Nosotros: NOS-09
Nosotros

El raid delictivo de la aceituna

Sigo con el tema de la limpieza, mis chiquitos. Quién sabe dónde esconden ustedes la tierra. Y hasta en la casa más copetuda y bien puesta es probable que los pelusones dancen y se meneen debajo de las dos plazas y media, el cubrecama de marca o la moquette importada. Y quiero saber también qué hacen con la moquette.


El humano es una máquina de ensuciar. No lo descubro yo ahora: hay estudios científicos sobre la cantidad y el contenido de la basura que expulsamos afuera de nuestros domicilios, mientras nos aseguramos mecanismos más o menos pudorosos para que lo desechado desaparezca de nuestra vista. Y después que se arreglen: si lo tiran al lado, en un río, en una cava con un cartel lleno de eufemismo que dice relleno sanitario, o donde fuera, ya no es problema de uno, que para eso hemos pagado los impuestos, o creo que los hemos pagado, bah, a esta altura no sé...

Fíjense en una casa cualquiera. En la suya. Dígame con una mano en el corazón (en el corazón dije, no se me haga el o la graciosa) dónde corno va a parar esa aceituna que se le cayó anoche, cuando usted ya estaba medio adobado de vermú y los platitos mal se sostenían. La aceituna se cayó, resbalosa como es, y se fue patinando hasta, pongamos, debajo de la heladera y usted, con una mano en el corazón, ni con ocho manos, no se va a tirar cuerpo a tierra por unos cuantos motivos: porque son ya las doce de la noche, porque debajo de la heladera no se ve un pomo (menos una aceituna) y porque de última la artritis o el sueño no se lo permitirían.

�Qué hacemos con la aceituna? Ya pasó toda una noche y en su blando resbalar hasta detenerse cerca de la pata trasera derecha, arrastró algunas pelusitas inevitables y ya se hizo un amasijo medio pegoteado. Al otro día, póngale que usted se acuerda de que se le cayó la aceituna (bueno, a todos nos pasa alguna vez: no es tan grave), y hasta hizo el intento con la espumadera describiendo un dispar semicírculo rastrero. Se trajo un corcho, un pedazo de algo indefinido, pero de la aceituna ni noticias. Yo no lo voy a decir que usted tiene que entrar a procesar en su interior la irreparable pérdida de la aceituna, o ir al psicólogo por ello, pero sí le llamo la atención sobre otra noche y otro día completo del esquivo fruto debajo de la heladera, haciendo sociedades secretas, se lo digo con una mano en el corazón, con cuanta patología anda dando vueltas. Eso ya no es una aceituna: es un monstruo, una amenaza, un olivo mutante. Y a usted no le alcanza tanto la paranoia para ponerse a correr la heladera, con lo que cuesta, sólo para encontrar una aceituna de porquería que se cayó por ahí abajo.

Dejemos en paz a la aceituna. �Qué hacemos con las dos gotas de yogur que se caen al piso y que usted después desparrama con la suela de la chancleta? �Qué hacemos con el lateral de la cocina o la misma heladera, chorreados también por distintos líquidos? �Qué con las arañas apátridas que tienden su tela en el mínimo resquicio que queda entre la cocina y el mesón, un espacio no lo suficiente grande como para que entre una escoba, pero sí para que se caiga y no vuelva una cucharita de té, o se fugue rápida una cucaracha, o vengan las jodidas hormiguitas haciendo su camino hasta la alacena?

También tenemos la bocha de helado, que se cae definitiva, de una vez y para siempre, de la inquieta mano blandida del nene (el propio o el sobrino, no importa: el helado se le cae igual) hasta el sofá del living retapizado a nuevo con pretensioso jacard marfil, marfil con chocolate ahora, mientras uno dice no es nada, no es nada y agradece que el trabuco del abuelo, colgado de la pared, está descargado. Las bochas de helado son inapelables, no hay retorno, porque cuando presuroso uno vuela a limpiarla, la muy cretina se corre y patina sobre la superficie de que se trate, licuando su pegajosa consistencia, derritiéndose de puro jodona que es nomás...

No quiero inquietarlos: la parte de atrás de los espejos. Ajajá. Y entre el respaldo de la cama y la pared, y en la caja de plástico del televisor, allí, por los respiradores, �no hay arácnidos, ácaros, bichitos dañinos? �O usted cree que ahí vive Brad Pitt? Quiero decirles que en una casa, más si tiene unos añitos, hay infinitos sitios donde se agazapa, se repliega y en algún momento contraataca la mugre más mugrienta, a pesar de nuestros pisos relucientes y de nuestra enfermiza idea de salir a limpiarlo todo rápido, que ni la sobremesa puede hacer uno tranquilo.

Cuando eso pase, les recomiendo que se muden de domicilio para desorientar el accionar de los gérmenes. Y cuando corran y carguen la pesada heladera, no se olviden de encontrar y tirar por fin la odiosa aceituna.

Néstor Fenoglio