“Unánime” es el nombre de la octava producción discográfica de Roxana Amed. Con la publicación del álbum precedente (“Ontology”, 2021), la cantante, productora, compositora, multi-instrumentista y entrenadora vocal se convirtió en la primera mujer en ser distinguida en la categoría “Mejor Álbum de Jazz” de los Premios Gardel 2022.
Radicada desde 2013 en Miami, Amed se define como “alguien que trabaja mucho” y “que no está fácilmente satisfecha”. Por ello, admira a Wayne Shorter, y a todos aquellos que “rompen estructuras. A veces, están solos sosteniendo sus lenguajes, que con el tiempo se convierten en enseñanzas y referentes”.
Para Roxana, Unánime es una gran palabra. En ese alma, un alma, “resuena la pluralidad que converge en la unicidad, una voz para expresar a muchos. Es el lugar de encuentro de todos los que convoqué para este disco”. El jazz estadounidense, sintetiza, “nos prestó el lenguaje y cada uno contó su historia”.
Contar mejor
Recuerda cada viaje, cada despedida, cada desprendimiento. El más importante de ellos fue, sin dudas, su decisión de abandonar Ramos Mejía para afincarse en Miami. “El salto ha sido inmenso”, titula Roxana. “Nadie me preparó para estos cambios, tuve que hacerlos. Dejé mi casa natal con buenas herramientas gracias a mis padres; mi madre visionaria me mandó a estudiar piano, inglés y a un buen colegio”. Pero social y culturalmente, reconoce, “fue un camino solitario y lento”.
Estados Unidos, a través de becas y posiciones académicas, “me transformó y me acercó a la música que quería ser”. A partir de entonces, la artista encuentra una llave: “es como si pudiera contar mejor mi historia argentina ahora con estas herramientas”. Respecto al polo miamense, percibe “una sensación de comunidad para hacer avanzar los proyectos. Sigue siendo mi ciudad favorita”.
Esta fusión
“Unánime” es un disco que Roxana produjo en poco más de un mes, “a partir de una idea y una necesidad de continuar con el hilo latino” de “Ontology”, al calor de varias conversaciones con periodistas y especialistas de jazz estadounidense. Fue una experiencia vertiginosa, una fiesta con muchos invitados y “los arreglos se armaron a tiempo”.
En “Flamenco Sketches”, por ejemplo, tuvo que recurrir a percusionistas y palmeros en Miami para que sumaran el flamenco al arreglo de bronces de Kendall Moore, y finalmente, que los aprobara Niño Josele. “Me enamoré de esta fusión”, cuenta a El Litoral la música argentina.
Amed entiende que “Unánime” la representa “como la artista de hoy, ubicada en estas latitudes, aprendiendo a reconocer y apreciar a mis hermanos latinos, tratando de congregarnos en una misma música. Sin dudas, no hubiera hecho este disco si viviera todavía en Argentina”. Consultada sobre los diálogos entre la obra y otros objetos culturales, considera que “solo creo que se acerca a la literatura, tal vez porque es la disciplina que yo he usado para conocer un poco más de cada uno de estos países”.
Personal y profundo
En la última edición de los Premios Gardel, por primera vez una mujer obtuvo la distinción a “Mejor álbum de jazz”. Esa mujer fue Roxana Amed, con “Ontology” (2021). “Yo estaba persiguiendo un objetivo personal y profundo: volver a sacar un disco, reconocerme a mí misma como música después de haber dejado la Argentina. Así que la repercusión me sorprendió, me alegró y estoy muy agradecida”, dijo al respecto al álbum que también le valió ser nominada en los Latin Grammy 2021. “Creo que con ‘Unánime’ se sigue asentando mi lugar en la música de Estados Unidos y habrá que seguir trabajando mucho para que haya más y mejor música cada vez”.
Pero la vida discográfica de Amed empezó a escribirse mucho antes, en 2004, con “Limbo”. La obra fue producida por Pedro Aznar, con quien Roxana cultiva una relación de amistad duradera. “Nuestra afinidad y nuestra confianza siguen intactas; es un honor infinito tenerlo en cada álbum”, agrega. Sobre el mosaico artístico que se ha ido conformando desde entonces, manifiesta: “He aprendido de cada músico/a con el que he trabajado, he buscado explorar distintos lenguajes compositivos, de producción, de sonido, de repertorio”. Y nombra la grabación junto a Frank Carlberg, “La sombra de su sombra” (2013), bastante diferente a su última producción. “Planeo seguir así, abriendo oportunidades de crecer y colaborar con otros/as artistas”.
El álbum, según su creadora, “la representa “como la artista de hoy”, cercana a sus hermanos latinos, “tratando de congregarnos en una misma música”. Foto: Gentileza Prensa.
Está ahí
“Soy muy exigente con los conceptos de los discos”, admite Roxana. “Algunos han sido más cerrados que otros. ‘Limbo’ y ‘Ontology’ inauguran nuevas etapas, y el repertorio aparece más contrastante o diverso”. La coexistencia del inglés y el castellano, de diversos géneros y de distinta instrumentación describe la identidad de la artista, definida por la convivencia de “cosas inusuales que sólo tienen sentido en mi universo: el concepto está ahí”.
