Ballet en la inauguración de temporada
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En un teatro que va adquiriendo antiguos esplendores, se presentó el Ballet Clásico de Madrid, grupo que pese a ser fundado en 1950 lleva apenas seis meses de renovación.
Merced al accionar conjunto de las subsecretarías de Cultura, provincia y Municipalidad brindaron a un precio de entrada más que accesible, la oportunidad de disfrutar de un digno espectáculo que concitó el interés del numeroso público asistente. Como inauguración de la temporada oficial, se ofreció un programa compuesto por dos reconocidas obras de Manuel de Falla, ahora con coreografías de Adolfo León.
El sombrero de tres picos y El amor brujo son piezas pantomímicas en un acto estrenadas en 1919 y 1915. La primera se inspira en la conocida novela de Pedro de Alarcón y ambas tienen libreto de Gregorio Martínez Sierra. Su música, uno de los trabajos más brillantes de De Falla, experimentó sucesivas transformaciones tanto por avatares políticos, como por preferencias de los autores del ballet. Finalmente, quedó un trabajo en el cual la música profundizó con frescura pasajes de coloratura irresistible.
La versión orquestal elegida en esta oportunidad carece del brillo necesario y ésa sea tal vez una de las causas por las que la coreografía nos resultó monótona y por demás convencional. Estilizada en exceso, con abusos de recursos pantomímicos, cae en un híbrido anodino donde no se destacan conocidos momentos de bravura, tales como la danza del molinero y la jota final, que darían un ritmo estimulante a la versión. Distinta visión escénica y coreográfica tuvo El amor brujo, haciendo acertado uso de transparencias y juegos espaciales. En esta obra se funden elementos andaluces y gitanos que conviven en la España meridional, para brindar imágenes que evocan antiquísimas ceremonias rituales.
El numeroso grupo de bailarines jóvenes que nos visitó tuvo correcta actuación en lo relativo al aspecto técnico dancístico, que por otra parte es imprescindible, pero careció de elementos interpretativos que hicieran creíbles las situaciones argumentales necesarias en el género que abordaron. Es ponderable la interpretación de la Hechicera que infundió la fuerza telúrica que esta obra requiere. Destacable también el vestuario de ambas piezas, aunque con algunos cambios innecesarios como no sea el puramente estético.
Director general: Odilio Domínguez.
Director artístico: Laurentiu Guinea.
Maestros: Ricardo Franco y Mónica Puerta.
Coreógrafo: Adolfo León.
Bailarines: Aurora Zerdán, Mónica Puerta, Rocío Pleite, Alberto Pérez, Mauricio Villa, Aurelian Scanella, Rebeca Ortega, Silvia Morales, Andoni Larrabeiti, Edgar López, Mónica Trujillo, Sira Virseda, Gema García Moresco, Raquel Gómez, Jrice Cox, Iván Pontón, Mikel Larrabeiti, Lola Pérez, Miguel Jara y Domingo Aranda.
Producción general: Adagio Arte - Buenos Aires.
En el Teatro Municipal 1° de Mayo.
Mario Giromini Droz