Del Mar Báltico a la Argentina
Los comienzos de la familia Wulfsohn pueden encontrarse ya en el mundo griego. Eleazar, uno de sus miembros, relata en esta historia los datos que pudo recoger de sus antepasados, que antes del 1900 llegaron a nuestro país procedentes de Rusia a las colonias judías entrerrianas y luego a nuestra ciudad.
Eleazar Wulfsohn es un santafesino que se comunicó con De Raíces y Abuelos para relatar su historia familiar. En base a un escrito que realizó sobre sus antepasados rusos-judíos, que a principios del 1900 se afincaron en las colonias entrerrianas, y luego de una charla con esta sección de la revista Nosotros, surgió la narración que a continuación se transcribe.
"Mis ancestros entraron por primera vez en contacto con civilizaciones europeas a partir de la expansión del mundo griego, por el oriente próximo. Desde la conquista por parte de Alejandro Magno de Asia Menor y su expansión por Oriente (332 a C.) hasta la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén por Tito en el año 70 d C., los judíos del pequeño reino de Judea vivieron bajo la influencia política y cultural del mundo helenístico y romano.
"Durante ese período comienza a producirse una gran dispersión y a formarse una gran diáspora judía hacia todos los dominios europeos de estos dos vastos imperios. Son numerosos los testimonios literarios hebreos, griegos y latinos que nos hablan de la importancia numérica de mi pueblo y de su relevancia social y económica.
"Tal expansión se vio favorecida no sólo por la emigración voluntaria sino sobremanera por las masas que tras las guerras fueron trasladadas y vendidas como esclavos, las que serían pronto sometidas por sus amos o rescatadas por sus correligionarios".
"Desde la época de las cruzadas, el este de Europa constituyó para los judíos un lugar de inmigración habitual, hacia donde se encaminaron no sólo en busca de refugio sino también atraídos por las ofertas de libertad que se les hacían desde países que, sumidos en un atraso secular, necesitaban colonos laboriosos que contribuyeran al desarrollo económico y comercial.
"Los primeros Wulfsohn, de los que tenemos noticias, se establecieron a partir del siglo XV en la Península de Curlandia en las costas del Mar Báltico, entre la actual Letonia y Bielorrusia, por entonces posesión del Reino de Holanda. Hombres y mujeres se dedicaban casi exclusivamente a los rigores de la agricultura y la ganadería. Allí vivieron durante algo más de 200 años. Hacia mediados del siglo XVII, comenzaron a emigrar junto a sus correligionarios, con enseres de labranza, pertenencias personales y haciendas remanentes hacia Ucrania. Según testimonios, el viaje -de aproximadamente 500 kilómetros- se efectuó por vía terrestre hasta llegar al río Dnieper, lugar donde construyeron algunas balsas con troncos de árboles amarrados, con las que transportaron los enseres y bienes que llevaban consigo. A través de ese río navegaron unos 2.000 kilómetros hacia el sur, hasta llegar a la región de Kherson, en cercanías al Mar Negro. Se establecieron en un lugar rural denominado Novopoltavka, en la región de Velikayenosti (Alexandrovka), distrito de Kherson, actual república de Ucrania.
"Durante esa dura e interminable travesía, al parecer y por los testimonios orales recogidos, allá por el año 1860 se desató una crítica epidemia de cólera. En cierta familia (la de los Wulfsohn) colaboraba prestando auxilio, una niña de 6 ó 7 años, que sobrevivió a esa enfermedad y fue adoptada por sus integrantes. Aquella fue con el tiempo la esposa de mi bisabuelo Eleazar. Esa mujer noble se llamó Itte Israelson y vivió en las colonias del Barón Hirsch en nuestro país, hasta 1948.
"En Ucrania trabajaron tierras fértiles y vírgenes, pertenecientes a la realeza rusa. En consecuencia, el zar les asignó una determinada cantidad de `desiatinas', según la cantidad de hijos de cada grupo familiar. Una curiosidad que cabe agregar es que cada familia traía de Curlandia un apodo y que el de los Wulfsohn era Tsaks (temerarios).
"La época de consolidación como colonos en tierras ucranianas del zar coincidió con el ascenso a la monarquía de Alejandro III, y se fomentó el antisemitismo. A comienzos de mayo de 1882 se publicaron los Reglamentos Provisionales, que permanecieron hasta 1917. Los más importantes afectaban a la población rural judía, a quienes se les prohibía asentarse en aldeas, y adquirir o arrendar parcelas para el cultivo.
"El progrom que se produjo a partir del asesinato del zar Alejandro III y la asunción de Alejandro III al trono, se prolongó durante 3 años y se extendió a todo el sur de Rusia y según los registros estalló en 215 sitios diferentes. Fue sólo el inicio de una serie de ataques contra los judíos y sus bienes. Rusia se convirtió en un lugar de expulsión de cientos de miles de sus habitantes. Estos tristes acontecimientos -entre otros- dieron origen a la gesta colonizadora.