En el caso de “Unánime”, Amed “no buscaba el latin jazz que viene tradicionalmente desde el Caribe ni el bolero”. El radar apuntó a canciones o autores “un poco más escondidos” de otras regiones y a artistas que tuvieran “un lazo muy fuerte” con el jazz norteamericano. “Definitivamente, mi sonido, mi voz, era lo que llevaría todas las demás historias, ya que no iba a fracturarlo complaciendo estilos vocales de cada lado. Mi fraseo y mis elecciones melódicas siempre responden a mi tradición con el jazz estadounidense”, algo que Roxana ya hizo en álbumes como “Cinemateca finlandesa” (2010, junto a Adrián Iaies) o “Inocencia” (2011).
Se juntan
Además de Niño Josele, participan una serie de invitados estelares en la composición del universo “Unánime”. Uno de ellos es Chucho Valdés, presente en “Los tres golpes”. Chucho fue elegido por su “flexibilidad artística y grandeza espiritual para abordar cualquier repertorio”. Recuerda Roxana un encuentro en la casa del pianista nacido en Quivicán, donde lo vio emocionado por el arreglo de Martín Bejerano. (Bejerano es, junto a Mark Small, uno de los grandes compinches de Amed, compositor de parte de las piezas grabadas al calor de estos años).
Luego, la compositora argentina le cantó a Chucho la letra que hizo para “Adiós a Cuba”, de Ignacio Cervantes, en la que fue la segunda intervención del referente del jazz afrocubano. “Fue un gran momento para mí como productora, también personal. Me pidió invitar a su trío con Dafnis Prieto y Armando Gola, para unirse a Martín y a mí en las dos piezas cubanas”.
Pedro Aznar, por su parte, acompañó a Amed en “Nueva luna, mundo Arjo”. Pero las huellas del encuentro, como se dijo antes, se remontan a 2004. “Siempre lo elegí porque representa la versatilidad técnica, la fortaleza expresiva, la conciencia extrema de la música que aborda. El único argentino en el que conviven tantos talentos. Esa canción de Luis [Alberto Spinetta] nos muestra la argentinidad en su poesía y quise que Pedro fuera el representante de esa argentinidad musical para mí”.
El guitarrista brasileño Chico Pinheiro se suma en la interpretación de “Agua y vino”, de Gismonti. Exquisito, describe Roxana. Delicadez y virtuosismo en el instrumento, “conocimiento profundo de la música estadounidense, importante en la escena de Nueva York y del mundo, pero unido a su raíz de Brasil. Amé su solvente guitarra, que conservé en su tonalidad original y que, justo antes de cantarlo en portugués, descubrí que Pedro había hecho esa versión... mundos que siempre se juntan”.
Tuyo siempre
“A veces no, siempre” es una canción de Edward Pérez, quien le ofreció a Roxana ponerle letra. Tal como le contó el bajista, nace a partir de un encuentro con el cajonero cubano Julio “Chocolate” Algendones Farfán. En la preparación de un recital, Edward escuchó a Sonny Rollins tocando “You don’t know what love is”; pensó en toda la música que había dejado atrás en los Estados Unidos. Le dijo a Chocolate: “A veces extraño la música de mi país”. A lo que recibió como respuesta: “A veces no, siempre. Cuando la música está en ti, no solo sale cuando la tocas, está siempre dentro tuyo”.
Los caminos de la vida llevaron a Pérez a Cuba, donde cosechó grandes amigos, pero el día que necesitó de su música peruana, tomó el primer avión y volvió para quedarse. Menos de un año más tarde, se enteró del fallecimiento de Chocolate, a quien logró identificar en el sonido de otros cajoneros. Con la filosofía a flor de piel de que “cuando la música está en uno, siempre está ahí, constantemente”, decidió escribir esta canción, rendirle un tributo a su maestro. Para esta pieza, Amed pensó en Tony Succar, percusionista peruano ganador de un Grammy: “El cajón no podía faltar”.
Una idea loca
En “Nostalgia andina” aparece la alianza con la artista Linda Briceño. “La conocía como trompetista y accidentalmente la encontré cantando y me pareció bellísima su voz y su fraseo, tan venezolano y tan jazzístico, tan delicado y tan preciso rítmicamente. Es un placer tenerla, tener a una mujer en este disco. Productora y compositora, refleja la profundidad de las jóvenes artistas latinas”.
Para “Dúo Concertante - Primer movimiento”, Roxana pensó en Julio Reyes Copello. Además de un reconocido productor (responsable del sello discográfico Art House Records), el cucuteño es un dedicado maestro formado en la música clásica, pianista y compositor, glosa la entrevistada.
Hace un tiempo, cuando Amed llegó a su “Bambuco para para piano”, le rondó la fantasía de cantarla. “Mucho tiempo después, cuando estaba armando el plan para ‘Unánime’, me acordé y le escribí. Era una idea loca porque, una vez más, estoy queriendo cantar piezas que no son vocales. Él me ofreció abordar una obra para piano y flauta de tres movimientos... solamente grabamos el primero, un desafío inmenso”, revela. La pieza “agitada, virtuosa, dramática”, inspirada en tiempos turbulentos en la Colombia natal de Reyes, “aportaba otro perfil de la música colombiana y de él, mostrando su virtuosa pluma y desempeño en el piano”.