Cuando Molière y la ciencia ficción se encuentran en escena
Los días 8 y 15 de febrero, en la 3068 sube a escena una obra que une el París del siglo XVII con una Argentina futurista. Una análisis de la naturaleza humana a través del tiempo.
El elenco de la obra que se estrenó el año pasado y ahora vuelve a escena. Foto: Gentileza producción
Los días 8 y 15 de febrero a las 21, la 3068 (San Martín 3068) será escenario para os funciones de “La Confesión de Molière + 2051 Odisea del Exteatro”. Un viaje a través del tiempo y del arte, que explora aquello que perdura en la esencia humana a pesar de las eras.
Bajo la dirección de Adrián Airala, esta puesta combina los textos de “La Confesión de Molière”, de Silvia Beltrán, y “2051 Odisea del Exteatro”, del propio Airala. El elenco, compuesto por Demián Sánchez, Javier Bonatti, Gabriel Prieto y Marisa Ramírez, da vida a los personajes.
“Quizás a primer golpe de vista no resulte fácil entender cómo es posible que universos tan distantes -en el tiempo y el espacio- como los que instala nuestro espectáculo puedan llegar a fusionarse y resultar mucho más que una simple suma”, expresó Airala a este medio.
Gentileza
“Cuando Silvia Beltrán me envió su obra ‘La confesión de Molière’ quedé impactado por la originalidad, la calidad y la profundidad del texto y no dudé en decírselo. Tiempo después Silvia me propone y ofrece la dirección de la obra, tomando a su cargo la producción, y allí me enfrenté a un dilema: estaba muy impactado por el material pero no tentado a dirigirlo, ¿por qué?, porque no era el tipo de estructura dramática con la que me identificase, para bien o para mal mis materiales son muy alambicados, con permanentes vueltas de tuerca, sin embargo, no era cuestión de decir ‘no’ sin masticarlo mejor”, indicó.
“Este dilema me empujó a contraproponerle a Silva fusionar su obra con un material mío -“2051 Odisea del exteatro”, en ese momento con formato de cuento- que operase como un contenedor dentro del cual se desarrollase “La confesión de Molière”, de esta manera podríamos construir un espectáculo hermanando dos dramaturgias muy diferentes, una formal y otra corrida del eje más cercana a la ciencia ficción que al teatro, es decir, un texto realista -con documentación biográfica en torno a la vida de Molière- inserto en un texto distópico y desesperanzado, con alto anclaje en la realidad pero llevado al extremo y al futuro”, agregó.
“Ante la pregunta sobre si resultó muy complicado el maridaje de materiales tan distintos, digo sí y no, ¿por qué? porque los asuntos -palabra que adoro, directa y con calle- existenciales, los asuntos profundamente humanos trascienden el tiempo y la geografía, y la obra de Beltrán los instala con profundidad y mi obra los retoma; ¿cómo?, enfrentando a cuatro artistas de carne y hueso -rebeldes y resistentes- en lucha contra una máquina implacable, un subproducto de la deshumanización llevada al extremo en nombre de la eficiencia, la demanda y la ganancia, en una Argentina de apenas veintiséis años a futuro”, aseguró luego.
“La Confesión de Molière + 2051 Odisea del exteatro”: actores Gabriel Prieto, Demian Sánchez, Marisa Ramírez y Javier Bonatti.
Mezclar dos tiempos
-¿Qué desafíos artísticos y técnicos implicó mezclar dos épocas distantes como el París de Molière y el futuro planteado en “2051 Odisea del exteatro”?
-Tuvimos muchos desafíos, similares a los que enfrentaría un tejedor o tejedora de Humahuaca si le encargases un poncho de lana de vicuña entramado con fibra óptica. No era cuestión de arrimar materiales, de aparearlos, no, era cuestión de fundirlos, es decir, construir un pieza única por dentro y por fuera. En mi trabajo de concepción y dirección me obligué a no desnaturalizar el texto de Beltrán, a sostener todo lo posible el estilo y conseguir la carnadura a través de un tremendo elenco: Javier Bonatti, Gabriel Prieto, Marisa Ramírez y Demián Sánchez.
