El pintor y sus fantasmas
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Fernando Espino en el Rosa Galisteo. La exposición estará colgada hasta fines de septiembre. Se trata de obras realizadas entre 1973 y 1983. Son parte de lo que el museo tiene como custodia.
En 1931 nació. En Rosario. Pero vivió la mayor parte del tiempo en Santa Fe. Comenzó a exponer individualmente en 1947, y egresó de la Escuela de Bellas Artes en 1953.
La muerte, que él tanto había convocado en sus parlamentos y en sus obras, le devolvió la invitación en 1991, y lo vino a buscar a esta ciudad.
Después de su desaparición, se ha ido dando paulatinamente un creciente reconocimiento sobre su cuantiosa obra, de la cual en vida no vendió mucho.
Dicen quienes lo recuerdan que Espino iba en taxi a todas partes. Ya fuera para hacer trámites como para ir de vacaciones un fin de semana a Córdoba. Tal vez por algo que tuviera que ver con estar observando siempre el camino. Quizás porque, como solía declarar, no le gustaba viajar, y un buen modo de hacerlo era dejar librado a otros la conducción, mientras uno puede entregarse al pensar, al imaginar.
Otros recuerdos sueltos hablan de que siempre que uno se acercaba a su taller, Espino estaba escuchando jazz. También se coincide en evocar que el pintor era poseedor de un espíritu solitario e irónico.
Su figura oscura y flaca -como la describió alguna vez Saer- encarnaba esa imagen del iconoclasta inabordable, y de algo mítico.
La muestra del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez se abrió al público el pasado jueves 23 y estará expuesta un mes.
Se trata de obras de pequeño tamaño, excepto un óleo que es patrimonio del museo (del año �64). El resto de lo expuesto -43 cuadros- son parte de la cantidad de obra que está en custodia en el propio museo, desde que, luego de fallecido el autor, muriera también su esposa.
Según expresa el director del Rosa Galisteo, Arq. Marcelo Olmos, la idea es "durante el lapso que dure la muestra organizar charlas o paneles referentes a esta obra tan importante, a la época que representa, convocar a alguien que haga una valoración estética...".
Se exponen trabajos realizados en el lapso de una década, entre 1973 y 1983. La selección, realizada por autoridades del museo y el artista plástico Guillermo Hoyos, "está sujeta más bien a criterios de coherencia de las imágenes entre sí, que potencian un trabajo global, ya que no existe una catalogación profunda de esta obra", subraya Olmos.
Los trabajos están enmarcados por el propio artista, como era su costumbre.
Olmos remarcó la importancia de la obra de Fernando Espino, y el hecho de que desde el museo Caraffa de Córdoba, y el Castagnino de Rosario, se han mostrado muy interesados en la posibilidad de llevar esta exposición a sus salas.
Artistas, escritores y críticos de nuestra región se han referido a él y han trabajado sobre su obra.
Según Jorge Taverna Irigoyen (Cien años de pintura en Santa Fe, 1992): "Hasta 1963 su labor está enmarcada dentro de la figuratividad, con imágenes de intención americana que trascienden de sus ritmos morfológicos".
Y más adelante dice: "Desde memoria de ciertas pictografías rupestres de nuestra América, hasta dibujos infantiles o signos mágicos de lejanas culturas, pueden fluir en la asociación del contemplador".
"Hacia 1973 este pintor comienza a buscar, lúdicamente, la representación de los gestos más simples sobre la planimetría del cartón. La abstracción adquiere, desde ahí, y por vía de una síntesis totalizadora, el acorde de la madurez y, paralelamente el riesgo de una concisión extrema... Pero la obra de Espino, dentro de su profundidad abstraccionista, late a través del color puro".
Escribía José Luis Víttori para un catálogo de una muestra realizada el 28 de marzo del 80:
"Qué innumerable es el paisaje de este espíritu excepcional y de qué riqueza plástica el lugar de sus encuentros... !
El lugar, digo, porque esto ocurre como si Fernando estuviese de pie en el centro de las culturas y desde allí convocara con poderes de mago el desfile de todas las formas articuladas en las entrañas de la tierra, en el pavor de la noche, en los deslumbramientos del día, en la aspereza de las rocas andinas, en el ardor del desierto norafricano, en la densidad de las selvas de América, con la fuerza y la concentración de las abstracciones primeras".
"Por ejemplo, le digo que, a diferencia de sus óleos, en estos collages aparecen colores vivos, fondos en los que están marcados dibujos casi infantiles en su directa espontaneidad", sugiere Butti.(*)
"No creo que sean alegres", responde Espino. "No, yo no soy alegre. La muerte está ahí como estuvo siempre, la muerte y su horror, que me persiguen desde siempre. Y el color para mí no es color; es valor".
"No siempre hice collages. Habré empezado en el '54. También por razones económicas: te regalan el cartón, te regalan todo. Cuanto menos tengo, más cómodo me siento, porque esto me obliga a ingeniármelas. �Cómo surgen las tendencias? De las necesidades y de las posiblidades que uno tiene a mano. Por eso las estrecheces económicas no pueden ser pretextos para la inacción. Además, me cansa trabajar siempre con los mismos materiales. Es verdad que ya en los óleos buscaba manifestar una textura. Preparaba la base, porque las formas surgen de los fondos. En el momento de crear no me encasillo a mi mismo; no puedo repetirme ni copiarme. Uno nunca se levanta con el mismo pie. Trabajar en serie sería una facilidad y una frialdad que no me interesan para nada; se verían temas y no pintura. Yo no veo manzanas, veo pintura. Y aunque fuese figurativo, la manzana sería sólo un pretexto. La muerte está siemrpe ahí, pero si interpretás que esos cuadros son tumbas, no; para mí una obra no se explica. Las cruces, los números no son signos en mi pintura, son formas. En los indios, en los egipcios, así sí eran signos, porque encerraban contenidos religiosos o utilitaristas".
"Soy exigente conmigo, y con los demás también, de hecho. Voy probando, tirando. Si por mí fuera, tiraría todo, total, uno sabe que va a seguir pintando. De vez en cuando, necesito hacer un poco de limpieza. Si está mal la base, la construcción, el dibujo, es inútil insistir. No hay que dejarlo; en una de ésas, te morís mañana y empiezan a dar vueltas las porquerías".