Dárgelos, un representante del espíritu Virus en la contemporaneidad.
-No sé cómo llamarlo, porque no es una línea o una escuela, para nada. Es algo. Pero a Dárgelos lo veo en un mismo espíritu de familia disfuncional.
Me sorprendo
-“La música no tiene moral” cantaba Babasónicos, casi como una respuesta a “Entrá en movimiento” (1982), letra de tu autoría donde emerge la pregunta: “¿Qué, ahora Virus tiene mensaje?”. Es algo recurrente en tus composiciones, aunque la otra cara es que el mensaje pasa por la ruptura, la distorsión lúdica del lenguaje, el olvido del sentido (que repone el sentido mismo). En otras palabras, el juego con el lenguaje es el envoltorio del sentido, pero a la vez es el sentido mismo.
-Es más o menos lo que pienso, pero tampoco es tan lineal. Es decir, no existe para nada el mensaje. Todo existe. Depende del momento, la intención, la lectura… tantas cosas. Sí es cierto que de lo que no es explícito -lo que hace a la articulación del lenguaje, de las ideas- siempre hay, más que mensaje, lecturas. Porque el mensaje se supone unívoco. Es un discurso sobre la moral de la juventud y lo que importa ahí es lo unívoco, ¿no? Pero, en un trabajo más literario, está sujeto todo a lecturas complejas, variadas.
-Y muchas veces las va dando el tiempo. Algo que se visibiliza en la apertura que demostrás con las distintas investigaciones y producciones académicas respecto a tus canciones (relecturas, reversiones, papers).
-Yo mismo me sorprendo a veces.
-“Todo sucede en el mundo para terminar en un paper” (2023:50). ¿Cuando hacías las canciones eras consciente de ello?
-Cuando empecé a trabajar con Virus, ni siquiera sabía lo que era un paper. Creo que nadie lo sabía. Es algo que fue pasando en estas últimas décadas: todo es paper. Es la transcripción modificada de una frase bastante famosa, que dice que todo sucede en el mundo para terminar en un libro. Yo burlonamente puse paper.
Te quiero aclarar, odio los papers. No se lo recomiendo a nadie. La gente los tiene que hacer, pobre, porque si no, no pueden avanzar en su carrera. Pero, en general, son cosas feas, mal escritas, repetidas, con un lenguaje completamente cristalizado, adocenado. Me llaman bastantes estudiantes, licenciados, investigadores. Salvo excepciones notables (algunas las cito en el libro), son comunes, preguntan las obviedades que puede preguntar cualquier periodista que tiene que terminar una nota rápido.
“Una conclusión de mirar los temas es que me gustan más las que no tienen chiste. Por ejemplo, los que van en una dirección que no se burlan de nadie ni de sí mismos”, evalúa a la luz del tiempo. Foto: Gentileza Planeta
El más allá
-La cita, la intertextualidad está muy presente: Quevedo, Pizarnik, “Love Story”, Girondo. ¿Es una estrategia, de algún modo, deliberada? ¿O aparece cuando lo pide la sonoridad del verso?
-En general, tiene que ver con lo que estoy leyendo en el momento. O releyendo. A Girondo lo leí cuando era chico. Y lo volví a mirar, interesado por su aspecto fresco y juguetón. En otros casos, lo fui a buscar específicamente porque quería ver cómo me podía ayudar a hablar sobre la muerte de Federico.
Pizarnik tiene mucho escrito alrededor de momentos oscuros, de tristeza infinita y de muerte, en algunos casos saqueo sus versos. Los cito como si fueran míos, no hago ninguna aclaración. El que lo conoce lo conoce, y el que no lo conoce, ¿qué le importa?
-¿Es un guiño?
-Sí, qué sé yo, es una cooperación desde el más allá.
Saltando
-Continuando con el abordaje de métodos y técnicas, un claro ejemplo lúdico es “Bandas chantas arañan la nada” (1982), un antecedente inmediato de “Los Orozco” (León Gieco), sólo que utilizando la letra “a”. Vale lo mismo para los diptongos en “Pecados para dos” o la exploración del Ubi sunt en “Lastima”.
-En parte son homenajes. En parte me ayudan, me dan un estímulo para escribir. Trazan un sendero que puedo tomar. En “Bandas chantas...” tenía la idea de reírme. Se me ocurrió en un momento hacerlo así, con una sola vocal, porque tenía un sentido que no era la crítica agresiva. Puesto todo en letra “a”, se anula lo agresivo y pasa a ser, también, una broma. Tiene dos o muchas más maneras de encararlo.
En el caso de “El corazón destrozado de Francisco Quevedo”, lo estaba leyendo o quizás recordando. Imaginate que con tantos años que pasaron, no sé exactamente cómo fue el proceso. En general, tampoco sé cómo es el proceso de lo que escribo ahora, muy poquito me acuerdo después. De eso que leo algo me gusta. Me parece uno de los grandes poemas de amor de toda la historia y, sobre todo, un poema completamente moderno: filosóficamente, teóricamente. Entonces propuse dejarlo así, no tocarlo para nada. Y resultó otro rasgo de originalidad (risas).
