Opinión: OPIN-02

La falta de confianza

Por Edgardo Alfano


En la Argentina de hoy nada parece ser lo suficientemente seguro como para habilitar un camino de crecimiento. Cada medida que debe adoptar el gobierno de Fernando de la Rúa se parece mucho a un sendero cargado de espinas. Cuando logra dar con la salida, se encuentra una vez más metido en un laberinto donde la falta de confianza en el país es una constante. Aunque muchas veces las propias deficiencias de la administración son responsables de lo que ocurre.

El acuerdo con los gobernadores por el canje de las deudas provinciales y la coparticipación federal, todavía incompleto, fue un verdadero parto. Como lo será también el canje de la deuda pública argentina y el cumplimiento del déficit cero.

Esto lo saben muy bien en el exterior, donde el comportamiento del gobierno y de toda la clase política nacional genera una enorme desconfianza. ``¿Por qué creer tan fácilmente, si el pasado los condena?'', se escuchó decir a un encumbrado hombre de negocios extranjero en su propia embajada en Buenos Aires.

En ese marco, los obispos argentinos sumaron nuevamente su voz de crítica y alerta al cuestionar deficiencias de la clase dirigente, en todos los sectores, y manifestar su preocupación por los efectos de la deuda.

El blindaje y el megacanje pasaron con tanta rapidez y fueron tan desaprovechados, que ahora en el exterior piden hechos concretos para un gobierno que, entre otras cosas, no ha dado señales claras. En Economía y en la Casa Rosada no pueden restar trascendencia a que todos los días se rompa un récord. El viernes pasado cerró en 2.764 puntos, como consecuencia de la caída libre que sufren los bonos argentinos.

Es cierto que Cavallo recibe, como ocurrió en Ottawa, muestras de apoyo de los Estados Unidos a través del secretario del Tesoro, Paul O'Neill, y del titular de la Reserva Federal, Alan Greenspan. También que De la Rúa recibe el respaldo de los principales jefes de Estado, como ocurrió en los últimos días con George Bush y el alemán Gerhard Schroder. Pero son todas señales políticas con un claro destino: que cumpla con lo que promete. Que logre el déficit cero (en octubre hubo una muy mala señal con un desequilibrio del Tesoro de 676 millones). Que cierre definitivamente un acuerdo político con la oposición y que baje el gasto nacional y provincial.

Ante sus interlocutores, Cavallo reiteró el principal reclamo. Que el Fondo Monetario Internacional cumpla con los desembolsos que le prometió al gobierno. Es decir, 1.260 millones a fines de noviembre y 3.000 millones en el primer trimestre del año próximo. De esta manera, se podrían pagar los vencimientos de la deuda y se tendría un apoyo para las operaciones de canje de la deuda.

Los dramas de siempre


Generar confianza en el exterior cuando no se pueden solucionar los problemas internos es un tema delicado para el presidente. Actualmente, De la Rúa parece tener tres frentes muy claros abiertos: La relación con la oposición, sus deteriorados vínculos con lo que queda de la Alianza y las disputas dentro de su propia administración, que terminaron disparando a la ministra de Desarrollo Social, Patricia Bullrich, quien tenía las horas contadas en el gabinete luego de que el presidente le impidiera tener el control del gasto social, para privilegiar un acuerdo interno con sectores de la UCR.

Esto tampoco fue un buen gesto para el exterior. Duplicar gastos y aumentar ministerios parece una locura más en una Argentina, por momentos, esquizofrénica.

Pero lo cierto es que, cuando esos tres frentes se mezclan, aparece una combinación explosiva, como ocurrió en la compleja negociación con los gobernadores de la Alianza y el PJ.

Si finalmente terminaron sellando el acuerdo, no se entiende muy bien el costo político que pagó De la Rúa -impulsado por Cavallo- al viajar a Nueva York sin los deberes hechos. Para colmo, el presidente Bush le recordó la importancia de tejer acuerdos con los gobernadores, pues él mismo venía de esa cuna.

De la Rúa debió sortear primero las diferencias internas entre Cavallo, el jefe de Gabinete Chrystian Colombo y el ministro del Interior Ramón Mestre para avanzar luego en el acuerdo, que encontró a un peronismo dividido. En realidad, el PJ -que apunta a la presidencia en el 2003- tiene sus serios problemas. Desde los diferentes intereses de las provincias chicas y grandes, hasta la pelea por el control partidario.

El trío Ruckauf-De la Sota-Reutemann debió aceptar que firmaran primero el acuerdo algunas provincias chicas para evitar que el incendio consumiera a sus gobernadores. Luego intentaron sacar el mayor provecho propio.

Los tres están también en la carrera presidencial, a la cual ya se ha sumado Eduardo Duhalde. Pero los cuatro tendrán un rival de temer, si es que finalmente recupera pronto la libertad: Carlos Menem.

El ex presidente se dedicará a caminar cada kilómetro del país en busca de recuperar un poder político que lo llevó a la Rosada en el 89. Aunque Menem no debiera olvidar, como el resto de la clase política, que su pasado está bien fresco en la memoria de los argentinos.