Nosotros: NOS-01
Nosotros

El templo del mate

La influencia que recibió de Atahualpa Yupanqui y de Esteban Laureano Maradona, con quienes cultivó una fuerte amistad, fue decisiva para rescatar nuestras tradiciones.. 

El mate es símbolo de la amistad y el compañerismo. Es un culto que Francisco Scutellá pone en práctica desde el Museo del Mate en Paraná, un refugio desde el que indaga en los orígenes del hombre. Nada escapa a la mirada de este costumbrista, bisnieto del cacique ranquel Timoteo, nacido en un bravo fortín cordobés.


Artesano, escritor costumbrista y siempre listo para dar charlas sobre los usos de la espumante infusión, Francisco Norberto Scutellá es, por sobre todas las cosas, un verdadero personaje con el que se puede hablar durante horas y desandar no pocas vivencias que lo llevaron a transitar casi todos los caminos de la vida.

Es el creador del Primer Museo Itinerante del Mate, que funciona en Paraná -ciudad en la que reside desde la década del '70- y que es visitado por más de 2 mil escolares cada año. Desde pequeño, su existencia está inexorablemente ligada a la cultura del mate, una pasión que le permitió conocer historias de formas de vida de sus ancestros y acrecentar su vasto conocimiento sobre la tradición argentina.

Asegura que la "bebida nacional" le permitió rearmar los eslabones de la vida del hombre en América desde sus orígenes hasta nuestros días. "El mate siempre estuvo más cerca del hombre que la guitarra misma; entonces sé como es mi país, cómo se vivió", dice a manera de síntesis.

Mates amargos de por medio y muy bien cebados -"los verdaderos cimarrones", aclara-, Nosotros charló mano a mano con este cordobés que nació en Fortín El Durazno -hoy Coronel Moldes-, fruto de una apasionante historia de amor entre su padre Felipe -un inmigrante calabrés- y Ubaldina Núñez, una aborigen de las tolderías ranqueles.

Hasta allí llegó su padre colocando durmientes para el ferrocarril. "Él vino de Italia como inmigrante desde las montañas de Calabria. Lo único que sabía hacer era cuidar cabras con un garrote para que no se las comieran los lobos y juntar aceitunas en ciertas épocas del año", señala a modo de confesión.

"Se vino a la Argentina a probar suerte en el Ferrocarril Oeste. Cuando llegó a Fortín El Durazno conoció a mi madre, que era de las tolderías de los indios ranqueles de San Luis". Ese encuentro marcó a fuego a Felipe y es propio de lo que puede suceder en una telenovela. Ubaldina estaba junto a un grupo de mujeres aborígenes, lavando ropa en el río. "Ahí nomás se terminó el trabajo de colocar durmientes. Mi padre se quedó allí, estaba muy enamorado, y después nací yo, del lado de la llanura cordobesa sobre el río Quinto, en el límite con San Luis", ilustra Francisco.

"Mi alumbramiento se produjo en un lugar donde deben nacer los tipos como yo. Imaginate que no va a ser en un piso veinte de Capital Federal; tenía que ser en un fortín a la orilla del río, en plena llanura cordobesa", se sincera.

Un legado paterno


Scutellá precisa que su pasión por el mate viene desde "hace 60 años, cuando yo era un niño que tenía 4". Eso se lo debe a su madre, quien le indicaba cómo se preparaba lo que él define como "la bebida nacional argentina", para aliviarle, de esa forma, sus largas jornadas de trabajo como costurera.

"Recuerdo que ella cosía a mano porque no tenía máquina y no sólo hacía ropa para adultos, sino también para mí y los chicos pobres. Era una mujer muy bondadosa", se emociona "San Francisco del Mate".

Sin embargo, reconoce que a los 6 años fue su padre quien realmente le inculcó las técnicas del mate. Decía que había que darle su tiempo, "al mate no se lo apura", le repetía una y otra vez.

Define a la figura de su padre como un calabrés que hablaba muy poco y que adoptó hábitos criollos, como usar el facón en la cintura, lo que le costó estar preso varias veces, porque "se trenzaba en feroces duelos luego de los juegos de taba". No obstante, el costumbrista cuenta que a su progenitor el encierro "le permitió hacer una yerbera a mi madre, y en la tapa le talló una leyenda que rezaba: `No me olvides' ".

