Pantallas y Escenarios: PAN-01

Para las masas


Mientras el cielo cocinaba una tormenta e inundaba el cielo de rayos y truenos Chamarras Negras entonaba el clásico de Kiss Rock and roll all nite. Aplausos, fiesta y algunas caras con ganas de que empezaran los platos fuertes de la peña: Kapanga y Los Fabulosos Cadillacs.

Cosa rara lo de la gente de la escuela La Salle: un grupo histórico, uno nuevo pero top ten, un grupo de cumbia que nunca pude averiguar el nombre, unos kisseros que bancan a pelo los chalecos y los pantalones de cuero aún en el verano santafesino y un par de bandas locales poco conocidas para entretener a los que madrugaron el recital. Todos juntos pero sin amontonarse armaron una noche que se pareció mucho a la tormenta: siempre amagó con largarse y sólo al fin pudimos, con los últimos temas de los Cadillacs, disfrutarla en todo su esplendor.

Rock licuado


Con Kapanga algo, inevitablemente, está asegurado: la fiesta y el baile. Siempre que uno ve a los de Quilmes en vivo vale preguntarse por qué cuando uno compra los discos muchas veces quiere cortarse las venas con una baguette y cuando salen al escenario logran arrancar sonrisas sin distinción de género o edad.

Paseándose mayoritariamente por sus, a esta altura, clásicos la proto banda de cualquier-género-me-viene-bien supo entretener y gustar a las 7 mil personas que se amontonaron en el patio de la escuela.

Supliendo desprolijidades técnicas con mucho agite y payasada, Kapanga sabe cómo ponerse la gente en el bolsillo de principio a fin. Intensos defensores del rock licuadora (aquél que mezcla a todos su ídolos sin discriminar y al cual no le queda la ropa de ecléctico) el grupo se animó a combinar la agujita de oro la Mona Giménez sobre El ojo blindado de Sumo y a mostrar toda la galería de personajes con la marca registrada de Kapanga: el dulce Ramón, el gordo cordobés Elvis, bailarines asesinos, indultados, etc.

Con punk, cuarteto, cumbia y todo lo que se les cruce por el camino el quinteto tiene la clara misión de divertir a cualquier precio. Y lo logran.

Los maduritos


La incógnita con los Cadillacs era saber si la lista de temas iba a armarse a partir de los más escuchados de su carrera o si iba a edificarse a partir de su etapa más actual, o sea a partir de la de experimentación y la incursión en nuevos terrenos como el tango o el jazz.

Después de una hora y media todo fue más claro. Los Cadillacs se desdoblaron y por momentos se parecieron a lo que ellos quieren ser y otras veces fueron sus viejos fantasmas los que hicieron bailar y cantar a la gente.

Por eso se nota que Vicentico (con una actitud cada vez más Oasis sobre el escenario), Flavio y Cía. suenan más frescos cuando los arreglos centroamericanos son desconocidos y la guitarra de Ariel Minimal (también líder de Pez) puede jugar a ser punk y peligroso. Flavio se siente a gusto cuando toca el contrabajo y Vicentico logra picos vocales cuando la melodía aparece de la improvisación, la tristeza y la melancolía.

Por eso se entiende que lo mejor de la noche hayan sido los calmos y sinceros Vos sabés y Los condenaditos bajo una lluvia fresca y necesaria.

Sin demasiados lujos en los clásicos, los Cadillacs empiezan a sentir ajenos temas como Demasiada presión, Vasos vacíos o Matador (con una versión para el olvido).

Las dos personalidades de los Fabulosos salieron a pasear por la noche: la de hombres maduros haciendo música madura y la de hombres maduros haciendo bailar a adolescentes. La primera, sin dudas, los deja mejor parados.

Maximiliano Lichtenstein