La crisis llega a la ropa
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Más allá de satisfacer la necesidad de estar cubiertos, la ropa ha sido a través del tiempo un poderoso elemento de seducción para atrapar la atención del otro. En la actualidad, si bien no existen grandes brechas entre lo que usan las distintas clases sociales, las marcas son lo que diferencia. Resulta interesante saber el significado de la moda a lo largo de la historia.
La masificación y el abaratamiento de los productos textiles produjeron, junto con la moda de reciclar las viejas prendas, que en la actualidad y a pesar de la crisis, sea muy difícil ver a una persona harapienta, con sus ropas rotas y sin posibilidad de adquirir su indumentaria.
Este mismo fenómeno encierra grandes contradicciones: "iguala" a pobres y ricos en ese usar y mezclar todo, y por otro lado, incrementa la brecha social entre uno y otro sector, entre el rebusque de las prendas a dos y tres pesos, y las marcas que dan estatus y pertenencia distinguida.
"La indumentaria dejó ya de ser un diferenciador social, como en otras épocas, lo que es diferencial es la marca", destacó Patricia Doria, investigadora en diseño e indumentaria en la Universidad de Buenos Aires y docente de la Universidad de Palermo.
En tanto, la indumentaria habla de todo, de lo individual y de lo social, del momento que vive una sociedad, y de su historia.
"Hoy es como un vale todo, en donde todo se puede; y en medio de esto se sigue privilegiando mucho el cuerpo; la indumentaria busca mostrar eso, un tema de seducción, histeria y narcisismo que viene muy marcado desde la década anterior", precisó Doria.
Expresó que "lo social y psicológico está cosido como la ropa; la ropa cuenta todo, dice verdades y también miente; la ropa en sí habla mucho de uno, y aunque uno diga me pongo cualquier cosa, hay una búsqueda y una selección; cuando uno se viste busca la devolución de la mirada del otro y construye su imagen a partir de allí: los llenos y vacíos son para buscar el recorrido de la mirada del otro".
A pesar de que para vestirse no hay nada establecido y es válido usar de todo, detrás de esta aparente falta de parámetros, la moda y la imitación tienen una fuerte, aunque diferente, influencia tanto en varones como en mujeres de todas las edades y los sectores sociales.
Y en esa igualación de sexos y clases, un momento central en la historia de la indumentaria es la aparición del jean, que produce en quiebre, al uniformar las diferencias. "La aparición del jean fue algo inédito en la historia de la ropa, estableció una `supuesta' igualdad", dijo Rosa Iglesias, socióloga del Museo Nacional del Traje, tras coincidir en la persistencia de las diferencias en esta masiva homogeneización.
Doria vinculó la producción textil con la moda, al señalar que "en los sectores humildes y medios sigue la producción masiva, con colores básicos, mientras que en los sectores de mayor poder adquisitivo comienza a haber una tendencia a productos más selectivos y exclusivos, que tiene que ver con la aparición del diseñador en el mercado, y esto surge a pesar de la crisis".
Para Iglesias "las clases humildes se visten como pueden, tienen sus usos, sus costumbres, su estilo, pero la moda es para los sectores más altos".
En tanto, en términos generales y dentro de ese retrato que hace la indumentaria de un pueblo, los argentinos aparecen con un tipo de vestimenta que no los diferencia mucho de los europeos o norteamericanos, aunque los expertos sostienen que el signo local está en los colores y la forma de llevar la ropa.
"Hay una tendencia a creer que no hay un estilo argentino y creo que es cierto, nos vestimos como un norteamericano o un europeo, pero nos distinguimos por el corte de la prenda y el color, somos muy cuidadosos, pero el resto está bastante homogeneizado, globalizado", destacó Doria.
Iglesias coincidió en que "lo distintivo son los usos; consumimos la moda internacional pero la usamos de una manera propia, y con una tendencia propia en la búsqueda de los colores".
En este sentido, destacó que los argentinos consumen mucho el beige a diferencia de los europeos, en cambio el verde manzana que en Alemania causa furor, acá no se usa, al igual que los amarillos del Brasil, que acá no se lo pone nadie.
Los expertos afirman que la moda siempre vino de la mano de los diseñadores extranjeros, con una influencia que recala fundamentalmente en los sectores de cierto poder adquisitivo, pero que de algún modo penetra en todos los grupos sociales.
