Publicado en las páginas de El Litoral antes de cumplir los 20 años, el escritor nacido en Serodino ya abordaba los temas que marcarían su obra. Hoy, sus novelas gozan de reediciones y conservan su potencia.
Un joven Saer (derecha) en la inundación de Santa Fe, en una foto aportada por Laurence Guéguen. Foto: Archivo
Juan José Saeres considerado uno de los narradores más importantes de la literatura argentina del siglo XX. Entre las novedades de Seix Barral figura la reedición de tres novelas que dan cuenta de su estilo: "Nadie nada nunca", "Cicatrices" y "La Ocasión".
La primera, "es una obra maestra en la que Saer reúne, en una fiesta de sensualidad y rigor, la poesía como efecto directo de la percepción y el pensamiento como causa de la especulación artística", escribió Juan José Becerra.
Sobre "Cicatrices" Adriana Muscillo escribió en Clarín que "leerla es una experiencia cercana a la de una sesión psicoanalítica. Los personajes se condensan y desplazan como en un sueño, que -según Freud- es la Vía Regia hacia el inconsciente. Igual que la palabra".
Seix Barral
Florencia Abbate sostiene que de la obra de Saer, "La ocasión" es "quizá la novela que más coquetea con los procedimientos de la novela histórica y de la novela realista; en ella encontramos reconstrucción histórica, representatividad social de todos los personajes secundarios y un narrador extradiegético, omnisciente".
En sus poemas tempranos ya estaban el río, el tiempo, la duda, el deseo, el pensamiento, el campo, la justicia. Elementos que luego formarían el corazón de su narrativa.
Seix Barral
Aquí, rastreamos una serie de publicaciones que lo muestran en su faceta de poeta.
Motivos del canto
Estos versos fueron publicados en El Litoral el domingo 5 de diciembre de 1954, cuando el escritor tenía apenas 17 años. Ofrecen un retrato lírico del mundo rural, atravesado por una conciencia social y una mirada solidaria del trabajo y la tierra.
"Penetro en el dominio de la espiga madura / sintiendo el río de oro ceñirse a mi cintura / y olvidando el erial de la espina y el llanto / surge como una aurora de voluntad el canto".
Archivo El Litoral
"Canto nuevo en la tarde del supremo sudor / que va sembrando la áurea frente del labrador. / Canto para el destino de la joven semilla / y para el merecido descanso de la villa, / para la madreselva que floreció en verano y el trozo de futuro contenido en la mano".
"Canto para el anhelo que distribuye el pan, / para el que lo recibe con dilatado afán / para el generoso desvelo de la huella / que al espacio dormido le devuelve una estrella. / Poema a la uniforme inquietud campesina que en sarco comienza y en el surco termina”.
"Canto para el hallazgo de la moderna fuente / y para la sonrisa de la antigua vertiente. Canto para la santa terquedad de la espiga / que brota en la masacre de la mano enemiga".
Saer por Marcos López. Foto: Archivo
“Y canto a la esperanza, a la maternidad y a la boca que grita sin temor la verdad. / Y para el campo lleno de infinita dulzura / que ciñe un río de oro en torno a mi cinto / Canto para el erial de la espiga y el llanto / que ni siquiera impide la voluntad del canto”.
Cielo bajando a tierra
Estos versos fueron publicados en El Litoral el domingo 11 de marzo de 1956. En este caso, Saer tenía 18 años. Aparece una de las constantes del universo del escritor: la relación entre lo cotidiano y lo extraordinario, la materia y el misterio.
Cielo bajando a tierra, / lentamente, seguro / de sí mismo, mojando / de milagros el mundo.
Archivo El Litoral
Su descenso se amolda / en riberas de júbilo / se enfrasca en la ternura / se resuelve en los rumbos / pardos del universo, quiebra bosques y muros / se concentra en los ríos / y siguiendo sus cursos / remonta hacia los anchos / corazones del mundo.
Y he aquí los prodigios / cielo bajando a tierra / Ya podemos mirar / de cerca las estrellas. / Se oye desde lo lejos / resumiendo la espera / un cantante y alegre / temblor de primaveras.
Un puñado de pájaros / mano Invisible siembra. / Hermano, deja ya / de morir de tiniebla. / Que se apague tu voz áspera, tal madera / que ha crecido en el monte / entre espasmos de fuerza. / Ya la muerte pasó / con su máscara negra / y al marcó tu casa / también marcó los nuestros.
Archivo El Litoral
Sepa tu odio que aquí / cunde una vida nueva / las encendidos lámparas / tienen algo de estrellas. / La lucha es una pura / vocación de diadema / donde nos alegramos / cuando hay paz y no hay guerra.
Donde alzamos las manos / seguras como piedras / para pedir en tiempos / de sequía que llueva. / Se oye desde lo lejos / resumiendo la espera / un cantante y alegre / temblor de primaveras / Ven hermano, que el pan / te aguarda en tu tibieza.
Tres poemas
Los mismos se publicaron en la edición de El Litoral del domingo 10 de marzo de 1957. "Juani" tenía 19 años. Cada uno aborda una sensación existencial distinta, como la espera, el deseo de partir o la ambigüedad del amor.
Archivo El Litoral
La campana: Todavía no ha hablado esa campana / todavía no se ha podido levantar / la mano con pudicia / para mover la cuerda / hacia arriba, hacia abajo.
Añoro su sonido, sufro por él / me parece / que moriré sin escucharlo. / Puedo desde la silla / desde el goce soltar / la mano hacia el destino / pero no, me detengo / un día sonará como yo aspiro / y romperá el cuadrado denso de la mañana.
Mientras tanto / mi mano tiembla como un árbol / y mi oído se afina hasta el dolor / por el sonido natural / de esa campana / que no ha sido tocada todavía.
Archivo El Litoral
La costa: Tendido, muerdo un verde / un fino hilo de hierba. / ¡Saca una mano río / un pseudopodo / Ilévame al mar / para arriba la cara /a un puerto de salida!
Tal vez el lobo abre: Tal vez el lobo abre la boca por mesura / y el hacha cae brillante por amor a mi cuello. / No sé. Pero los lobos tienen la boca oscura / y el hacha me enceguece con su brutal destello.
Tal vez la angustia es sólo la admonición del goce / y detrás de ella hay anchas praderas apacibles / No sé. Pero la angustia me quema con su roce / y me clava millones de flechas invisibles.
Archivo El Litoral
Tal vez rompo el amor y no tengo derecho / tal vez en cada pecho no hay nada más que un pecho / que se afirma en el barro para tocar el cielo.
No sé. Pero el amor me apresura a la sombra / y cada vez que un pecho se levanta y me nombro / su voz de iniquidad me remata en el suelo.
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