Opinión: OPIN-04

Publicaciones: Junto al genio


Johann Peter Eckermann nació en 1792, de padres ya ancianos, en una aldea del electorado de Hannover, en una pobre cabaña. La base principal del sustento de la familia era una vaca. La predisposición al dibujo lo instiga a estudiar, pero los medios de sus padres no se lo permiten. Modestos trabajos de escribiente y aventuras militares marcan su iniciación juvenil. Su primer gran asombro lo experimenta ante los cuadros de los holandeses que vio en iglesias y museos de Flandes y Brabantre. El segundo, los poemas de Theodor Kšrner. A los 24 años oye hablar por primera vez de Goethe y adquiere uno de sus libros de poesía. "Leí sus canciones, volvía a releerlas y gocé con ellas una dicha que no puede describirse con palabras. Era como si comenzase a despertar, y adquirí conciencia de mí mismo; me parecía que en estas canciones se reflejaba mi propio interior, hasta entonces desconocido".

El martes 10 de junio de 1823, Eckermann escribe en Weimar: "He llegado aquí hace unos días; hoy estuve con Goethe por vez primera. Me hizo un recibimiento cordial, y su persona me produjo tal impresión, que cuento este día entre los más felices de mi vida". La relación que se iniciaba ese día haría famoso su nombre. Sus Conversaciones con Goethe serían el motivo de esa fama.

Francisco Ayala (que se ocupa de la introducción a esta obra en la edición que acaba de presentar Océano) anota que "en cuanto documento sobre Goethe, las Conversaciones de Eckermann son, en verdad, inagotables. Nunca en la Historia literaria se ha rendido un informe tan cabal, minucioso y penetrante de la personalidad de un poeta como el que nos ha sido legado en este libro".

Sin embargo, a este valor ya suficientemente reconocido del libro, Ayala subraya que "en torno a las dos figuras que platican a lo largo de sus páginas, se va dibujando un delicioso cuadro de época, lleno de vivacidad y encanto. La Europa reaccionaria, restaurada tras las convulsiones a que la sometiera Napoleón, aparece reflejada en la vida diaria a través de las relaciones de la pequeña corte provinciana... Será menester, no obstante, fijar la atención -más allá de sus contenidos concretos y más allá de su composición literal- en el sutil juego dramático de los dos personajes cuyos diálogos llenan sus páginas, para descubrir el verdadero interés literario de la obra. La tensión psicológica entre esas almas es lo que organiza y presta unidad a la redacción amorfa, constituyendo su verdadero, aunque recóndito, `argumento' y convirtiéndola en una pieza".

Y también: "Más que en la amistad con Eckermann -hombre, al fin, mediocre- se acredita la facultad de participación de Goethe en su anterior amistad con Schiller. Quien se sienta inclinado a ver en las Conversaciones un testimonio del endiosamiento implacable del poeta, que pone a su servicio la abnegación de una personalidad tierna, aceptando, imperturbable, su sacrificio, recuerde el modo como, antes, había hecho todo por mantener una vinculación fecunda con otro talento, más joven que él también, pero éste refractario, arisco y difícil, sin aptitud ninguna para comprender la personalidad ajena y, en el fondo, privado de toda efectiva receptividad. En la vinculación de Schiller y Goethe había sido, sin duda, este último quien lo había puesto todo, desplegando un sentido de la contemporización al que no le asignaba, por cierto, su talento y temperamento vigoroso, superior con mucho al de su amigo, si no más bien su naturaleza abierta al mundo. Las condiciones de ese precedente ilustre persuaden de que la ulterior actitud de Goethe para con Eckermann debió de ser muy diferente que la reservada benignidad del gran señor condescendiente".