En este sentido, Doria precisó que "hay pocas cosas que tengamos como propias, pero hubo en la historia dos que sí lo fueron, una la divisa punzó, en la época de Rosas, y otra fueron los peinetones, que aunque se trajeron de España, acá se usaron de un tamaño tan grande, algunas de un metro de alto, como en ningún otro lugar".
Y así como siempre la moda vino de afuera, "nunca mandamos creaciones hacia afuera", dijo Iglesias tras puntualizar que la moda tango "fue hecha en Francia tomando una idea vaga de lo que podría ser un vestido tango, que era falso porque así se bailaba en París; las porteñas acá no bailaban así sino con la moda de cada momento".
"La ropa habla de la pertenencia de un individuo, y esto se ve sobre todo en la adolescencia, que es cuando se necesita un grupo de pertenencia para ser aceptado; después se busca la propia individualidad, es decir, dentro del grupo de pertenencia se trata de ser un individuo independiente", señaló la experta en diseño de indumentaria y textil, Patricia Doria.
"Esto -continuó- recién se da a los 30 ó 40 años, en que aunque se pertenece a un grupo, se tiene más libertad porque se tiene una personalidad más definida".
No obstante, hay en general una tendencia a homogeneizar la moda y a dejar un límite difuso entre la forma de vestirse de un adolescente o joven -varón o mujer- y la de gente adulta de ambos géneros.
Para la especialista Rosa Iglesias, "considerar la juventud como el período más vital de la vida aparece como idea romántica en los 50 y ahora llegó a un estado casi primitivo, a la desfiguración física para conservar lo que no se conserva, algo muy superficial, y la ropa es parte de esta moda de cirugías".
Con la ropa no hay diferencias en la medida que el cuerpo lo permita, y "esto está legitimado", dijo Iglesias al recordar que "antes las jóvenes se vestían como adultas".
"A los 25 -continuó- si se estaba casada y se había muerto alguien en la familia, no se podía usar mucho color, se archivaban los blancos, los rosas, quizá de verano en la playa, pero de noche el color era el negro, y el peinado tenía que ser formal".
"Antes se tomaba más el modelo de la persona adulta y ahora es al revés", agregó.
A su vez, recordó los relatos de la época de los `Luises' en Francia, cuando los jóvenes querían parecer adultos, hasta el punto que usaban pelucas empolvadas, blancas, "porque la edad adulta era la edad de mayor sabiduría y mayor cultura, en cambio la juventud era considerada deficiente, por eso los jóvenes querían parecer, y ser adultos", destacó.
"A mediados del siglo XIX se produce la renuncia masculina, cuando el hombre deja la fantasía del lado de la mujer y él se vuelve austero, adquiriendo la mujer todo el brillo; porque antes era el hombre el que definía la moda, el que tenía las fantasías", dijo la investigadora Patricia Doria.
"La tipología de la moda siempre se la robamos al hombre, no hay prenda que use la mujer que no haya sido iniciada por los hombres (incluso el corpiño, que en realidad sale del corset)", añadió.
Para la experta, el brillo masculino comienza a ser recuperado desde los años '80, aunque las primeras colecciones de hombres se inician en 1963, cuando se empieza a encontrar algo diferente al traje negro o azul.
De ahí en más se exacerba y se empiezan a generar imágenes de distintos hombres, "lo que sucede en la actualidad con un modelo de hombre que empezó a estar pendiente de la imagen, no tanto como la mujer pero va en ese camino", señaló Doria.
Susana Speroni, directora del Museo Nacional del Traje recordó algunas modas masculinas implantadas desde las autoridades reales en el Viejo Continente, las que a su vez tenían una funcionalidad que el tiempo transformó en adorno.
Por ejemplo, el tajo de los sacos de los hombres, apareció con Luis XIV y tenía el objetivo de impedir que se rompa el saco al montar a caballo.
Con Eduardo VII, uno de los hombres que impuso más moda masculina, se comienza a usar el último botón del chaleco desabrochado, y él lo usaba así porque era bastante gordito y no le abrochaba ese botón, entonces todos hacen lo mismo que él, impone esa moda.
Otra modalidad que impuso este rey inglés fue marcar la raya del pantalón en el medio de la pierna y no al costado. Lo inventó él a sugerencia de su hermana, la emperatriz de Alemania, que como lo vio tan gordo pidió que no le planchen el pantalón con la raya en la cadera, como sí se ve en Napoleón, sino en el medio para que lo estilice más.
