Cavallo de regreso para el décimo
aniversario de la Convertibilidad
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El sistema requiere de cambios estructurales para que sea viable. Argentina acumula dos años seguidos de retroceso económico. El autor de la nota defiende la Convertibilidad. Pero afirma que hace falta una cirugía mayor en la Argentina.
La memoria suele resultar una función complicada, en especial, si en ella habitan episodios traumáticos. La mayoría de las veces el ser humano trata de escapar de ella aunque tarde o temprano queda atrapado en algún laberinto. Y así como esto le ocurre al ser humano también le sucede a las sociedades en algún momento de su historia.
Cuando el entonces y el actual ministro de Economía, Domingo Cavallo, asumió el cargo en enero de 1991 se topó con una situación de alta volatilidad financiera y cambiaria, signada por urgencias y por un escenario plagado de riesgos.
Aquel mes se convirtió en el punto culminante de un largo torbellino hiperinflacionario que dejó a la Nación maltrecha y al borde de su extinción. El inicio podría situarse a comienzos de los '70 y durante 20 años horadó los cimientos construidos por varias generaciones de argentinos.
Luego de la fallida confiscación de plazos fijos decidida por la administración menemista a fines de 1989, no quedaba mayor margen de maniobra. Los desequilibrios estructurales de la economía no daban margen para intentar "tapar el sol con las manos".
Una muestra fue que la paridad de la moneda nacional (el austral), con el dólar había caído en un 50%. Las deudas y los créditos se potenciaban a la velocidad de la luz merced a espurios mecanismos de indexación que tornaban a la economía a un gran quebranto generalizado.
Luego de un debate estéril por dolarizar la economía a fines de 1989, Cavallo intentó poner orden a una situación caótica en medio de un estallido hiperinflacionario.
Así comienza a diseñar un esquema que ponga freno a las indexaciones y devuelva a la moneda un valor certero. El Austral había sido virtualmente liquidado y era preciso dar credibilidad a la Argentina. El proceso de privatizaciones ya se había iniciado y los inversores en medio de este desbarajuste iban a salir espantados, haciendo fracasar cualquier intento de inserción en la internacionalización de los negocios.
Cavallo entonces apeló a la memoria y extrajo de ella el modelo de "caja de conversión", aplicado en el país, a caballo de los siglos XIX y XX. Este esquema le había permitido a la Argentina ser una nación atractiva para las inversiones y las migraciones y un crecimiento sin precedentes, colocándola entre las 10 primeras naciones del mundo.
El esquema debía estar basado sobre cimientos sólidos que erradicaran las causas de la hiperinflación. Cavallo lo tradujo en la ley 23.928, de apenas una docena de artículos que le sirvieron para terminar con dos décadas de pérdidas netas.
En primer lugar, se intenta una vuelta al nominalismo y se consagró la conversión del austral con el dólar bajo una relación de 10.000 australes=1 dólar, obligando al Banco Central a vender las divisas que le sean requeridas y estableciendo que el total de las reservas de libre disponibilidad constituyen la prenda común de la base monetaria.
Algunos estudiosos sostienen que se consagró con esto el bimonetarismo. Este debate se proyecta hasta nuestros días y al cual el propio Cavallo se encarga de abonar. En realidad, la ley consagra el multimonetarismo, y veremos por qué.
En segundo lugar, Cavallo ataca a la indexación y prohíbe toda actualización monetaria por cláusula de precios, variación de costos o repotenciación de deudas, cualquiera fuera la causa. Es más, la ley, por su carácter de Orden Público, deroga cualquier norma que permita la indexación de precios, costos, repotenciación de las deudas, impuestos, tarifas, o precios. Luego con el tiempo, el propio Cavallo borraría con el codo lo que escribió de su puño y letra, al renegociar los contratos de concesión y privatización de servicios, lo cual convierte a estos actos en blanco de nulidad, a pesar de que el paso del tiempo pretenda dejar en el olvido.
En la parte final, la ley reforma tres artículos claves del Código Civil que implican no sólo el fin de la indexación sino también la consagración de la Convertibilidad como sinónimo de multimonetarismo.
Primero, transforma a las obligaciones que se cancelan con moneda extranjera en obligaciones de dar sumas de dinero. Hasta ese momento, eran consideradas como de dar cosas.
Segundo, y esto es lo sustantivo, reforma el artículo 619 del Código Civil y ordena que "Si la obligación del deudor fuese de entregar una suma de determinada especie o calidad de moneda, cumple la obligación dando la especie designada, el día de su vencimiento".
Este artículo es tal vez el que mayor certidumbre genera en todo el andamiaje de la Convertibilidad. Ahora, cuando el propio Cavallo lanza al ruedo una eventual salida de la conversión con el dólar, el debate se hace estéril porque la ley es lo suficientemente clara y explícita: El que debe cancelar una obligación en dólares, lo hará entregando dólares; el que debe euros, lo hará con euros y el que debe yenes, lo mismo; y así con cualquier divisa. El problema no es la conversión sino las fluctuaciones de las monedas entre sí y la operación de arbitraje. La convertibilidad es absolutamente viable.
Más allá del anclaje monetario, el sistema requiere de cambios estructurales de la economía para que sea viable. En primer lugar, una férrea disciplina fiscal porque el Banco Central de la República Argentina tiene enervada la posibilidad de emitir dinero para financiar el déficit del Erario. En segundo lugar y para defenderse de las fluctuaciones monetarias de otras divisas, la economía debe ganar en competitividad y para ello lograr reducir costos.
La disciplina fiscal es una asignatura pendiente que impide a la Argentina graduarse e ingresar al concierto de las naciones más progresistas del orbe. Se intentó llegar al objetivo mediante las privatizaciones de las empresas del Estado. En parte y con un alto costo, se logró, pero no fue suficiente.
Se apeló a una consolidación de la deuda pública interna y externa, para mitigar el impacto de créditos vencidos y exigibles. En parte, se logró pero no fue suficiente tampoco.
A esta altura, el costo que debió pagar la sociedad había sido muy elevado. Los delirios y megalomanías de los políticos de turno tiraron abajo todo el esfuerzo realizado por la sociedad. Aplicaron mano fácil al endeudamiento y al aumento de la presión fiscal para financiar una estructura de poder obsoleta y absolutamente improductiva. El resultado fue una combinación altamente explosiva: desempleo, marginalidad, recesión, elevada presión fiscal y pérdida de competitividad.
Ahora estamos nuevamente a fojas cero. Ayer, el peligro era una devaluación monetaria. Hoy, es el default. Ayer, el peligro era una loca carrera del dólar. Hoy, la loca carrera la disputa el denominado riesgo país.
La Argentina necesita abrevar nuevamente en las fuentes de la Convertibilidad para salir del estancamiento. Cavallo también y debe desechar cualquier tentación política por más apetitosa que se le presente. Pero debe hacerlo dando señales de certidumbre y seriedad que no son otras que un estricto apego a la ley.
Si las autoridades cumplen con el mandato legal, la Nación habrá ganado en competitividad y habrá superado años de frustraciones y martirios. Si se insiste en el facilismo, el privilegio de la clase política y sindical, los pactos y los arreglos trasnochados, la corrupción y la demagogia, la Argentina caerá irremediablemente en el precipicio. Hoy como hace 10 años, el desafío es supremo y hace falta una cirugía mayor.
Miguel Angel Rouco (DyN)