Región: REG-01
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Malabrigo: Neboquelatél,

madre de las palmas

Un típico paisaje del arroyo Malabrigo, con sus aguas reflejando el pintoresco marco de palmares.. 

El mapa santafesino está surcado por una generosa variedad de cursos fluviales, lagunas y esteros. Algunos de ellos, como el arroyo Malabrigo, atesoran facetas destacadas de la historia provincial.


(Por Darío Orlando Sager).- Desde alrededor de una centuria a esta parte, la palabra Malabrigo se asocia, invariablemente y en primer lugar, con una comunidad enclavada en el sudoeste del departamento General Obligado, distante 286 kilómetros de la capital santafesina.

Malabrigo ha ganado en protagonismo, tanto a nivel provincial como nacional, merced a la calidad de los frutos de su tierra. "En las últimas décadas nos fuimos insertando a lo largo y a lo ancho del país con nuestra producción de naranjas y mandarinas", puntualizó Omar Zampar, intendente de esta ciudad. A tal punto esto es así que hace unos años se la declaró oficialmente Capital Provincial del Citrus.

En la faz económica, su principal empresa es la Cooperativa Agropecuaria de Malabrigo Limitada. "Si bien trabajamos en la región, tenemos proyección nacional e internacional a través de las operaciones con ACA", destacó Gerardo Macín, gerente de esa casa.

El vocablo tampoco le es ajeno a quienes transitan por la ruta nacional N° 11 y su paralela provincial N° 1. Sin dudas, llevan en sus retinas el paisaje que enmarca a los puentes construidos en esas vías de comunicación, que cruzan el arroyo Malabrigo. Aun así, pocas personas conocen detalladamente la procedencia de tan curiosa toponimia que le fuera impuesta a ese cauce de agua.

Un nombre antiguo


"La denominación Mal Abrigo o Malabrigo es tan vieja como la historia de nuestro Chaco santafesino", aseguró el recordado historiador reconquistense Manuel H. Roelli,
en oportunidad de una visita a Romang. Precisamente, esta localidad costera fue bautizada Colonia Mal Abrigo por su fundador Teófilo Romang, y recién algunos años más tarde incorporó su nombre actual.

De igual modo, también tuvo este nombre la estación fluvial utilizada por aquellos colonos en el río Paraná. El puerto Mal Abrigo fue para Romang el punto concentrador de cargas y pasajeros hasta bien entrado el siglo XX y, además, hay una isla entre Santa Fe y Corrientes que lleva ese nombre. A todos, el arroyo Malabrigo les gana por lejos en derecho de antigüedad sobre esa denominación.

Voz de los abipones


Hace tantísimos años, el estudioso Martín Dobrizhoffer, en su "Historia de los abipones", consignó que estos aborígenes llamaban Neboquelatél
al arroyo designado Mal Abrigo por los españoles en los días de la conquista.

El uso y la costumbre transformaron este vocablo compuesto en la unitaria expresión Malabrigo, tal cual se la conoce en todas partes desde varias generaciones hasta el presente.

Según este paciente investigador, el referido término indígena significaría -palabra más, palabra menos- algo así como "agua madre de las palmas".

También abordó el tema el profesor Dante Ruggeroni, en su analítica obra "Malabrigo, cien años de historia".

Asimismo, lo trató un grupo de jóvenes estudiantes lugareños en el "III Congreso de Historia de los Pueblos de la Provincia de Santa Fe", organizado en 1998 por el gobierno santafesino.

Hace pocos años, se materializó una valorización concreta de esta ancestral toponimia. El gobierno municipal malabriguense utilizó por primera vez para el citado curso de agua la doble denominación Arroyo Malabrigo-Neboquelatél. Lo hizo mediante carteles identificatorios en sendas cabeceras del puente construido sobre la ruta provincial Nº 88 S, a la altura de Campo Ramseyer, en el camping que también se llama Malabrigo.

Agua, arena y palmares


El sinuoso arroyo Malabrigo nace unos 50 kilómetros al noroeste de Reconquista, originado por dos zanjones que parten de los esteros y lagunas ubicados entre las localidades de Garabato y La Sarita. Muy próximo está el hito limítrofe interdepartamental Vera-General Obligado, cuya actual traza modificada en 1980 aprobó el Ministerio del Interior, cuando era su titular Albano Harguindeguy.

Entre palmares, montes y cañadones, el milenario cauce serpentea plácidamente con rumbo al sudeste. Tras recorrer casi un centenar y medio de kilómetros, finalmente llega hasta Romang, donde sus aguas salobres ingresan al torrente del río San Javier, que fuera conocido como Quiloazas en los días fundacionales de Santa Fe La Vieja.

La paternidad del nombre arroyo Malabrigo para este curso hídrico se adjudica al conquistador español Juan Gregorio Bazán. En agotador viaje desde Santiago del Estero hacia Asunción del Paraguay, arribó a sus orillas en 1568, buscando refugio en jornadas desapasibles, pero sólo habría encontrado mal abrigo en el lugar para su famélica y extenuada tropa.

Inclusive Juan de Garay -en un relevamiento de tierras interiores- pisó el mismo lugar hacia 1874, "hallando allí un frasquillo y una cruz de algarrobo que habían dejado aquellos expedicionarios", según puede leerse en una investigación realizada por la malabriguense Clelia Hilda Sigel, nieta del fundador de Colonia Ella, para el "I Congreso de Historia de los Pueblos de la Provincia de Santa Fe", convocado hacia fines de 1981 a instancias del gobernador Rodolfo Luchetta.

El nombre de la ciudad


Paradójicamente, el nombre de la ciudad citrícola no tiene estricta procedencia en el legendario arroyo. Cuando Federico Sigel fundó Colonia Ella -denominación original de la actual ciudad de Malabrigo- el 18 de junio de 1897, ya hacía cinco años que la compañía ferroviaria Fives Lille había inaugurado allí la Estación Malabrigo.

Esta empresa generalmente utilizó los nombres más antiguos vinculados con el lugar de emplazamiento para designar a sus estaciones, de modo que no existe en este tema una relación directa entre la ciudad y el arroyo, habida cuenta de que el conglomerado urbano tomó en forma posterior su denominación a partir del asentamiento ferroviario preexistente, y no del cauce hídrico, como podría suponerse.

Un par de años atrás, alguien sugirió la peregrina idea de cambiarle el nombre a la ciudad, proponiendo rebautizarla como Neboquelatél. Seguramente, quien lo hizo desconocía este elemental detalle histórico. Tal insinuación también soslayó el hecho de que, al hablar del terruño natal, sus habitantes jamás utilizaron otra palabra que no fuera Malabrigo, ya que lo de Colonia Ella sólo tuvo uso en documentos y protocolos.

La provincia de Santa Fe así lo reconoció oficialmente, mediante la ley Nº 5.700, la cual indicaba que para los casos de localidades de doble denominación se debía optar por el topónimo más antiguo y de uso cotidiano entre sus habitantes, como en el caso de Colonia Ella y Malabrigo. La citada norma fue promulgada por el gobernador Aldo Tessio el 24 de octubre de 1964, convalidando en los hechos algo que estaba instalado en el decir de la gente.