La moda siempre vino de Europa, primero de España hasta fines del siglo XVIII, cuando la Revolución Francesa produce también un cambio en la forma de vestir, e impone una moda que se expande por todo el mundo. Al Río de la Plata llega a través de España, y se mantiene hasta la época de Juan Manuel de Rosas, momento en el que la indumentaria tiene por primera y única vez en la historia un signo local.
"Rosas tenía un fuerte individualismo para la moda, cambia el color, hace que se use el rojo punzó, impone una moda para hombres y mujeres, con elementos que se usan sólo acá y que tienen un fuerte acento político", comentó la directora del Museo Nacional del Traje, Susana Speroni.
"Estableció -continuó- el cintillo federal en los sombreros de los señores, aparecen los retratos parlantes, impresos en guantes, en pañuelos; estaba el chaleco federal que tenía tres modelos, uno rameado en negro y rojo punzó, el otro todo rojo punzó, y el otro podía ser rojo punzó bordado en tono sobre tono".
Una moda que se impuso en todos los sectores sociales y grupos etarios, hasta los niños, en sus camisas y medias de los uniformes escolares, llevaban el color punzó.
Los sectores más humildes y los esclavos también adoptaron esta moda, a tal punto que el poncho rojo era la prenda más habitual tanto en la ciudad como en el campo.
Asimismo, Rosas impuso a partir de la muerte de su mujer el luto a nivel oficial porque hizo que todos los papeles oficiales y de la correspondencia tuvieran orla de negro.
Esta moda cambia a partir de la caída de Rosas en 1853, momento en que se abandona el color rojo, reaparece el miriñaque, cambia la forma y color de las camisas de los hombres, y se va acentuando nuevamente la influencia francesa que se instala con fuerza a partir de 1880.
Esa influencia externa ya había sido marcada en 1837 por Juan Bautista Alberdi, desde su publicación La Moda, cuando afirma que "nuestras modas, como se sabe, no son por lo común sino una modificación de las europeas, pero una modificación artística ejecutada por hombres inteligentes".
Y describe la moda del fraque, la levita, el pantalón -corte derecho, angosto abajo- chalecos, y al comentar los peinados femeninos, que toma como ejemplo una publicación inglesa donde aparece la duquesa de Orleans con un peinado simple con rodete y sin adornos, expresa: "No queremos pedir que los demócratas de América se peinen con tanta simplicidad como los nobles de Europa, pero debemos advertir por este ejemplo que la perfección del buen tono y del buen gusto estriban en la más alta simplicidad".
Comienza el siglo XX y el furor de la moda francesa recorre los principales centros urbanos. Se simplifica la vestimenta femenina y las mujeres que trabajan abandonan el corset; eran cambios que iban acompañando las transformaciones sociales, pero que no llegaban a producir una revolución en el vestir.
Para Speroni la moda recién va a cambiar, "es decir cambia todo este concepto francés, precisamente con el Mayo francés, cuando la juventud salió a la calle; ahí vino el cambio total, de una libertad para vestirse, de no estar acotado a lo que se llama buenas o malas costumbres, sino un abanico de posibilidades, y ese cambio abarca hasta la actualidad".
Es el momento de la decadencia de la alta costura, de aquella modalidad establecida por una persona, alejada de la calle, metida en una burbuja, que digitaba y definía qué era lo que se iba a usar, qué se enmarcaba dentro de lo que era legítimo y lo que era indigno y atrasado.
Es el momento en que se hay un quiebre entre adultos y jóvenes que se refleja en la indumentaria; los jóvenes se revelan ante los adultos, ante la alta costura, y comienzan a usar lo que queda, aparece la moda étnica, el pelo suelto, en el marco de un movimiento que coincide con la aparición de la píldora y la liberación femenina.
Los expertos señalan que, pese a estos cambios, la alta costura no desaparece; a partir de ese momento comienza a absorber lo que está en la calle. Siempre que una protesta social se eleva a la alta costura, como la vestimenta de los hippies o los punks de los '80, es absorbida por la moda y desaparece como protesta.
De esta manera, el mensaje original se desvirtúa, las prendas empiezan a tener otro recorrido y se convierten en clásicas.
Signos políticos, cambios culturales, protestas sociales, mecanismos para neutralizar esas protestas, son algunas de los aspectos que una sociedad pone al desnudo con la vestimenta que la cubre, y revela los valores que reinan en su interior, sus diferencias, sus miserias y su propia dinámica vital.
Marta Gordillo (Télam)