Pero también el vestuario, la escenografía, el sonido, la iluminación y el trabajo con IA tuvieron que entretejer el París de 1650 con la Argentina de 2051, porque si no este poncho teatral de vicuña y fibra óptica no hubiese abrigado a nadie; salta a la vista que Fernanda Aquere, Ermindo Cano, Martín Margüello, Ariel Gaspoz y Fabio González tejieron muy bien y nuestro público lo agradece, porque nada quedó librado al azar, y cuando lo ultra racional -el proceso de construcción artístico- se funde con lo ultra orgánico -el proceso de encarnación de los personajes y los textos- algo maravilloso se planta frente a la gente que viene a ese ritual que nos hermana en el teatro.
Adrián Airala. Foto: Gentileza
La naturaleza humana
-¿Cómo se adaptaron los personajes clásicos de Molière para dialogar con los conflictos y problemáticas actuales o futuras?
-Como te decía, cuando de asuntos existenciales se trata el tiempo y la geografía mueven muy poco el amperímetro, podrán cambiar las formas, la exterioridad, el lenguaje, la velocidad y hasta cierta coloratura del conflicto, pero por dentro, en las vísceras del asunto existencial todo sigue siendo igual, así en el 1650 tanto como en el Siglo de Pericles, o en el 2051 de una Argentina deshumanizada.
A la especie humana quizás le lleve siglos, si los hubiere por delante, para diferenciarse de sí misma en lo profundo, mientras tanto los conflictos de nuestros Molière, Jean, Armande y Nathan en aquel París con calles de barro son los mismos que los de estos cuatro personajes en 2051 frente a una máquina implacable y cruel, o los nuestros hoy sentados en las butacas de un teatro.
En síntesis, a los mismos conflictos solamente debimos cambiarle el maquillaje, un vos por un tú, una reverencia por una irreverencia, y nada más.
Horas de vida
-Desde su estreno hasta hoy, ¿cómo evolucionó la percepción por parte del público y qué aspectos se mantienen en esta puesta en escena?
-“Nadie se baña dos veces en el mismo río”, Heráclito dixit. Y en esto radica lo maravilloso del teatro, nada vuelve a ser igual en cada función aun cuando marchemos con la precisión de un reloj atómico, porque función tras función sumamos horas de vida, parecemos iguales pero no, cambian los espectadores, las salas, la conflictividad social de la que como artistas no cometemos el pecado de ignorar, cambia todo cambia pero el espectáculo evoluciona existiendo.
En los ensayos intermedios ajustamos detalles, cambiamos movimientos, hacemos sintonía fina, aparecen ocurrencias. ¿Por qué y para qué?, muy simple, porque no queremos aburrirnos ni repetirnos, para que el espectáculo no se mecanice, para que siga siendo orgánico, visceral.
“La Confesión de Molière + 2051 Odisea del exteatro”:
Originalmente Silvia Beltrán y Diego Valiente fueron productores del espectáculo, lo financiaron, lo respaldaron con mucha fuerza; en esta nueva temporada, ya sin ambos dentro del equipo, trabajamos como cooperativa y el objetivo es seguir mostrando nuestra construcción teatral todo lo posible porque merece ser disfrutada por mucha gente: podrá cambiar la forma de producción pero la meta es la misma.
Con respecto a la percepción del público te puedo decir que debe ser muy buena porque, por una parte, recomiendan la obra, y por otra, no fueron pocos los casos en los que hubo espectadores reincidentes: o hicimos algo difícil de entender en una sola venida al teatro, o hicimos algo muy seductor que tienta a verla otra vez cambiando sólo de acompañante.
Por eso siempre cerramos la obra diciéndole a la querida gente: Sin ustedes, no hay teatro.
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