Cartas a la dirección
Señores directores: Al analizar la entrevista de Guayaquil y el irrevocable retiro de José de San Martín, no debemos dejar de relacionar esta desgracia con la política mezquina y cerrilmente fantástica de Bernardino Rivadavia. Entre la acción de éste y el ostracismo del Libertador existe una relación de causa a efecto que resulta evidente.
El objetivo de la entrevista fue el requerimiento de efectivos militares por parte de San Martín para acabar con éxito la guerra del Alto Perú, cuyos representantes estuvieron en el Congreso de Tucumán.
San Martín solicitaba esa ayuda para hacer frente a las tropas del realista La Serna, que lo doblaban en número; se sumó también a esta desgracia la negativa de Bolívar de prestar colaboración, porque él estaba interesado en consumar personalmente la hazaña.
No caben dudas de que si San Martín hubiera recibido el apoyo de Buenos Aires no habría necesitado la ayuda de Bolívar; las provincias altoperuanas no hubieran quedado abandonadas y otro hubiese sido nuestro destino ulterior.
Rivadavia y su partido, el centralismo, negaron toda asistencia porque se oponían a que prevalecieran los objetivos nacionales, símbolo para él de la barbarie y el atraso sobre las "luces" que él encarnaba.
Pero la deplorable política rivadaviana no se detuvo allí: en el año 1820 se produjo la sublevación del ejército libertador que estaba de vuelta en Arequito (prov. de Santa Fe), iniciando la guerra civil como resultado de aquella política. Posteriormente procedió a la entrega de la batalla de Ituzaingó que habíamos ganado, y donde Rivadavia envió a Manuel García a negociar con los portugueses la entrega de la Banda Oriental, constituido luego en estado tapón (Uruguay) entre Argentina y Brasil a instancias de los ingleses. El territorio de Paraguay ya lo habíamos perdido.
Bolívar siguió su marcha triunfal coronado por los laureles de Junín y Pichincha, dando el golpe final al imperialismo español en Ayacuho. A Rivadavia no le importaron la nación, su territorio y su honor; su causa estuvo centrada en el liberalismo extranjerizante, ajena a la causa de América, que iniciaría nuestro desprestigio continental, opuesto al proyecto del país federal y nacional. La errada política de los centralistas porteños no pudo eclipsar la grandeza del Padre de la Patria, Don José de San Martín. Ricardo Carreño. DNI: 4.283.845. Ciudad.
Señores directores: Si se busca esta palabra en el diccionario castellano, no figura para nada, no define si se trata de aquél que usa piqueta -una herramienta de albañilería con mango de madera u otra razón- pero no dice que se refiere a uno o grupos de personas que se reúnen en manifestación para cortar calles o rutas en una provincia o una nación entera por reclamos de cualquier especie.
Ahora bien, ¿de dónde nació esta definición para esta clase de inadaptados sin escrúpulos, que con los rostros cubiertos como verdaderos delincuentes queman cubiertas enrareciendo el ambiente, arrastrando multitudes engañadas por conseguir un fin que lejos está en la mente de esos descastados oradores que a la hora de la refriega con las fuerzas del orden se borran poniendo a salvo el pellejo? En el diccionario figura la palabra "piquero": "soldado que peleaba con pica" pero ni cerca a "piquetero". Pedro R. Sgarbossa.