-Es la filosofía del “tomo lo que encuentro”. Desde una lectura lineal habla de las drogas, pero en realidad resume un modo de (intervención en la) vida, del flaneur y su interminable deriva.
-Es así: la vida, no como un plan prefijado. Alguna gente lo tiene y le sale bien, a veces. A otros no. Es la idea de ir trabajando con lo que sucede. Es mi propia manera de encarar la vida, la producción, lo que fuere. Voy viendo, voy sacando… qué sé yo, es como un collage. Encuentro esto y lo combino. Lo saco, lo pongo, lo __. No soy una persona organizada, ni mentalmente ni en mi experiencia.
Yo soy creativo en ese sentido. Veo algo que me gusta y lo hago. Me aburre lo que estoy haciendo, lo dejo. No me encariño con mi propio momento de estar siendo algo. Puedo estar pintando, después me aburro y hago esculturas. Veo que no es tan interesante o hay otras cosas más interesantes, me dedico a eso. Y así voy saltando de una piedra a otra.
Soy Roberto
-Virus ha hecho un elogio de la indeterminación, tus letras aportaron en ese cauce. ¿Te costó hacerte cargo de eso ante una sociedad que permanentemente quiere moldearnos?
-Sí. Es bastante costoso dejar lo que estás haciendo, que es también tu presentación social. Cuando te presentan, dicen: “Fulanito, poeta. Fulanito, ingeniero”. Conmigo siempre empiezan las entrevistas diciendo: “Mmm... Vos que has hecho tantas cosas, que sos un personaje multifacético”. Hay todo un lenguaje ahí sobre la definición de mi manera de operar, que va desde ese polifacético a polirrubro. ¿Cómo se llama ese aparatito para ver?
-Caleidoscopio, como el View Master.
-Claro, algo así. Y poligonal. Podría, con un poco de tiempo, revisar y encontrar todas las denominaciones. Es más fácil cuando vos hablás de otro. Ahora hablando yo, no puedo decir: “Buenas tardes, soy Roberto, soy poligonal”. No va eso (Risas).
-Aparte te limitaría.
-Sí, porque por ahí después me dedico a una sola cosa toda la vida.
Estado de ánimo
-¿Cómo creés que se han ido articulando tus letras con la música?
-Mis letras no hubieran existido sin la música. Pienso que, en general, las canciones son más importantes. Es más relevante o se oye más la música que la letra. En algunas, directamente, la letra ni se entiende. En los boleros, la letra es muy importante. En el rap o el trap también es fundamental, es más importante que la música.
En el caso de Virus, yo creo que la música era más importante. Con toda la evolución que tiene la música del grupo (la instrumental, los equipos, los ejecutantes), la letra trata de ponerse en ese estado de ánimo de la música. Porque la música también es juguetona y pienso que le van las letras.
-Hace tiempo que te habita la curiosidad, pero a la par la has ido entrenando. Incluso, con juegos mínimos, como crear el nombre artístico cambiando la letra final de tu apellido por otra que suena igual (Jacoby en vez de Jacobi).
-Sí, esto viene a ser una especie de chiste también.
Estatura lírica
-El humor está muy presente en tu vida y vos te haces cargo de eso.
-Hago muchos chistes. Tanto que me lo he prohibido un poco ahora porque, a veces, hago chistes que no son del agrado de las personas o situaciones aludidas. Una conclusión de mirar los temas es que me gustan más las que no tienen chiste.
-¿Por ejemplo?
-Todas las que van en una dirección que no se burlan de nadie ni se burlan de sí mismas. Por ejemplo, “Presente” [NdR: interpretada por Gabo Ferro en el yotivenco musical dado en llamar “Tocame el Ro k”], “Se zarpó”. Mucho antes, amigos me habían dicho que la poesía era un poco reacia a los chistes, que le bajaba la estatura lírica. Y es verdad. Lo he leído varias veces, imaginate con todos estos años.
Algunas de las canciones que tienen chistes me causan gracia, me parecen simpáticas. Lo que me parece, ahora que las estoy leyendo sin la música y estamos en otro milenio, es que las más serias se bancan más el tiempo. Las que excluyen la burla, la ironía, son más permanentes y dramáticas (varias de “Superficies de placer”), resisten más el cambio de contexto.
-“Imágenes paganas” lo demuestra con la cantidad de versiones diversas que cosecha a lo largo del tiempo (Diego Frenkel, Javier Calamaro, Yacaré Manso).
-De todas las letras, ha sido probablemente la que más se sostiene. Incluso ya demasiado, te diría. La cantidad de artículos y notas que se titulan “Imágenes paganas” es incontable. Si me pagaran diez mil pesos por cada vez que lo usan sería muy rico. “Superficies de placer” también. Parece que el jefe de redacción -o quien sea que ponga los títulos- debe tener una lista de títulos: de libros, de canciones de películas para poner (risas).
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