Moscú vira su rumbo hacia Occidente
Moscú.- La tragedia del 11 de setiembre ha dado un vuelco espectacular al mapamundi geoestratégico, con una Rusia que cede su tradicional esfera de influencia al liderazgo de Estados Unidos en aras de la lucha contra el enemigo común, el terrorismo.
La doctrina exterior con la que el presidente ruso, Vladimir Putin, abrió su mandato en el año 2000 y los pasos dados por el Kremlin desde los atentados terroristas de Nueva York y Washington hablan de un antes y un después en la historia de este país.
El viraje hacia Occidente, con su acercamiento a EE.UU. y la OTAN, ha sustituido en la agenda de Putin a sus primeros intentos de recobrar a toda costa la imagen de superpotencia para una Rusia que, tras la caída de la URSS, aún busca su lugar en el mundo.
Hace dos años, Putin inauguró su presidencia con una gira por Asia Central, donde recordó que Moscú quería conservar esa área bajo su esfera de influencia, mientras amenazaba con desatar de nuevo una hecatombe militar sobre el Afganistán integrista.
En julio de ese año, Putin visitaba Pyongyang y Pekín, y daba el pistoletazo a la que sería otra pauta de la nueva diplomacia rusa: cerrar filas con los regímenes condenados por Estados Unidos, como Corea del Norte, Irán o Irak, y con China, otro rival de Washington.
Cuatro meses después, Moscú cancelaba el acuerdo alcanzado cinco años antes por su entonces primer ministro, Victor Chernomirdin, y el vicepresidente en esa época de EE.UU., Al Gore, quien prohibía la venta de armas rusas a Irán.
Rusia convertía la ``diplomacia de las armas'' -influencia a cambio de armamento- en un dogma de su doctrina de seguridad.
Cerca de casa, en el Cáucaso, se sucedían las disputas con Georgia, mientras se asistía a un inédito acercamiento a Azerbaiyán, con un claro objetivo: asegurarse las reservas y transporte del petróleo del Caspio.
Con la crisis del 11 de setiembre, tal panorama dio un vuelco, tras dos semanas de dudas y silencios en Moscú que reflejaron la tensión entre el Kremlin y el estamento militar.
Para sorpresa de propios y ajenos, Putin no sólo respaldó la campaña norteamericana en Afganistán, sino que dio su beneplácito al uso por Washington de bases en el hasta entonces ``sancta sanctorum'' ruso: Asia Central. (EFE).