Imágenes del MALBA
La primera impresión es siempre valedera, afirma un refrán referido a la seducción del primer encuentro. Esta emoción fue compartida por los asistentes a la presentación que el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) organizó para la prensa especializada, antes de su inauguración oficial.
El edificio, ubicado en Figueroa Alcorta y San Martín de Tours, fue creado por los arquitectos cordobeses Gastón Atelman, Martín Fourcade y Alfredo Tapia, quienes apostaron a los espacios nítidos, subordinados y al servicio de las obras exhibidas.
El MALBA se organiza a partir de un gran vestíbulo desde el que se visualizan los pisos que lo integran. Se accede a ellos mediante rampas, escaleras mecánicas y un ascensor vidriado que vertebra de manera vertical el espacio interior. La interacción entre espacios interiores y externos se hace fluida y logra la integración del edificio en el entorno urbano de Palermo Chico.
En su concepción primó la exigencia de una arquitectura sin distracciones visuales, de fácil lectura y orientación del visitante. El acierto de la propuesta se confirma en la luz natural, tamizada por placas traslúcidas cenitales, un regalo para quienes padecen los tenebrosos montajes de moda en algunos museos.
Habrá que esperar una visita vespertina para conocer el comportamiento de la iluminación artificial dispuesta por Piero Castiglioni. Pero lo visto permite conjeturar logros análogos.
La sabia disposición de los volúmenes arquitectónicos y las transiciones de muros y vidriados dan nitidez al recorrido de los 1.020 m2 de las tres salas de exhibición permanente. Otros 608 m2 corresponden a espacios destinados a muestras temporales y 218 m2 al patio de esculturas.
La seducción del MALBA se funda en la conciliación del continente (arquitectura del edificio) y el contenido (obras del patrimonio). El sosiego provisto por esta armonía optimiza el disfrute del importante fondo patrimonial de la colección Costantini.
"Arte en América latina", la muestra inaugural, está compuesta por las 228 obras del acervo fundacional, a las que se le sumaron 55 procedentes de colecciones e instituciones internacionales (que todavía no arribaron al país por los atentados ocurridos en los Estados Unidos). En conjunto abarcan el desarrollo del arte de la región en el siglo XX.
La muestra está estructurada en tres grandes salas divididas en módulos que siguen criterios cronológicos y temáticos diseñados por Agustín Arteaga, director del MALBA. Su vinculación con Eduardo Costantini comenzó dos años atrás, cuando Arteaga ya contaba con la experiencia de dirigir el Museo de Arte Moderno y el Palacio de Bellas Artes de México.
El primero de los catorce módulos en los que Arteaga articuló la muestra expresa la transición entre dos siglos (XIX y XX) a partir de obras de Pedro Figari, Faustino Brughetti, Thibón de Libian y dos magníficos óleos de Carlos Federico Sáez, uno de los cuales ("Mujer con madroños rojos") ha seducido al propio Arteaga.
Cabe destacar el perfecto emplazamiento del bronce de Rogelio Yrurtia, bañado por la luz cenital de un cupulino.
El despuntar de la modernidad emplaza el surgimiento de las vanguardias en Latinoamérica. Corresponde a artistas formados en Europa (Barradas, Cúneo, Curatella Manes, Pettoruti, Rivera) que declinaron los vanguardismos en términos y sabor americano.
Este sincretismo tiene su cúspide en el universalismo constructivo de Joaquín Torres García, representado con la amplitud que su obra merece.
La posesión de lenguajes y códigos expresivos y su adecuación al entorno propio se verifica en el módulo "Hacia un paisaje regional". La diversidad creativa de Portinari, Di Cavalcanti, Guttero, Lasar Segall, Agustín Lazo o Miguel Covarrubias no obtura la identidad latinoamericana.
Pero es en el arte con preocupación por lo social donde se revelan las características culturales en común. En este sector destaca el compromiso político, la contundencia ideológica expresada con análogos recursos de estilo.
Por derecho propio "Manifestación" (temple sobre arpillera, 1934), de Antonio Berni, preside el sector. Lo flanquean obras de Frida Kahlo, Mariano Rodríguez, Julio Castellanos, Héctor Poleo y de los maestros muralistas José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, quien no trepidó en alternar pinceles y ametralladora en el frustrado atentado contra León Trotski.
