Nosotros: NOS-04
Nosotros

Diario de un navegante

El Arca del Sur surca los ríos de tinta desde hace casi 9 años. Cargada de poesía e ideas, la nave timoneada por Alejandro Alvarez regala belleza e invita a la participación.


Primavera de 1992, Santa Fe. De las orillas del río marrón zarpa una nave de jóvenes sueñeros, lanzados a la aventura del libre pensamiento. Voluntad, decisión y un puñado de versos bastan para que El Arca del Sur se lance a navegar.

Un Noé nacido en este rincón del mundo timonea este viaje al corazón del ser humano. Se llama Alejandro Alvarez y tiene un Norte claro y firme: albergar en su arca aquellas voces que nos hacen pensar, que rescatan nuestra manera de ser y de sentir y nos ayudan a forjar una forma propia de vivir en este mundo, desde este lugar.

Alejandro eligió una herramienta esencial para sumar viajeros: la comunicación. Y optó por la poesía como compañera de navegación. En El Arca del Sur, la revista de distribución gratuita que creó hace casi 9 años, es posible encontrar una frase, una imagen, un poema, una canción o un texto que invita a la reflexión.

En este navegar para despertar los sueños, Alejandro se plantea, simplemente, crear vínculos de comunicación y llegar a la mayor cantidad de gente posible. Por eso la revista es gratis, para que la pueda seguir leyendo alguien que no tiene recursos o que, a veces, por una cuestión formativa, no es de lectura habitual.

Cuando se imaginó El Arca, Alejandro era estudiante universitario, lector y sensible al arte en todas sus expresiones. No éramos más que lectores interesados en difundir cosas. Y hoy lo sigo viendo así. Para mí El Arca es como que alguien va haciendo una especie de antología permanentemente, va seleccionando cosas, como si fuera exprimiendo una biblioteca.

Por eso no nos importa el origen de los textos que publicamos, porque en la revista hay textos de escritores de distintas épocas y de distintos lugares. Lo del Sur del título hace referencia a una posición desde donde mirar el mundo, pero que no excluye al resto. Uno puede aprender, tomar y multiplicar cosas del resto de la humanidad.

Arte participativo


Los textos de El Arca, que pasan de mano en mano y pueden encontrarse en los lugares más insospechados de la ciudad -en un centro cultural, a la salida de un espectáculo, en un negocio céntrico o en una librería-, invitan a tener una visión crítica de nuestra realidad.

Nosotros planteamos cuestionamientos a las formas alienantes con las que vivimos. Si bien uno no se puede hacer cargo de todo lo que ocurre, se trata de decir: vemos que las cosas son así y nos gustaría que fueran de otra manera, pero reconocemos la complejidad de las situaciones. Tampoco queremos caer en simplificaciones, de decir `esto es bueno y lo malo es lo otro'. Tratamos de no caer en maniqueísmos, porque a veces, cuando uno toma una postura crítica, puede caer en eso, en oposición al total conformismo, al `está todo bien' , explica Alejandro.

La intención, entonces, es abordar críticamente la realidad, pero desde propuestas planteadas a través de la palabra. Sobre todo aportando la idea de que a la realidad la hacemos todos, somos partícipes, pero también hay responsabilidades diferenciadas: o sea, el que toma decisiones por los demás y el que se convierte en víctima de eso y no sabe cómo encontrarle la vuelta a su oportunidad de cambio.

Por eso El Arca concibe a la expresión artística como participativa. Lo que me cuestiono es si realmente es artista aquel que está en su torre de marfil, se acomoda a las circunstancias, busca un posicionamiento personal o la notoriedad pública y nada más. �Es artista la persona que no hace algo para transformar la realidad, para ayudar a que los demás vean las cosas desde otros ángulos? No se trata de imponer su punto de vista, sino de quebrar el acostumbramiento o el sometimiento ideológico o la única cara con la que la realidad se muestra a través de formas masivas.

