Cultura: CULT-07

Entre el caos y el cosmos

"La extranjera", de Lina Macho Vidal. Editorial Artemisa, Rosario, 2001.


Esta obra incluye "La extranjera" y una reedición de "El libro mágico de Emanuel" (1a. ed. Botella al Mar, Bs. As., 1982), Premio Pedroni 1980/83. Comienza con "Los ojos de piedra", segundo opúsculo de "El libro mágico de Emanuel", sigue con el primero que da nombre a dicho libro y finaliza con el poema "Los ojos de agua", de "La extranjera", cerrando un círculo.

Todo poema tiene algo de magia, los poetas son magos que nos entregan su palabra. No creo en la casualidad de las palabras, creo en otras casualidades, pero no en la de las palabras. Y cuando una y otra vez volvemos a devorar los versos de Lina Macho Vidal pensamos qué precisos son estos poemas de "El libro mágico de Emanuel" para este momento histórico. Al leer los primeros versos donde habla de esta cárcel que queremos derrotar, dice ella: "En estas prisiones nace el vacío de la soledad. / Aquí se confrontan las soledades más extrañas / y cada soledad es un hueco de ignorancia gimiente...". Con ellos abre la poeta "Los ojos de piedra", para decir más adelante: "El que ha muerto podría enseñarte con el libro de sus días. / Allí está escrito lo útil, lo inútil y lo necesario / para ojos trasegados por el polvo de siglos". Búsqueda de señales, de signos y precisión de la palabra en medio de esta magia que es el poema donde éste se constituye como tal no solamente por su forma sino por lo que trasciende, por la esencia que manifiesta. Y en este momento perturbador en el que nos encontramos cautivos, estos poemas son también una señal, un signo. El yo poético emerge de la palabra dicha como en el mito, porque un mito dice y también esconde algo que hay que revelar. Y entonces creo que estos poemas son para releer ya que, cuando nos preguntamos sobre quién puede leer los signos, a través de su lectura volvemos cada día a interpretar el misterio. En este caos existencial, el hilo conductor que envuelve la poesía de Lina es, no solamente el cosmos inconmensurable que nos rodea sino ese hilo, un sentido sutil que quiere "mirar el mundo como si fuera nuevo / para mi antigua alma de hijo de Dios". Sentido que coexiste con los fantasmas y el olor de los vivos y los muertos que marcan que estamos aquí, que somos de este mundo, por lo cual nos sumergimos en los recuerdos de Emanuel: "Sólo una muerte prematura pudo arrancarme de estas tierras / pues ni la más leve sombra de un sombra, / ni el dolor más tenue / en mi recuerdo tiembla". Se trata del espacio en el cual recorre el laberinto de Cnossos, el de los orígenes, uno más entre tantos laberintos, y de las riendas, esas sogas con las que el hombre contemporáneo, el argentino contemporáneo, recorre su propio laberinto donde se siente atrapado. La poeta nos da una serie de señales, no sólo a través de El libro mágico de Emanuel sino en su nuevo poemario. La extranjera, dado que, si existe algo que nos conmueve y altera, es el hecho de sentirnos extranjeros en este mundo que nos rodea, seres raros, extraños. Jugamos con la otredad y nos preguntamos si somos ciudadanos de este mundo o nos estaba destinado otro. Creo que una de las magistralidades de Lina es envolvernos en este mundo junto a otros mundos. Es decir que, a pesar de este caos y sus mitos, la palabra avasalla y a la vez dulcifica la existencia y aquí, donde estamos todos, nos da la pauta de otra trascendencia, la línea del infinito donde podemos medir lo inmensurable, condenados como la extranjera: "Un día encontró un calendario / una brújula intacta / un reloj con agujas / un mapa de la vida / por eso / perdió la idea de lo inmensurable".

A pesar de todo esto que nos cerca, a pesar de este retorno a la cárcel de la cual nos escapamos para leer poesía, está la mágica cuestión de poder salir, tener otros tiempos, como esa mágica "extranjera del universo" que se desliza, exiliada, va indagando por distintos senderos y habita el cosmos, más allá del terrible sol negro, con los tordos sagrados que hablan, donde ella aprende el lenguaje más antiguo que es el de los poetas, demiurgos del agua surgida en "la luz del origen". Todo poeta es un demiurgo. Reniego de la racionalización de la poesía... siempre se nos escapa algo de ella, como dice George Steiner. Es la maravillosa existencia de algo que está mucho más allá. Lo dice la poeta en sus versos: "Además / ella conocía el borde de las cosas / ese absurdo misterio / donde se unen la conspiración y el silencio". La gran marca de la conspiración es el riesgo del artista, el riesgo de aquel que puede hacer surgir la verdad del abismo y tiene el poder de mostrarnos otros mundos. Como ella misma sugiere en La Extranjera, tras esos muros, en estas palabras, está la salvación seductora del agua, desborde que provoca en los seres la vida, el crecimiento. O bien, si queremos decirlo de otra manera, estos versos nos permiten salir de la precariedad y tristeza de lo cotidiano y ver el gános, el destello de saber que hay algo más allá: lo inefable, el misterio.

Magdalena Aliau