Nosotros: NOS-08
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La colonia donde mataron al conde


En esta historia de De Raíces y Abuelos nos vamos a remontar a mediados del siglo XIX, cuando Juan Bautista León, conde de Tessiéres-Boisbertrand, fundó la colonia Cayastá, a unos 2 kilómetros al norte del lugar que ocupara la primitiva Santa Fe, sobre las ruinas de la reducción abipona congregada allí hacia el año 1742.

El conde -que viajó desde Francia junto a su esposa e hijo durante la época de persecuciones políticas en el reinado de Napoleón III- la fundó con la colaboración de 47 familias, entre las que se contaban algunas de suizo-valesanos (del cantón de Valais), que provenían de las colonias de San Carlos y San Jerónimo, y de otras que migraron para poblar esa región directamente de Europa.

Florentino Félix Monsalvo Egger envió algunos datos a Raíces y Abuelos sobre sus tatarabuelos, quienes llegaron en 1858 provenientes de Suiza con el fin de trabajar como agricultores en esa colonia que fundara el conde.

También contó que su abuela, Ana Matilde Mangold, era nieta de Joseph Mangold, quien participó -junto a su primo Victorio Blanche- del trágico hecho que ocurrió la noche del 6 de agosto de 1882, cuando un grupo de criollos mató al hijo del conde. Ambos socorrieron a las niñas de la colonia luego de haber sido atacadas por esos hombres.

Florentino también nos acercó bibliografía en donde constan datos sobre esta historia en la que participaron sus antepasados. En el Archivo General de la Provincia consiguió un acta en la cual consta que la población de colonia Cayastá en 1883 estaba constituida por 31 familias suizas, 8 francesas, 4 argentinas, 2 italianas, 1 rusa y 1 española.

Además, en ese mismo organismo le suministraron el libro de Ricardo Kaufmann "La muerte del conde", en la cual Florentino pudo constatar que -dentro del listado de cabezas de familias extranjeras que poblaron la colonia Cayastá- se encontraba Joseph Mangold, su bisabuelo, y otros inmigrantes de apellido Blanche.

Una colonia agrícola


El libro de Rafael López Rosas "De antiguas crónicas" también nos remontó a esa trágica historia de la muerte del conde y hace referencia a las familias de inmigrantes que llegaron para labrar la tierra. El relato -extractado- es el siguiente:

"Jean Baptiste León, conde de Tessiéres-Boisbertrand, su esposa Maroeu Sofie Henrriette Horrer, y el hijo de ambos, Marie Francois Edmond de Tessiéres-Boisbertrand, arribaron a la Argentina como consecuencia de las persecuciones políticas que los alejaron de Francia durante el reinado de Napoleón III. Era la época en que Aarón Castellanos fundaba en 1856 la colonia agrícola de Esperanza, en nuestra provincia.

A pocas leguas, la compañía Beck y Herzog preparaba la fundación de San Carlos y al lugar -despoblado todavía- llegaron los condes a principios de 1858, para ocupar el campo que habían comprado directamente a la firma colonizadora, viniendo a ser los primeros habitantes de la colonia.

El 19 de abril de 1861 fallece la esposa de León. A pesar de su pena, continúa el conde su obra en la colonia durante 5 años más, dedicados a la agricultura, al estudio y al cuidado de los enfermos. Por esa época se pone en contacto con el entonces gobernador de Santa Fe, Nicasio Oroño, quien vislumbrando en el conde un valioso ejecutor de sus proyectos, le adjudica un lugar de excelente ubicación para que funde una colonia en el paraje denominado Cayastá, 18 leguas al norte de la capital provincial, sitio en que aún quedaban familias de criollos y de una anterior reducción indígena, que había sido comprado por el gobierno a los herederos de Gabriel Quiroga. El 10 de abril de 1867 es acordada la autorización oficial para instalar la nueva colonia".

La tierra prometida


"León y su hijo Edmundo, seguidos por sus fieles amigos, casi todos suizos del cantón de Valais, parten como a la tierra prometida, hacia ese Cayastá de acento indígena que comienza a llamar su corazón con distantes tañidos de esperanza.

"La tierra a colonizar estaba en pleno monte, bordeada de caudales y esteros, y abarcaba tres leguas de fondo hasta el Saladillo Dulce, por una legua de frente sobre el río Cayastá o Pueblo Viejo o Colastiné, brazo del Paraná que hoy llaman San Javier, y que los pobladores hispanos denominaron de los Quiloazas, aludiendo a la tribu de los indios canoeros que solían navegarlo.

"Cuando llegaron los condes y los suizos encontraron en la ciudad abandonada vestigios de los antiguos solares españoles y un poco más al norte el resto de las reducciones nativas: tan sólo un puñado de indios acristianados y algunos descendientes de criollos, conquistadores apegados a la tierra que no habían querido dejar el lugar.

"Respetando los muros tres veces centenarios de la ciudad derruida y sobre el punto de las viejas reducciones delinearon los condes un pueblo de cien manzanas. Trajeron cuarenta familias labradoras, una parte directamente desde Europa. Otras siguieron a los nobles desde San Carlos y San Jerónimo del Norte. Casi todos eran católicos y suizo-franceses, y una minoría proveniente de los cantones suizos de habla germana. Establecieron las chacras, repartieron los solares y a una legua del pueblo los condes establecieron su estancia".

La noche trágica


"En 1877 fallece el conde León, quedando su hijo a cargo de la colonia y de todos sus bienes. Sintiéndose solo (pues permanecía soltero) busca el apoyo fraternal de la familia de Antonio Gaspoz, a quien lo asocia en ventajosas condiciones. Los años que siguieron fueron de ardua lucha por los derechos de la población con el fin de que los colonos pudieran tener legítimos títulos sobre sus tierras.

"Corría el año 1882. El domingo 6 de agosto el conde Edmundo se encontraba en su estancia con los niños y las niñas Gaspoz (que eran 9). De repente, ruido de cascos y ladridos de perros anuncian la llegada de jinetes. Sale el conde e invita a los cuatro recién llegados a desmontar y hacer noche, pues llovía intensamente. Los convida a sentarse a su mesa y compartir la comida. Sus invitados son cuatro criollos, con casi la misma vestimenta: saco, bombacha y bocas de charol, poncho color pampa, pañuelo al cuello y sombrero de alta copa. Tres de ellos, con poblada barba. Cirilo Lemos, el más locuaz señala que andan comprando reses que luego revenden en las pulperías.

"Así transcurre una velada, hasta que Lemos, atrayéndose la simpatía del conde, la promete regalarle un caballo y hablando de armas le pide le muestre la espada que el dueño de casa lleva al cinto. �ste accede y se la entrega. En ese preciso instante, a una señal, los cuatro se abalanzan sobre el desprevenido Edmundo y Lemos le clava la espada al par que los otros lo apuñalan y degüellan.

"Los feroces asaltantes exigen a los hijos de Gaspoz que les entreguen las joyas y el dinero que había en la casa. No consiguiendo su cometido totalmente, asesinan a las niñas en forma brutal. Sólo un niño, Antonio, logra escapar de la casa y pedir auxilio a los vecinos".

Mariana Rivera