Describe con certeza lo que representaba levantarse bien temprano en el fortín que lo vio nacer y crecer. "Nos despertábamos con la aurora chica, que es el momento previo a la alborada. Hay un tiempo en el que parece que hay unos resplandores y todo queda en silencio. Hasta el viento se detiene, se hace de noche y al rato rompe el cielo con los colores del día".

Aborígenes y jesuitas


El artesano comenta que el primer antecedente que registra el mate en el país está vinculado a los aborígenes. "Acá, cuando llega la conquista espiritual, es decir, después de que los molieron a palos y los dominaron a todos, �qué pasó? Vinieron órdenes religiosas como las de los benedictinos y jesuitas a catequizar y descubren panes de yerbas como ofrendas funerarias". Como ejemplos, cita puntos geográficos tan distantes entre sí como Calama (Chile), Ancón (Perú) y Catamarca (Argentina).

"Ésas ofrendas eran las cosas que más quería el muerto; le ponían el mejor poncho, los perros. No porque fuera a resucitar, sino para que el alma de ese perro o del poncho se juntara con la de la persona fallecida".

Scutellá defiende su postura de que el indio supo ancestralmente de las virtudes de la yerba mate como alimento y energizante. Pero el mate era sin bombilla, la que luego fue incorporada por los jesuitas que le hicieron la boca al recipiente.

Sin embargo, la tarea para los miembros de la orden religiosa no era nada fácil. Cuando querían catequizar, formaban grupos con indios, se ponían en el medio y comenzaban la charla.

"El aborigen había estado tan cómodo con su dios que no precisaba uno importado, aunque era el mismo. Pero no le interesaban esas pláticas y bebía todo el tiempo zumo de yerba, que producía efectos diuréticos y laxantes, lo cual motivaba que se levantaran asiduamente para atender sus necesidades. que eran las de buena parte del grupo... Unos iban mientras otros volvían", relata Scutellá.

Lo pasado fue mejor


Esta situación tornaba incoherente la charla de los jesuitas y entonces pensaron que "Satanás boicoteaba la palabra de Dios, valiéndose de la yerba mate y decidieron prohibirla. Pero, �qué sucedió? Los indios comenzaron a comprar alcohol y fue peor el remedio que la enfermedad, porque se dormían o estaban más ingobernables que antes".

Entonces, cuenta el costumbrista que apareció un jesuita muy poderoso, San Bartolomé, "casi igual a un cura sanador de hoy, con poderes extraordinarios, a quien encomendaron la tarea de bendecir la yerba mate para que los alejase de Satanás".

Hay una comparación muy curiosa de Scutellá, quien, a su entender, asegura que los catequizadores hicieron lo mismo que ahora hacen los políticos que "dicen que todo debe cambiar para que siga igual. Volvieron a autorizar el consumo de la yerba de una manera un poco más moderna: le hicieron la boca al mate y le incorporaron la bombilla", convirtiéndose ésta en la única evolución que tuvo el mate.

En cuanto a la bombilla, apunta que nace como un canuto simple, pero las hermanas Clarisas de Chile, comenzaron a realizar un canastito de fibras vegetales y cerdas entretejidas, le incorporaron la punta del canuto y así se da comienzo al primer filtro de la bombilla.

Este incansable buceador de nuestras tradiciones se preguntó cómo hacía el paisanaje para resistir las bajas temperaturas del invierno cuando no existía el vidrio en las ventanas. Entonces concluyó que, "simplemente, con vejigas de cerdo que estaqueaban, hacían como un pergamino y lo ponían en el marco de la ventana, lo que les permitía el ingreso de luz pero no de frío", explica de manera sencilla.

En esa búsqueda permanente también descubrió que había mates con "tapitas" para el verano, época en que el pudiente podía cebar cerca de casas donde se realizaban carneadas y, para preservar su higiene ante la presencia de insectos, se adoptaba esa coqueta alternativa.

