Opinión: OPIN-02

Opinión

Genealogía callejera

Calles innominadas, pasajes y cortadas que nacen y mueren apenas en cien metros; tramos de una misma arteria que reciben más de un nombre. En las esquinas, cada cartel cuenta algo de los santafesinos.


Los nombres que reciben las calles hablan de la historia de una ciudad, de su cultura, sus costumbres, de las personas, lugares y fechas que se quisieron honrar. Cuando los nombres cambian, esa historia queda en la memoria de los más añosos pero sólo en retazos, y es apenas conocida por las generaciones nuevas.

Así es como Humberto (en realidad, Humberto 1°) se sigue confundiendo con Hipólito Irigoyen, y para muchos Lisandro de la Torre sigue y seguirá siendo Rosario.

Un proyecto de ordenanza busca recuperar la identidad de las calles, avenidas y plazas y propone que, al momento de la señalización, se coloquen todas las denominaciones que han ido adoptando en forma sucesiva. El autor, Julio Schneider, avanza además en la creación de una comisión permanente de nomenclatura urbana integrada por ediles y funcionarios del Departamento Ejecutivo municipal, pero también por un representante de la Facultad de Arquitectura de la UNL y otro de la Comisión Municipal de Defensa del Patrimonio Cultural. Con esto se busca garantizar que sólo un sentido institucional, histórico o cultural sea el que impulse la denominación de un espacio público o el cambio de nombre.

Usos y costumbres

El Arq. Luis María Calvo es director del Museo Etnográfico y define que "la nomenclatura urbana también forma parte de la memoria. Los nombres nos remiten a las ideas que tenemos de los lugares y nos vinculan como sociedad a través del tiempo". Apunta que en las ciudades americanas, durante varios siglos, las calles no tuvieron nombres oficiales, sino los que les iba dando la gente con el uso para poder identificarlas.

También en Santa Fe, hasta principios del siglo XIX, algunas calles tenían la denominación que la gente les había dado. Como ciudad de pequeña escala que era, resultaba fácil ubicarse, y para eso se apelaba al nombre de los vecinos más ilustres de cada lugar: la bajada de Luis Andino, la bajada de Núñez, por ejemplo. También servían de referencia edificios importantes, y así estaba la calle del Cabildo o la calle de la Matriz (ahora San Jerónimo) porque allí se ubicaba la iglesia parroquial más importante, actualmente la Catedral.

A la calle 25 de Mayo se la llamaba del Cuartel, porque en dependencias que habían sido de los jesuitas se había instalado una repartición militar. La calle San Martín fue la calle de la Merced y luego, cuando concentró la mayor cantidad de tiendas, recibió el nombre de Comercio.

Nombres con historia

La primera nomenclatura oficial data del año 1853, "con motivo de la repercusión que tiene Santa Fe a raíz de la Convención Constituyente". Así consta en un plano que se conserva en el Museo Histórico Provincial, firmado por las iniciales J.G.N, José Germán Niklinson. Allí se adoptan para la ciudad nombres que tienen que ver con el momento que se estaba viviendo, como fechas y provincias, aun Buenos Aires, que no había participado de la Convención. Luego están San Jerónimo, 3 de Febrero, 1° de Mayo, 4 de Enero, que siguen manteniendo el mismo nombre que recibieron entonces.

Otros perduraron pero en calles diferentes, como Córdoba, que en 1908 ocupaba la nomenclatura de la actual Avenida Freyre y ahora aparece en una transversal, a la altura del 4300.

Para Calvo el nombre de una calle hace además a la conexión de la gente: "Nosotros sentimos que nos cuesta comunicarnos con otras generaciones porque mantenemos la denominación de Rosario para Lisandro de la Torre. Y nos pasó con las generaciones que nos precedieron, porque nosotros decíamos de una manera y nuestros padres y abuelos de otra. Creo que es una práctica poco feliz que no la tienen otras ciudades con mayor historia", opina.

Lejos de un destino único de localización geográfica, el nombre de las calles dice mucho de las personas que habitan una ciudad. Funciona como un vínculo social que nos conecta con las raíces.

Con esta premisa resulta indiscutible que la denominación de una calle no puede ser un hecho casual ni el fruto de un compromiso, sino la consecuencia del debate y la voluntad de trascendencia de un pueblo.

Lugares con prosapia

En "El arte en Santa Fe (siglos XVII, XVIII y XIX)" Catalina Pistone recorrió las distintas denominaciones que habían recibido las calles de la ciudad. Vale la pena tomar algunos ejemplos para descubrir el criterio cambiante que caracterizó la elección de esos nombres en cada época:

  • Hipólito Yrigoyen fue Humberto Primo (1900), Juárez Celman (1888), 23 de Diciembre de 1851 (1886) y Estanislao López (1853).
  • Avenida Freyre se llama así desde 1925, pero antes fue Castellanos, Dr. Iriondo (1888), Juan de Garay (1901) y Córdoba (1908).
  • Avenida Siete Jefes recibió esa denominación en 1928, pero antes se la conoció como Isabel La Católica, Avenida República (1901) y avenida La Libertad (1918).
  • Lisandro de la Torre se llamó Rosario (nombre que aún es utilizado) y antes Santiago del Estero.
  • Saavedra se llama así desde 1901. Antes fue General Echagüe (1875) y Fundador Juan de Garay (1888).
  • Doctor Amenábar tiene esa denominación desde 1901, pero en 1853 había sido bautizada como 31 de Mayo de 1852.Un anexo que forma parte del proyecto del concejal Julio Schneider arroja otros detalles pintorescos:
  • Plaza España fue también la Plaza de las Carretas, la Plaza del Progreso (1866) y Plaza Colón (1892-1900).
  • La Plaza Colón fue el Paseo de la Alameda (1880), Paseo de las Ondinas, Plazoleta del Puerto (1888), Paseo Garay (1900) y Paseo Colón (también en 1900).Otras calles no tuvieron mayores variaciones en su nomenclatura, desde 1853: es el caso de 1° de Mayo, 4 de Enero, 3 de Febrero y San Jerónimo, entre otras.
  • Un poco de orden

    El proyecto del concejal Julio Schneider (UCR) propone, en primer término, crear la Comisión Permanente de Nomenclatura Urbana. Esta tendrá a su cargo el ordenamiento de esta materia, priorizando los lugares que actualmente carecen de denominación, los nuevos espacios públicos que se creen como resultado del crecimiento de la ciudad y, por último, los lugares en los cuales se demande la modificación de los actuales nombres. En este caso, cualquier variación deberá basarse en"sólidas razones de naturaleza institucional, histórica o cultural".

    Pero uno de los artículos que resulta más llamativo es el que ordena colocar todas las denominaciones que ha tenido una calle, avenida o plaza, en el momento de su señalización: con esto se busca "seguir apostando a la construcción permanente de nuestra identidad colectiva".

    Identidad que también quedaría preservada si se colocara en cada vivienda o solar donde vivió alguna de las innumerables personalidades que construyeron la historia de la ciudad, una placa que las rescate del olvido.

    Nancy Balza