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A tiempo para disfrutar del amor de su familia

Una vida de sacrificios y mucho trabajo merece la tranquilidad de un descanso para hacer todo aquello para lo que no quedó tiempo. Así lo decidió Ángel Carusso, al cumplir sus 77 años.


El 26 de agosto de 1923 nació en Lioni, Provincia de Avelino, Ángel Carusso, italiano de origen pero con su corazón plenamente enamorado de esta Argentina que supo brindarle oportunidades. Un año más tarde, su padre -que era jornalero- y sus tíos se embarcaron hacia Argentina en busca de un futuro próspero, capaz de cobijar a sus hijos de la miseria que reinaba en Europa después de la guerra.

Al poco tiempo todos estaban trabajando: su padre en el ferrocarril y sus tíos en el Puerto de Santa Fe, dos de las principales fuentes de trabajo en este país en crecimiento.

Construyeron sus viviendas en el barrio María Selva, sobre calle San Luis al 6200 y recién entonces decidieron que era tiempo de reencontrarse con sus familias. Habían pasado tres años. 1927 llegaba a su fin cuando Ángel, junto a su madre pisaron tierra Argentina.

"El viaje se hizo largo -recuerda Ángel Carusso-, fueron 21 días de vapor".

A los pocos meses de la llegada se trasladaron a la localidad de Gobernador Vera, en donde permanecieron sólo dos años, y luego regresaron a Santa Fe.

"Los primeros cuatro años de educación los hice en la Escuela Stefenson, mientras que quinto y sexto grado en La Salle Jobson; allí fui medio pupilo", recuerda Carusso, quien desde muy joven comenzó a realizar sus primeros trabajos, los cuales marcaron una vida de lucha y sacrificios.

"A los 15, y durante dos años, trabajé en la Herrería de Olimpio Chiarelli, ubicada en Juan del Campillo y Aristóbulo del Valle. Se trabajaba mucho en carrocería y trabajos para la expreso Villalonga y, también se fabricaban acoplados de 20 toneladas".

Entre 1941 y 1947, trabajó en la chacarita y mecánica de Santo Sacco e hijos y aprovechaba la noche para estudiar Teoría y Solfeo, de lo que obtuvo el título.

Los feriados, sábados y domingos, los cines Apolo Esperancino y Mayo escuchaban su voz, cuando Carusso, el caramelero, ofrecía sus tentadores productos a quienes de traje y corbata asistían a la función.

Su vida era sinónimo de trabajo. Durante 4 meses aprovechó los descansos de sus cuñados para desempeñar actividades en el diario El Orden, dos veces por semana.

Carusso recuerda los bailes que frecuentaba, en los que tanto se divertía: Centro Gallego, María selva, Unión y Trabajo, Ferrocarril Oeste, Fomento 9 de Julio, Sportín, Escalante, Santa Rosa, República del Oeste, Independiente, Regatas, Liberal, Confitería Florida y El pabellón.

Quizás en alguno de ellos encontró a su amor: Elsa Hernández con quien se casó el 25 de julio de 1947 y tuvo 4 hijas.

"Ese mismo año tuve la suerte de que se modificara la altura para poder ingresar a esos bailes: de 1,65 pasó a ser 1,63 por lo que me pasé por un centímetro", relata.

Sus actividades en el ferrocarril lo acercaron hasta el Dr. Esteban Laureano Maradona, quien en oportunidad de encontrarse en la localidad de Estanislao del Campo, en la provincia de Formosa, debió atenderlo.

Anteriormente, se desempeñó como foguista para los trenes del Ferrocarril Roca de pasajeros "para correr a San Carlos de Bariloche".

Su primer traslado fue a Moisés Ville. Allí estuvo durante 3 años y cuando regresó a Santa Fe, obtuvo su carné de conductor de locomotora de vapor, otorgado por inspectores nacionales. Más tarde, obtuvo los certificados de Locomotora a vapor diesel eléctrica y coche motor, todos merecidos por los años de vida dedicados al ferrocarril.

En sus tiempos libres viajaba a Resistencia, Paso de la Patria y a la Iglesia de Itatí en uno de sus primeros vehículos: un Creisler modelo '28.

Cuando Ángel tenía 55 años obtuvo la jubilación por "trabajo insalubre". Sin embargo, no pudo quedarse de brazos cruzados: trabajó 2 años en la curtiembre de Pascual Hnos., 5 en Hidrasol, 4 en la panificadora Panfé, 2 en la Herrería de Oscar Andrada y 6 en el supermercado Delca.

Después de 22 años de obtener su jubilación y de una vida signada por el trabajo para conseguir cierto bienestar, Ángel Carusso decidió que era tiempo de descansar. Así, una vez por mes se reúne con sus más de 35 amigos del Club Liverpool en una peña en la que los recuerdos son los protagonistas. "A los 77 años quiero disfrutar de los pocos años que me restan para descansar y pasar más tiempo con mis nietos, familiares y amigos".

Una buena decisión: "�De qué sirve tanto trabajo si no me quedara tiempo para disfrutar buenos momentos con los seres queridos?".

Lía Masjoan