El papel del artista tiene que ser cuestionar y proponer, pero sobre todo, mostrar otra manera de ver las cosas, comprometerse con la realidad de su momento, que implica las cuestiones sociales, políticas, económicas; no se puede desentender de nada. Más allá de que las alternativas que propongan sean de distinto signo, el papel pasa por cultivar cosas nuevas, mostrar posibilidades diferentes, dice Alejandro.

Botellas al mar


A lo largo de estos casi 9 años de navegación, El Arca se ha constituido -aun sin quererlo- en un nuevo espacio para los creadores locales. Hoy difunde a escritores, músicos y plásticos santafesinos, que conviven con pensadores de otras latitudes en los ríos de tinta que surca esta nave de papel.

Desde que zarpó, en aquella primavera, Alejandro Alvarez y sus colaboradores no han hecho más que lanzar botellas al mar. Y esos mensajes han sido recogidos por arcanautas de remotos lugares del mundo. Hoy la revista intercambia palabras e ideas con publicaciones alternativas de Junín de los Andes, Neuquén, Bariloche, Córdoba, Buenos Aires, Rosario y Chile.

Sin embargo a veces le resulta difícil anclar en su propio puerto. Uno suele sentirse cansado, quizás por una cuestión económica, ya que se hace problemático mantener una revista gratuita. Y otras veces porque te encontrás con personas que agreden o menosprecian el trabajo. Muchos son funcionarios, apunta Alejandro.

Nosotros nunca pedimos ningún tipo de ayuda oficial, pero creemos necesario cierto respeto. No buscamos reconocimiento, pero a veces notamos que no se acepta que algo que sale de las estructuras tradicionales o convencionales sea reconocido como tal. Esas son dificultades.

Ciertas veces uno se desanima cuando piensa que no es comprendida la tarea y por eso puede ser agredido de distintas formas. Generalmente se elige el rumoreo -que es la manera más cobarde y más típica en una ciudad como Santa Fe-, donde ciertas tradiciones religiosas hacen que las cosas no se digan de frente y con todas las letras. Eso conspira contra la transparencia a la que apunta El Arca en su relación con los demás. Tratamos de decir las cosas de frente y con cierto nivel.

Transformar la realidad


A pesar de todo eso, pensamos que se va sembrando y que a lo mejor cuando El Arca del Sur desaparezca -o antes mejor-, surjan otras propuestas que multipliquen, quizás no la idea pero sí el espíritu, esa actitud de cuestionar las cosas y tratar de entender dónde estás parado, señala Alejandro.

Porque a veces se quieren implantar experiencias que en otros lados funcionan muy bien, pero con realidades e idiosincrasias distintas, y si bien la revista no es localista, está hecha desde acá, desde nuestra manera de pensar y de la de los escritores locales que son publicados.

No creemos en resultados espectaculares ni que vamos a generar una corriente de pensamiento, sino que nos gustaría, y aspiramos -quizás inconscientemente-, a transformar la realidad desde la conciencia de cada uno, sostiene.

A la realidad la vamos a transformar desde lo que cada uno empiece a pensar de distinto y a partir de que eso se vea reflejado en lo que hace, al momento de votar, al momento de tomar una decisión de cualquier tipo, como consumidor, como usuario, como vecino, como trabajador... Proponer que cada uno asuma su responsabilidad en lo que pasa, primero a nivel conciente, mental, para después traducirlo en lo que hace. Esa es la idea.

Liberar poesía por las calles


Primavera de 2000, Santa Fe: entrando en la novena vuelta alrededor del sol. �Alguien lo hubiera imaginado? Un viaje que es, en sí mismo, una paradoja: la necesidad irrefrenable de expresar un montón de voces contenidas, de llegar a otros tan cerca como fuere posible. Sin embargo ha venido siendo, a la vez, una travesía interior por regiones desconocidas del propio navegante, de esta forma desde la que soy, apasionada mezcla de italianos y gallegos y criollos bajo el sol del Sur. Y la emotiva constatación de que lo mismo le ocurre a muchos más cuando se acercan a estas páginas.

