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Los sueños que no pudieron ser

Durante 30 años la fábrica de manteca produjo en Ceres con buenos resultados. Inexplicablemente otra empresa la compró para después clausurarla.. 

Los derruidos edificios se muestran en las calles de Ceres como un símbolo de un progreso que no fue. Ellos albergaron las quimeras de un pueblo trabajador y esperanzado.


Cuando en 1962 llegaron los técnicos de YPF a Ceres para buscar petróleo, la imaginación del pueblo urdió fantasías de enriquecimiento rápido, las que se disolvieron con la misma velocidad con la que se habían armado: el diagnóstico negativo se asumió con facilidad, y cuando los equipos retornaron en 1974, los cateos no concitaron desmesura alguna.

Pero en cambio, esta ciudad ha soñado, y ha soñado persistentemente, con tener "una" industria propia, que fuera más allá de los talleres mecánicos o la fabricación de escobas, la que habría de cristalizar una suerte de triunfo social, concebido con ese rango en el imaginario colectivo. Generalmente, la quimera perseguida, en algún momento se dejó alcanzar con esperanza, para luego, inexorablemente, abortarse. El ciclo de la ilusión y el desencanto recorre una serie de experiencias frustradas por razones dispares. En Ceres hubo fábricas de sillas, de artículos de mimbre, de jabón (fundada por Boris Mazover) las que corrieron el final descripto. Muchísimas otras se anunciaron en firme, pero jamás se llegó a ver humear las chimeneas: listas las gestiones para comenzar a destilar alconafta, o para abrir un establecimiento textil, ellas quedaron en el papel. Quimeras. Sin embargo, las industrias que todavía hoy se lamentan, son otras.

La fábrica de manteca


En 1933 se formó una cooperativa con el objetivo de industrializar la leche obtenida en la zona. Así se dio el primer paso para el desarrollo de una fábrica de manteca, la que se concretó con éxito. En 1942, la prosperidad empresarial se registraba en el libro de historia de la localidad: Bernardo Lacú aparecía como el pionero y eje motor de la consolidada Fábrica de Manteca y Cremerías Ceres. Tres marcas se obtenían en el proceso: la Ceres, la Garza y la Selva. Pese a los buenos números, la Sancor concretó su liquidación, ya que compró la planta e inmediatamente la clausuró después de treinta años de existencia. Y aunque por los '80 se abrió en la ruta 34 una sucursal de esa federación, nunca adquiriría la identidad que cabe a lo propio.

Las crónicas también señalan que hubo aquí una fábrica de quesos llamada El Globito, aunque se desconozcan precisiones; tampoco dejó rastros en la memoria del pueblo.

El molino harinero


En el año de fundación de Ceres, 1892, se levantó el molino harinero, la industria más importante durante varias décadas. Sus maquinarias se trajeron de Alemania y el montaje corrió por cuenta del teutón Eugenio Helibardt. Comenzó a producir harina en 1894. La capacidad de molienda alcanzó las 400 bolsas diarias. En 1923 se incendió. Veinte años después, seguía radiado del funcionamiento específico para el que había sido creado. Luego se rehabilitó para incendiarse nuevamente en 1967: ya nunca volvería a producir. Al momento del fuego, hacía ocho meses que el molino se hallaba paralizado.

El matadero frigorífico


En 1957 comienza a anidar en las voluntades y a traducirse en gestiones, la idea de obtener productos a partir de la carne. Un par de años después se forma la Cooperativa Industrial del Norte con ese propósito, el que no se llevaría nunca a la práctica. Nueve años más tarde, se retomó la idea, sin que fructificara en hechos. Llegó a operar, sí, un matadero municipal el que terminó clausurado por aplicación de la Ley Federal de Carnes, en 1981. Sin embargo, como un oleaje recidivo, la ilusión del frigorífico propio reaparece y se desvanece una y otra vez. Ahora se vislumbra el realista proyecto de uno de pequeños animales, impulsado desde la escuela agrotécnica, el que se implementará en el futuro inmediato.

La industria del zapallo


Se inauguró el 18 de mayo de 1973. Procesaba la materia prima emblemática por aquellos tiempos, (un año antes, por decreto 5457 del PEN, se instituía la Fiesta Nacional del Zapallo en la localidad). Alcanzó precariamente cierto auge, y de sus líneas de montaje salieron harinas y dulces, pero también acabó en derrumbe.

Otros grandes sueños perdidos: la Cooperativa de Consumo Ceres, el Banco Cooperativo y la Mutual de Atlético: todos supusieron la volatilización de millones de dólares juntados comunitariamente, a través de formas cooperativas de asociación.

Banco Ceres


En cuanto al Banco Ceres, el último presidente, el Ing. Roberto Ruffino, evaluaba al momento de ser absorbida la institución por el BID (el que luego quebraría): "El tema resultó funesto para Ceres. Deberíamos analizar si el sistema cooperativo de entidades financieras es positivo o no, estando manejado por gente no capacitada específicamente en los rubros bancarios, con una idea limitada de un manejo tan complejo como el que suponen entes de esa naturaleza". Apenas meses antes de su colapso, el Banco Ceres se encontraba entre los primeros 25 de la provincia y daba trabajo a más de cien empleados. Con un edificio en construcción que insumió millones de dólares, el que hoy se destruye de a poco, enclavado en el centro de la ciudad, se convierte en dedo que señala el tendal de víctimas que dejó aquí la escandalosa y sospechada quiebra del BID. Y el fin de otro sueño.

La cooperativa de consumo


Llegó a contar con 2.000 asociados y a acopiar cereales en una medida macro: al momento de la liquidación, acababa de hacerlo por 21.000 toneladas. Surgió en 1952 y alcanzó su apogeo entre los años 70-76. Un episodio aparentemente minúsculo -el descubrimiento de hurtos más o menos generalizados por parte de integrantes del personal de distintas secciones- desencadenaron el inesperado fin. Se removió al consejo directivo e intervino una comisión investigadora; a partir de allí, decadencia y cierre. Según Raúl Gatti, "la entidad no sólo contaba con un stock impresionante de mercaderías de consumo e insumo, sino que no registraba endeudamiento financiero digno de mención. Es lógico pensar que no se supo manejar y dirigir la institución adecuadamente, aunque opino que nadie obró de mala fe". Según Gatti, quien fue gerente de la empresa, después de realizadas las investigaciones, "faltó la reivindicación del personal que no estuvo afectado por los hechos. Esto impidió reanudar las actividades con la armonía imprescindible entre administradores, ejecutivos y jefes de secciones". En síntesis, fueron fallas dirigenciales las que condujeron a la caída de un gigante regional. Ocupaba a más de 100 empleados, y atendía hasta a 1.000 personas en días clave, habiéndose colocado en el séptimo lugar entre las cooperativas del país.

Texto y fotos: Sonia Catela