Pero la variedad no termina allí: también surge el mate "chancleteado", que era el de la "negra cebadora" que le llevaba la infusión al patrón a la calle, marcando toda una radiografía social.

Cuando caía el sol en la ciudad de todos los verdes, este matero de ley levantó su mirada hacia el techo del museo y murmuró: "Mi cielo es de mates, son todos los que me regalaron mis amigos, no tienen valor para ser vendidos, pero sí mucho valor afectivo".

"Seguramente, no voy a ir al cielo como lo hacen todos. Pero no importa, me quedo en este cielo de mates, que va a ser una continuidad de esta misma vida pero en otra dimensión", reflexiona, mientras nos alcanza el último amargo de la tarde.

Secretos para atraer dinero


Según el matero nacido en Coronel Moldes, la pava, uno de los objetos que se usa para cebar mate, tiene poderes mágicos para atraer plata al bolsillo.

El consejo no pasa inadvertido en estas épocas en que la malaria, el riesgo país y las fluctuantes caídas de la bolsa marchitan nuestros oídos a cada momento.

"A la noche, cuando en casa todos se disponen ir a descansar, una sola persona debe quedarse en la cocina, colocar agua en la pava hasta la mitad con el pico apuntando hacia la puerta principal, la que más se transita. No importa que haya paredes de por medio porque la magia lo puede todo.

"Se hacer hervir el agua a borbotones, se la tapa cuando hierve, se apaga la cocina, la luz y a dormir. Al día siguiente te sucede algo bueno y mágico", asegura Scutellá.

Pero, íatención! El rito sólo tiene validez cuando ya no hay dinero ni para subsistir un día más. Los que lo tienen ahorrado abstenerse.

El caminante


"Cada vez que me entraban ganas de progresar, me iba por ahí", afirma con nostalgia. Así comienza un itinerario que arranca en Mendoza, donde recolectaba uvas. "Eran dos o tres meses y hacía buena plata. Se terminaba la `juntada' y empezaba con la carga y descarga de camiones".

Pero su espíritu nómade también lo llevó a trabajar en oficios tan duros como la extracción de carbón a granel, "un trabajo muy sucio y esclavizante, pero que dejaba buenos dividendos. Lo único, que te quedaba blanco era el ojo", revela con tono jocoso.

Tampoco le escapó a la agreste condición que presentaba la precordillera de los Andes, donde hizo buenas migas con un grupo de hacheros y comenzó a trabajar en ese rudo oficio. "Así, pasaba de los 40° grados a la sombra, de juntar uvas en Mendoza, a los 15° bajo cero y a dormir en el monte. Pero ni siquiera me resfríe".

"El otro día pensaba lo que está pasando en Buenos Aires con los desocupados; hay más en el centro, más cerca de la Casa de Gobierno y del Congreso. Cuando era chico, había miles de crotos, pero en vez de ir para la Casa Rosada, se dirigían hacia donde había trabajo, bueno o malo; lo buscábamos hasta encontrarlo".

Una de las anécdotas que más recuerda tiene que ver con las "camas calientes" en su incursión por Mendoza, residenciales ubicados cerca de las estaciones ferroviarias o de ómnibus. "Eran lugares que nosotros podíamos pagar; lo hacíamos por hora, es decir, yo reservaba la cama por 15 días en ese hotel, donde compartía la habitación con 5 ó 6 personas más, durante determinadas horas del día. Vos salías de la cama y el otro tipo se acostaba enseguida: no se enfriaba nunca".

Después, comenzó a realizar cursos en Buenos Aires, y conseguía buenos trabajos pero no era lo que quería hacer. "Yo era tradicionalista, folclorista, tenía todo el campo y el malambo dentro mío", admite con orgullo.