Todos estos años de gente han sido tal cual la vida. Oleajes que han traído y llevado y vuelto a acercar, y los amigos que han perdurado y los que están por venir...

Lejos de buscar el halago de académicos exquisitos, tilingos de micrófono, ejecutivos de editorial o funcionarios culturosos, hicimos, a pesar de ellos, el sueño de liberar poesía por las calles, de recuperar este lugar del mundo, acaso menos nuestro que del río, para el intento de pensar por nosotros mismos. Y lo seguimos haciendo, acompañados por miles -de toda edad y circunstancias- que ciertamente cada vez son más...

El Arca del Sur es parte de la búsqueda de nuestra propia voz en medio de esta globalienación, que parece, al fin de cuentas, una versión hinchada de los viejos centralismos uniformantes. Imperialismos que esgrimen su prepotencia de decirnos quiénes somos o debemos ser, desde la capital de un país o del mundo, por medio del cine, la tele, los megadiarios, las hiperrevistas, la internet, etc.

Nunca solos y ahora menos, para seguir, felizmente, siendo... y resistiendo.

Apuntes de viaje


  • Para el trabajo de hacer una revista como ésta es muy difícil encontrar gente que tenga tiempo disponible, coincidencia en la manera de encarar la tarea y algunos conocimientos para orientarla. Siempre he buscado consejos de escritores, tengo amigos que colaboran -como Horacio Rossi, Oscar Agú, Héctor Rotger-, pero trabajar en equipo se torna complicado porque como no hay una empresa atrás de esto, dedicarle tiempo sin un rédito económico se hace casi imposible para mucha gente que tiene su trabajo y que quisiera colaborar, pero que operativamente no puede meterse en la ejecución de la revista.

  • Nunca perdí de vista que quiero hacerla desde mi condición de lector, pensando que eso que me parece interesante, me motiva, me estimula cosas; para otros también puede ser movilizador.En base a esa idea hice El Arca. Y la manera fue buscando anunciantes, ofreciéndoles avisos económicos y un formato que fuera sostenible en el tiempo, que no fuera costoso, para que con pocos anunciantes la revista pudiera salir.Luego el formato -cuarto de oficio- resultó simpático y práctico. Y eso también influyó en que la revista cayera bien. La idea es que sea accesible desde todo punto de vista.Para el formato me inspiré en publicaciones que hubo antes: La Red, que la hacían Agú y Rossi, de la que también quise rescatar el espíritu poético que tenía, y una revista de la cual sacó un solo número la disquería El submarino amarillo. La idea fue tratar de multiplicar eso, con el aporte que podía hacer no sólo yo sino toda la gente a la que acudía buscando textos, que fue y sigue siendo mucha.
  • La presencia en internet (www.guiafe.com.ar/elarcadelsur) surgió a partir de una llamada telefónica de Daniel Ambor, que hace guiafe, para tener El Arca dentro del menú de cosas que ofrecen, a cambio de un aviso en la revista. Me pareció una buena idea. De todas formas sé que Internet es minoritaria, que no es el público que nos interese, pero que es una manera de comunicarnos, sobre todo con gente que no está en Santa Fe; otra forma de extender lo que hacemos. Y eso puede tener derivaciones insospechadas.
  • Puede haber una sintonía muy grande con gente que está a mucha distancia. Así como ocurre con el correo convencional. Hoy tenemos lectores en Cuba, Israel, Brasil o México, con los que nos escribimos, a los que les llegó la revista porque va pasando de mano en mano y alguien viajó y la hizo conocer. Por ejemplo, tuvimos una gran sorpresa cuando recibimos carta de Alaska o las primeras que nos llegaron de Cuba, adonde ningún conocido había viajado hasta ese momento y ya había dos o tres lugares donde la conocían y les interesaba seguir recibiéndola, porque les había llegado en forma casual. Eso siempre fue sorprendente.
  • Hoja de ruta


