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Swingers: esa extraña integración

Son matrimonios de clase media alta que actúan en silencio. Nadie sabe dónde están, quiénes son, cómo organizan sus encuentros ni cómo viven la sexualidad comunitaria. Swingers en la Argentina, sí. Swingers en Santa Fe, también.


Un aviso clasificado en nuestro diario ("Pareja busca pareja") y un número celular. Sólo eso. Ellos se entienden.

Al teléfono lo contestaba una voz grabada de hombre que solicitaba a quien llamaba su mensaje y número. Tal vez un filtro, tal vez la forma de seguir en el anonimato.

Swingers: parejas que intercambian parejas para las relaciones sexuales, sexo en grupo. Una noche, y al otro día cruzarse en el banco y "ni te conozco ni me conocés".

Alguien dirá: "Yo pensé que eso sólo se veía en las grandes ciudades, en la Capital". Pero no, la movida swinger, como ellos mismos llaman a este tipo de relaciones que cada vez tienen más adeptos.

Swing, esa palabra inglesa que al castellano se traduce como girar, girar hacia la pareja ajena, en un marco de impunidad con la propia; dejar que la pareja propia gire para cumplir sus fantasías con otra persona, con alguien que no es él o ella. Los swingers dicen estar formando una cultura de parejas libres, generosas, poco atadas a las normas de la sociedad conservadora. Para ellos los celos no existen, la fidelidad es sólo un acuerdo y las relaciones deben ser poligámicas.

En el país


La movida swinger en la Argentina comenzó hace alrededor de cuatro años. Antes el tema estaba oculto. Pero con la salida de Entre Nosotros y entrenos.com, según cuenta Beatriz, una de las promotoras de la idea en el país, "se comenzó a difundir nuestra filosofía de vida y se demistificó el swinger. La gente ve que no somos ni fiesteros ni locos, por el contrario, gente madura y con códigos de relación y comportamiento, que somos parejas, gente común, pero con una sexualidad amplia y no encasillada".

Ellos dicen que en la Argentina pululan 25.000 parejas swingers. �Curiosidad? �intención? Lo cierto es que en la página de Entrenos ingresan 3.000 personas por día.

Hay muchas formas de ingresar al mundo swinger. Hoy es sencillo: existen teléfonos y revistas que circulan en los ámbitos de aquellos que los buscan. Hay webs en los que se difunden videos: se ven, se citan, se concreta el encuentro. En la Capital, en los boliches, bailan, se relacionan y concretan. Una experiencia segura, un ambiente de "respeto", donde se disfruta del intercambio. Segura, en el sentido en el que ellos mismos la califican: "Se rechaza la droga, el alcohol en exceso y se practica la buena onda".

También demistifican el aspecto homosexual de los encuentros, no así el bisexual. Dicen que el "bi" tiene la "capacidad de, sin dejar de ser hombre o mujer, disfrutar el sexo en ambas categorías". Que esto se da "más en la mujer, pero que de a poco se amplía en los bisexuales varones".

Fieles a su idea


Respecto de la dicotomía fidelidad-infidelidad, un dato rescatado de una página dedicada al tema en Internet señala que no llega al 2 % en número de parejas que tuvieron problemas afectivos por un cruce de sentimientos con otra pareja. "Según encuestas serias, el 60% de los hombres y el 40 % de las mujeres alguna vez le fueron infieles a su cónyuge. Sin dudas el swinger es más seguro en cuanto a preservar los valores de sinceridad y respeto por la pareja", opina el matrimonio formado por Beatriz y Daniel, responsables de esta web.

No drogas, no alcohol, no homosexuales, no prostitución, no sentimientos. Control. Para la licenciada Griselda Robles, secretaria científica del Colegio de Sicólogos santafesino, "fenomenológicamente hay una apertura en la sociedad actual bajo la idea de que el sexo se puede vivir libremente: intercambio de parejas, relaciones con gente del mismo sexo, distinto sexo, etc. Pero creo que ser swinger es una manera ingenua de `no ser infiel', por ejemplo, porque está supuesto que el infiel es siempre cuando quiere y se cree que se puede controlar racionalmente lo sexual, y hay cosas que no son controlables por el sujeto mismo. Existen miles de casos en que se comienza con una infidelidad y el sujeto termina enamorándose sin querer".

Pero los involucrados en los intercambios de pareja repiten que las experiencias son seguras (en todos los sentidos), que existe entre ellos ese marco de respeto, comunicación y sinceridad y que no tienen por qué contarle a nadie lo que hacen en la cama.

