Cartas a la Dirección
Señores directores: Los familiares de Daniel Peña queremos hacer llegar desde lo profundo de nuestro corazón un inmenso agradecimiento a todo el personal de la sala de clínica médica del Hospital Iturraspe. A la Dra. Patricia Gambino y su equipo, médicos residentes, enfermeras, mucamas, camilleros por acompañarnos en la lucha tenaz y larga junto a Daniel. Brindaron sus conocimientos científicos, pero sobre todo el trato humano y cariñoso, la contención afectiva que nunca olvidaremos. Dios lo quiso así y la resignación con el tiempo llegará.
Los abrazamos. Siempre con el recuerdo de Daniel estará el de todos ustedes. El gobierno provincial y la ciudadanía deberíamos valorar y reconocer la importante función que desempeña este valioso grupo de empleados públicos, que cotidianamente están al servicio de la comunidad más necesitada y desprotegida. No hay más palabras, sólo una, gracias. Familiares de Daniel Peña. Sara Beatriz Peña. DNI: 6.368.612. Ciudad.
Señores directores: Cierta vez un señor paseaba por un campo cercano a su casa. Llegó en su camino hasta el borde de un trigal, próximo a madurar y hermoso como una brillante pieza de seda amarilla al sol. Este trigal cercaba la casa de un granjero que tenía mujer y una niña de tres años. Dentro del trigal jugaba la niña. De pronto desaparece. La llaman, la buscan... y nada. Preguntan a los granjeros vecinos y éstos inmediatamente se introducen en el trigal para buscarla.
Anochece y no la encuentran. Un anciano quiso sugerir algo pero el padre de la niña no lo escuchó. Por la noche el anciano volvió con una sugerencia y esta vez sí fue atendido. Insinuaba que se estrecharan todos las manos, formando un cordón y que así se recorriera el trigal del principio al fin. Se hizo de esta manera y minutos después la niña fue encontrada, pero con dolor comprobaron que había muerto. El padre desesperado tomó entre sus brazos a la criatura sin vida y corriendo alocadamente hasta su casa, ya frente a su esposa, destrozado por el dolor le dijo: "Si todos nos hubiéramos dado antes las manos, nuestra hija ahora viviría...".
Hasta aquí el cuento. Hermanos argentinos: es imprescindible que nos demos las manos y aunemos esfuerzos, trazando planes en común. Bien cierto es que no nacemos solamente para vivir, sino para convivir en una ayuda mutua de fuerzas y de manos.
Es preciso dejar de ser islas, para ser continentes, porque, también nosotros un día, podríamos, ante lo inevitable, lamentarnos: "íSi todos nos hubiéramos dado antes las manos!".
Comencemos en el Nuevo Milenio a vivir el tiempo de estrecharnos las manos, abriendo el corazón. Por Liga de Madres de Familia Parroquia San José (A.R.): Nidya Mondino de Forni. LC: 3.586.458. Ciudad.