Pantallas y Escenarios: PAN-02

Un Carlín digitalizado

Ya se emitieron tres capítulos de las precipitadas acciones de la miniserie "El hacker 2001", en Canal 13 Buenos Aires. Carlos Calvo es el protagonista de esta creación de Sebastián Ortega.


La miniserie "El hacker 2001" estaría dirigida a un público sometido al encantamiento de la informática, o sea joven. Pero esos jóvenes que fueron alguna vez preadolescentes veían "Los amigos son los amigos", hicieron de Carlín Calvo su ídolo, y hoy les resulta poco convincente la idea de que aquel soltero porteño se haya convertido en un justiciero electrónico, serio como un obispo.

En realidad, las hazañas computadorizadas no son en sí mismas un factor que actualmente se constituyan en una barrera generacional, ya que cualquier burro de cualquier edad se encuentra mínimamente familiarizado con la informática. El aspecto restrictivo, más bien, descansa en el lenguaje de esta miniserie de los martes a las 23, cuyo montaje nervioso, por no decir histérico, de planos muy cortos compaginados sin transiciones, se aproxima al idioma del comic, muy al gusto de la clase del '75 al '80. En "El hacker", el pasaje de un medio al otro funciona bastante bien como sistema narrativo, pero omitiendo la ironía que suele acompañar a este tipo de híbrido.

Por cierto que los especialistas han señalado que algunas acrobacias electrónicas de esta miniserie carecen de equivalentes en la realidad, aunque admiten que, al fin, se trata de ciencia ficción. En todo caso es más delicado que Carlos Calvo se limite a usar sólo una fila del teclado de su computadora. Cuando Darío Grandinetti hizo de Fangio en una película de reciente estreno, al menos sabía meter los cambios.

Ya se evaporaron tres capítulos, pero la trama sigue resultando confusa, o sea que ya estaríamos ante un fenómeno constitutivo. Exige mucha atención, a una hora en que decaen los sentidos; pero se entiende que Próspero (Carlos Calvo) es un hacker, cuyo verdadero nombre es Rossi, y que ha sido dado por muerto luego de un atentado. Recluta un grupo muy juvenil, al cual comanda desde un escondite, desde donde también vigila su hogar. "Van a ser mi cuerpo donde yo no esté", dice acerca del equipo, que desconoce su identidad, y "ellos serán mis ojos donde no pueda ver".

En primer término, es guiado por el impulso de identificar a quienes volaron su oficina para matarlo, cuando era un especialista que asesoraba a empresas de seguridad. Ocurrió cuando descubrió una mafia de empresarios y funcionarios que hacían maniobras ilícitas con medicamentos a costa de los recursos del Pami, aunque en el tercer capítulo aparece el negocio de la droga.

Los efectismos y el vértigo narrativo cubren piadosamente situaciones poco creíbles y actuaciones irregulares. No es el caso de las tiras de Suar, donde siempre existe el sustento de intérpretes muy experimentados, e inclusive de cierta categoría. En el primer capítulo de "El hacker", por ejemplo, si bien se registró el paso de un profesional con experiencia, fue Palito Ortega. Aquí, sólo se confía en la velocidad.

Roberto Maurer