Ser swinger. Dar, en cierta forma, la espalda a una sociedad, a los valores de una cultura aún no desterrada; creer en una propuesta silenciosa que crece despacio, que comienza a ser ignorada, que conoce el sentido del silencio, pero en pareja, de a dos, de a cuatro. Momentos compartidos entre gente que cumple con la regla de casarse ante un registro civil, ante una Iglesia, pero que de puertas adentro dan rienda suelta a las -como ellos dicen- fantasías. Un límite limitado, una bofetada medida, un cambio oculto. En síntesis, un camino oscuro, solitario y temerario, pero con sus banquinas cortadas al sesgo, y que se recorre con el cinturón de seguridad bien puesto.

Made in Santa Fe


Alicia y Javier son una pareja swinger. Son santafesinos, sí de esta ciudad de 400.000 habitantes, donde ser prostituta, madre soltera, gay o una persona casada infiel, es un escándalo. Usted se los puede cruzar por la peatonal o la costanera y no ver más que un lindo matrimonio de profesionales (ambos lo son) que llevan 17 años de casados.

"Somos una pareja muy unida -dicen- con gran comunicación. Teníamos fantasías en nuestra intimidad, veíamos videos, usábamos juguetes... esas cosas. De alguna manera metíamos a un tercero, con el tiempo lo conversamos, y decidimos probar".

-�Cómo hacían los contactos en Santa Fe?

-Pudimos relacionarnos por medio de la Internet. Allí había parejas de la zona que publicaban en una página web determinada. De todas formas nos costó bastante, acá la gente es muy temerosa y duda mucho antes de ir a una cita. En la ciudad no hay lugares para las parejas swingers.

-�Cómo ven a la sociedad respecto de las parejas swingers?

-Hay cientos de parejas en Santa Fe que publican avisos en la web o la revista, pero por otro lado acá el tema es tabú, hay un doble discurso, una doble moral... En Buenos Aires cientos de parejas van a boliches y otras tantas se reúnen en grupos; nosotros, la mayoría de nuestras experiencias las vivimos en Capital Federal.

-�El motivo del ocultamiento es por prejuicios propios o ajenos?

-La sociedad juzga por la moralina que le imponen, no por sus gustos o deseos. En eso somos prejuiciosos, pero por otra parte ni el uno ni el otro creemos cuál es nuestra vida sexual, eso es cosa de la pareja, nosotros elegimos como personas maduras este juego y es parte de nuestra intimidad.

Cerradura


Es verdad, en Santa Fe no existen lugares predeterminados para el encuentro swinger. Cuando se llega a la cita, a la reunión, ésta se realiza en casas particulares, de alguna de las dos parejas. "Creemos que con el tiempo eso va a cambiar, está creciendo el número de swingers en Santa Fe", se esperanzan Alicia y Javier.

Dicen también que no hay forma de reconocer a una pareja swinger en Santa Fe, pero que en Buenos Aires se suele llevar un llavero con una cerradura, como lugar común, como manera de decir "yo, nosotros, estamos en la misma que vos".

También resaltan que no aceptan "profesionales" de la prostitución en "este juego. No es lógico, así no hay intercambio. Esto es para gente con ganas de vivir un sexo diferente y una prostituta/o participa profesionalmente del juego".

Una propuesta comercial


La licenciada Robles opina que existe "algo comercial en este juego. Una oferta arreglada, que no entra en el rubro de la pornografía, pero que se parece. Al menos en lo que se puede encontrar en Internet, vienen con un paquete armado de pubs, libros, hoteles, links, donde se puede enmarcar al sexo como mercancía. Se aprovecha mucho la fantasía del neurótico: poder gozar sin límites, hacer todo tipo de experiencias sexuales nuevas sin dar cuenta de que hasta el propio cuerpo es algo finito, limitado.

"(La movida swinger) intenta reflotar una ideología de la década del '60, de creer que la represión social es exclusivamente un mecanismo sexual. Se creía que si se modificaban la sociedades, haciéndolas menos represivas, se podía vivir una sexualidad sin barreras. En un cierto sentido se vuelve a eso, la idea de la utopía comunitaria, socializar el sexo. Esa utopía fue un fracaso, forma parte de una ilusión de levantar la represión sexual, liberar las sociedades y no se toma en cuenta que la represión es un destino de la pulsión y, para Freud por ejemplo, represión hay y va a haber siempre.

"Lacan decía que no hay nuevas perversiones que inventar. Lo que hay ahora es una especie de `borramiento' entre la frontera de lo público y lo privado, ahora se muestra lo que antes no. Y es la reafirmación de los derechos humanos lo que trajo esto de reivindicar el derecho a gozar.

"Creo que mucha gente se engancha en este marketing sin saberlo. Es verdad que la pareja ha cambiado, que hay un vacío y que la gente ya no vislumbra encontrar satisfacción si no es en lo sexual, y viviendo en una sociedad tan capitalista como la nuestra es muy difícil que no se haya pensado en dar una respuesta comercial a esta demanda".

María Valentina Quiroga