    La partida. La idea de El Arca nació de una publicación anterior que hicimos con un amigo durante 1 año. Miradas intentó ser una revista de actividades culturales para venderse en kioscos. Pero es casi imposible subsistir de esa manera en Santa Fe, por distintos factores: por la no colaboración de los kiosqueros, por la falta de recursos para hacer publicidad y por cierto prejuicio que hay de los santafesinos para lo que se hace aquí.

    Pero, como mi necesidad fundamental era -y sigue siendo- comunicar cosas, no tener esto como medio de vida ni tampoco mantener un público exclusivo, ni apuntar a un determinado sector de la población, como también no tratar de prejuzgar al lector ni subestimarlo de entrada, sino llegar a la mayor cantidad de gente posible y de la manera más directa, inicié El Arca del Sur en octubre de 1992.

    Cuando empecé tenia 21 años, estudiaba Derecho y un amigo me acercó un folleto plegable de poesía que se llamaba Umbral, lo hacía un artista plástico y lo distribuía gratuitamente. Él había encontrado su manera de comunicar.

    Me gustó la idea y me pareció que se estaba desaprovechando una forma de hacer las cosas en Santa Fe, donde siempre se buscaba por los caminos tradicionales. Ésta era una buena posibilidad.

    La brújula. Lo que nos interesa es aportar a que la gente empiece a pensar distinto y por sí misma. Tomando la idea del hombre nuevo del que hablaba el Che Guevara y traspolándolo a esta realidad tan diferente a aquélla, pensando que las revoluciones a todo nivel se hacen con gente nueva, creemos que una forma de ser distinta se genera a través de esa transformación. El lector nuevo puede llevar a su vida cotidiana, a su actividad común y corriente, ideas nuevas. Que tengan que ver con la solidaridad, con el respeto por el otro y por la naturaleza.

    Nosotros no apuntamos a la procedencia del material que se publica, sino a la calidad del mensaje: �qué te transmite?, �qué tiene para decir?, si vemos que nos gustaría divulgar esas ideas, publicamos el material. Así como otras revistas fomentan el consumismo, la cosa superficial, el modelo que vivimos, nosotros planteamos cuestionamientos a esta forma de ser y al sistema que creamos en base a esto. No nos desentendemos de la realidad, pensamos que somos partícipes. No nos gusta ver las cosas por la ventana.

    La travesía. Por eso siempre tratamos de que el contenido sea lo que queremos transmitir, mantener la independencia, no publicar cosas por imposición de terceros ni por conveniencias, lo cual también te puede llegar a granjear cierta desconfianza de sectores tradicionales de todas las ramas del arte, que a veces imponen lo que es difundido por los medios.

    Pero desde que hemos iniciado este proyecto, hemos encontrado muchos amigos, gente que se ha identificado con la propuesta, a tal punto que los 3.000 ejemplares mensuales se agotan. Es un dato que, al menos, da a entender que la revista tiene recepción, pero eso nos compromete a que El Arca sea siempre fiel a sí misma y que, no por querer quedar bien con la mayor cantidad de gente posible, empecemos a caer en el amiguismo.

    Lo que nos enseñaron estos casi 9 años que tiene la revista es que tenemos un camino en el que nos encontramos, nos identificamos con lo que estamos haciendo, pero que siempre es mejorable y que hay que insistir. La persistencia, aunque sea mínima en su volumen, va generando algo distinto con el tiempo. Como dice el refrán brasileño que está en uno de los últimos números de El Arca: `agua blanda contra piedra dura, tanto golpea hasta que perfora' .

    Gabriela Redero y Alejandro AlvarezFotos: Luis CetraroIlustraciones: Eduardo Galeano y Jorge Borges