Toco y me voy: íHormigas!
Fui cambiando (menos mal: qué aburrido si no) mi opinión sobre las hormigas. Las señoritas tienen prensa favorable y la van de buenas. Desconfío de todo lo que se ha sacralizado. Así que las observé bien a esas taimadas. Mis chiquitas, a mí no me engañan.
Jodidas las hormigas. Bicho organizado. Aparentemente juicioso. Ordenado. Prolijo. Laburador. Pero ya les aclaro que muchos de los asesinos más crueles y sádicos, muchos de los ladrones más refinados y encarnizados, se esconden detrás de una imagen angelical. Así que este artículo contiene un servicio social que, seguro, no será reconocido en toda su magnitud: hay que desenmascarar a la hormiga.
En la escuela el bichito en cuestión tiene una prensa favorable -en detrimento de la cigarra- que reíte de las campañas de imágenes de los candidatos políticos. Las vagas son el prototipo del trabajo y la previsión y todo porque la maestra te recalca una y otra vez que mientras la inconsciente de la cigarra canta todo el verano sin hacer otra cosa, la hormiguita, así como la ven, vive trabajando incansablemente acumulando comida para enfrentar el duro invierno. La moraleja se completa con cierta crueldad nazifacista: la hormiguita vive y la débil y disoluta cigarra se muere. Y solidaridad, tu abuela.
Más allá de que cada vez querría elogiar y abrazar la causa de la cigarra, que para mí la tiene clarísima, eso de que la hormiga es perfecta debe ser denunciado y desenmascarado de una buena vez. Hay tanta hipocresía en esta sociedad que tengo derecho a desconfiar tanto de la simpática hormiguita viajera como de la utilización de la figura de la hormiga como paladín del esfuerzo, el ahorro y la previsión (de las hormigas japonesas o alemanas te lo acepto...pero en Argentina íja!), a sabiendas de que nada es blanco o negro (hay hormigas coloradas también, por ejemplo) de una vez y para siempre.
Pero, como las hormigas, vayamos al grano. No me gustan de las hormigas las siguientes actitudes:
Néstor Fenoglio