"Como consecuencia de toda una serie de restricciones y vejaciones, expulsiones de aldeas y de las ciudades, prohibiciones en los oficios y limitaciones en el comercio, etc., decenas de miles de familias quedaron sin medios de vida, perdieron sus fortunas y se vieron expuestas a tomar el camino de errantes, a emigrar y buscar una nueva vida de trabajo.
"En 1889, el Barón de Hirsch presidió en París una reunión en la que expone ante los expertos Mr. Cullen, Cnel. Vanvikeroy y Dr. Lowenthal que "preocupado por la triste situación económica y legal de los israelitas de Rusia ha concebido el proyecto de socorrerlos ayudando a gran número de ellos a emigrar a países en el que puedan desarrollar, bajo un régimen de libertad, sus fuerzas y su actividad, y cambiar -mediante el trabajo- su condición actualmente tan miserable. A este efecto, desearía adquirir por compra o por concesión vastos terrenos a los que se dirigirán sucesivamente grupos de israelitas de Rusia para fundar colonias agrícolas o industriales. El Barón de Hirsch cree que la América del Sur y principalmente la Argentina ofrecen para esta obra favorables condiciones de éxito".
"En ese marco histórico-institucional es que los Wulfsohn partieron del puerto de Odessa (Rusia) el 5 de octubre de 1894 y arribaron -junto con otros 259 inmigrantes- al puerto de Buenos Aires el 27 de noviembre del mismo año, a bordo del vapor de bandera filipina Manila. A la familia la encabezaba Eleazar o Leiser Wulfsohn, de 42 años; su esposa Ite Israelson, de 34, y sus hijos: Hersch (Gregorio), 14 años, Joseph (José), 12, Jankel (Jacobo) 8; Haim (Jaime), 6; Esra, 2; y Dwoira (Elvira), 15 años. El niño Esra, de dos años falleció durante el viaje y fue sepultado en el puerto griego del El Pireo, por sus familiares y las autoridades comunitarias del lugar.
"Arribados al puerto de Buenos Aires y previo trámites aduaneros y su estadía en el Hotel de Inmigrantes, fueron destinados a su lugar de asentamiento: la colonia N° 1 en Basavilbaso, Entre Ríos. Cuentan que el tren que los transportaba los dejó más allá del punto de llegada, en Rosario del Tala, por lo que debieron volver a pie a su colonia de destino. El lugar exacto que ocuparon los Wulfsohn en su asentamiento colonizador fueron los campos adquiridos dos años antes (1892) por la Jewish Colonization Association, bautizados con los nombres de Novibuco I y II, los que aún subsisten con alguna población. Mi bisabuelo falleció en el año 1943, a los 63 años.
"En el año 1903 a mi abuelo Gregorio, que se casó con Berta Movsovich, se le adjudicó una concesión de campo en la Colonia 3 Bis, en las inmediaciones de la Estación Escriña, Entre Ríos, en cuyas adyacencias se encontraban los primeros grupos de colonos de esa provincia. Escriña era y es un pequeño poblado distante a 25 kilómetros de Basavilbaso y 5 al norte de Urdinarrain, semidesierto, falto de vegetación y con tierras en las que la mano del hombre nunca había hundido la reja del arado, salvo algunos paisanos nómades, que a caballo arreaban animales de un sitio a otro. Algún rancho de adobe perdido en la lejanía desmentía la soledad del lugar. Matorrales de espinillos aguardaban a los viajeros a la vera de los caminos.
"Mi padre, León Wulfsohn, junto con sus ocho hermanos, nació en ese lugar, otrora cuna de riquezas y culturas, cuya imagen encuentra un sendero con la brida suelta, como trotaba con su caballo tordillo trepando cuchillas y atravesando los frescos cañadones de la tierra entrerriana, bajo la llamarada del sol o la mansa vislumbre del constelado cielo, con una canción de amor en los labios y la alegría de vivir junto a su esposa, Juana Adela Silber (mi madre), hasta el final de sus días.
"Mis abuelos, mi padre y mi madre, vimos y vemos en Entre Ríos y las colonias ese aire, esa emoción, esa nostalgia, propios de un paraíso perdido, de un lugar bello y único en el que alguna cosa quedó allá para siempre. El campo fue para ellos aquella recóndita sensación de calor y de humedad, de transpiración y alegría, subido a la cumbre de un carro cargado con bolsas de trigo, camino a los galpones de la estación.
"Evocar esta verdadera epopeya de las travesías de Europa y del abordaje de barcos miserables que los derivaron a este paisaje casi mítico de la pampa y sus adyacencias, de la libertad posible, de la felicidad tal vez, después de tantas diáspora y persecución. Estas líneas pretenden ser un homenaje a mis seres queridos, mis antepasados, a los hombres y mujeres que me enseñaron a amar aquel tiempo dorado donde todo floreció y en el cual todo era todavía posible.
"Nadie está obligado a concluir toda la obra, pero tampoco es libre de sustraerse o eludirla. Esta historia transcurre en nuestras horas con todo el fuego de otros días iluminando el camino de nuestro hijos, brillando más allá del tiempo, donde habita la memoria. Nosotros, los bisnietos, tataranietos, hijos queremos rendir un tierno homenaje a aquellos labradores que sembraron y cosecharon con alegría".
Mariana Rivera