De la acción al ensueño, de la denuncia política a la inmersión en el inconsciente se ocupa "Poética de lo surreal", un segmento significativamente representado en la muestra. Obras de veinticinco artistas dan cuenta de la dimensión fantástica y los infinitos matices que tienen correlato con la literatura latinoamericana.
Los aportes de Xul Solar, Batlle Planas ("Radiografías paranoicas" y "Collages") son fundamentales por calidad y número.
Aunque basten dos obras de Aizenberg para situarlo con justicia entre el cubano Wifredo Lam, la brasileña Tarsilia Do Amaral, el chileno Roberto Matta, los mexicanos Rufino Tamayo, Remedios Varo, Alfonso Michel y el experto vulcanólogo Doctor Atl.
Casi en condición binaria, el sector destinado al arte concreto y sus derivaciones cinéticas y opticista constituyen un hito insoslayable: los pioneros Arden Quin, Iommi, Kosice, Blasco, Rhod Rothfuss, Vardánega y Le Parc están valorizados por el acierto del montaje.
El curador salió airoso de las complejidades de un patrimonio que sostiene, en cada obra y en su conjunto, la calidad de museo que primó en la creación del MALBA.
La versatilidad de Berni se corrobora en su aporte al formidable conjunto de la Nueva Figuración. Por prepotencia de talento Berni obtura las diferencias cronológicas con la generación del sesenta (Macció, Deira, Noé, de la Vega) y de sus colegas Pimentel, Gurvich, Seguí.
Las últimas décadas del siglo XX se sostienen con las cotas de calidad establecidas. La falta de perspectiva histórica y decantación fue un riesgo sorteado con éxito por obras de Guillermo Kuitka, Francisco Toledo, Marcia Schwartz, León Ferrari y Pablo Suárez.
Un primer encuentro no alcanza para reflejar la magnitud del Museo de Arte Latinoamericano y su impacto cultural. Pero la primera impresión es magnífica y será consolidada a partir de ahora, cuando el MALBA ya abrió sus puertas al público.
El empresario Eduardo Costantini, creador del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), sostuvo que la inauguración de ese importante espacio cultural es "sin duda la demostración de que en Argentina podemos hacer cosas".
Costantini, dueño de la colección privada de arte latinoamericano más importante del país, decidió donar sus 222 obras para exhibirlas en forma permanente en un museo que, como aseveró, aspira a que se convierta en "parte de la comunidad" y deje de estar personalizado en él para transformarse en algo "universal".
El museo, que inauguró el presidente Fernando de la Rúa, reúne las obras más representativas de las vanguardias latinoamericanas, y la exhibición de la colección, según Costantini, apunta a "reafirmar nuestra identidad en Buenos Aires, en Latinoamérica y en el mundo" dado que a su entender, "el arte latinoamericano ha perdido un espacio importante en las últimas décadas".
Costantini señaló su alegría por ver convertido en realidad un proyecto que comenzó hace cinco años y que atravesó grandes dificultades.
La idea del MALBA chocó con la actitud de un grupo de vecinos de Palermo, barrio donde se levantó, que intentó impedir la construcción alegando que no respondía a los cánones urbanos de la ciudad.
Finalmente, luego de fuertes debates, que para Costantini demostraron una intensa "participación democrática", triunfaron quienes estaban a favor y la construcción del museo se aprobó por ley.
Costantini relató que su interés por el arte nació en forma "espontánea" cuando "tenía 23 años, hace treinta años, y compré en cuotas dos cuadros" pero no pudo adquirir uno de Antonio Berni. A partir de la década del 80, recordó, "me concentré en la pintura latinoamericana de los últimos años y la velocidad de la colección y el número de piezas aumentó, ya con miras a su donación y exhibición, y luego a la creación del museo".
El MALBA es "una mirada a Latinoamérica, a los grupos de vanguardias desde los comienzos del siglo, que se inicia con obras del espectacular uruguayo Carlos Federico Saez, que murió a los 22 años, y termina en este año 2001".
Además de sus obras, se exhibirán en el museo otras colecciones privadas, como la de María Luisa Bemberg y de otros coleccionistas latinoamericanos, que completan casi 300 obras. (DyN).
Elba Pérez (Télam)