Algunos consejos


El costumbrista manifiesta, convencido, que no "hay secretos", sino técnicas para lucirse en el verdadero arte de cebado del mate. Aquí van algunas sugerencias:

  • El agua no debe calentarse a más de 85°. Hay que tener cuenta el nivel del mar; en otros lugares ubicados a mayor altura, hierve a los 90°.
  • Utilizar un mate de calabaza algo más que mediano, principalmente de boca chica. Para tener el diámetro ideal, la boca del recipiente apenas debe permitir que pase el filtro de la bombilla que, por lo demás, sólo debe separarse del mate cuando se cambia la yerba.
  • Acomodar la yerba en el mismo mate hasta sus dos tercios, inclinar luego el recipiente cargado sobre la palma de una de las manos, tapándole la boca. Agitarlo suavemente con movimiento de zaranda, y con lentitud, volverlo a su posición natural. Al hacerlo se notará que la yerba fina quedó arriba.
  • Posteriormente, en forma lenta, comenzar a verter el agua, que al principio deberá estar apenas tibia, sobre la parte más vacía. Se debe esperar a que el agua inicial sea absorbida y repetir la operación con el líquido un poco más caliente.
  • A continuación, se introduce la bombilla hasta el fondo, tapando el pico con el pulgar para evitar que salga aire y se tape la bombilla, por el mismo lado que se echó el agua.A partir de este momento, con agua caliente, pero jamás hirviendo, se irán curando los mates, tomando siempre la precaución de incorporar el líquido lentamente y por el mismo lugar, sin mover en absoluto la bombilla.
  • El código del mate


    Para Francisco Scutellá en torno del mate y la yerba se inventaron leyendas mágicas que pasaron de generación en generación. Obviarlas significaría restarle al lector una parte -aunque sea supersticiosa- de la vida del mate.

    Aquí van algunas muestras de los silenciosos y populares mensajes del mate:


  • Mate amargo: Indiferencia, no esperes nada. Llegaste tarde para pretender.


  • Mate dulce: Amistad. Te recibo con gusto.


  • Mate con limón: Prefiero no verte.


  • Mate con azúcar quemada: Te estoy pensando.


  • Mate con naranja: Ven a buscarme, quiero que vuelvas.


  • Mate con leche: Respetuosa amistad.


  • Mate con café: Estuve disgustada contigo. Te perdono.


  • Mate tapado: No regreses. Andá a tomar a otro lado.


  • Mate muy caliente: Espero tus palabras. Así es mi amor por ti.


  • Mate espumoso y fragante: Amor correspondido.


  • Mate con toronjil: Estoy enojada contigo.


  • Mate con melaza: Tu tristeza me aflige.


  • Mate con té: Indiferencia.


  • Mate muy dulce: Hablá con mis padres.


  • Mate hirviendo: Odio.


  • Mate con cedrón: Consiento.


  • Mate con miel: Casamiento.


  • Mates "encimados" o continuos: Mala voluntad.


  • Mate cebado por la bombilla: Antipatía.


  • Mate frío: Desprecio.

  • Un refrán según la ocasión


    En cada provincia existe la particularidad de dar la propia versión de un refrán, a veces cambiando palabras o expresiones. Algunos ejemplos del refranero que tiene al mate como su principal atractivo son los siguientes:

    "A cada gaucho su mate". Indica que cada cosa tiene su lugar y no se debe pretender o perturbar lo ajeno.

    "Mate a mate se vacía la pava". Es el equivalente del refrán italiano que asegura que "piano, piano si va lontano". Significa que de a poco se llega lejos.

    "Al que revuelve se le tapa la bombilla". El que le da muchas vueltas a un asunto termina provocando problemas que no esperaba.

    "Con botas y mate, hasta el remate". Esta expresión nació entre los peones rurales bonaerenses y da a entender que aun con los elementos mínimos resistían cualquier trabajo.

    "Si te convidan con mate, no andés mirando la yerba". La sentencia señala que lo que se brinda con buena voluntad, por más modesto que sea, siempre debe ser bien recibido.

    "El mate es como las botas: las más lindas son las rotas". Habla de la curación del mate con su constante uso, comparándolo con el calzado más cómodo, que es el que más gastado está.

    "Azúcar no hay, yerba, tampoco". Esta frase es contundente: quiere decir que peor no puede estar.

    "íTomá mate!". Es la expresión "matera" más usada en la Argentina. Hace referencia a que alguien recibió su merecido y también se lo usa como signo de sorpresa.

    Fuente: Libro "El Mate, bebida nacional argentina". Autor: Francisco Scutellá.

    César BenítezFotos: Flavio Raina