Nosotros: NOS-04
Nosotros

Los caminos de un servidor

Presentamos y damos la bienvenida al hermano Julio Jorge Stipech, que con entusiasmo y capacidad llega a Santa Fe, con el propósito de revalorizar y reorganizar el tradicional Museo del Convento de San Francisco. Aquí nos habla de su pasado y su vocación.


El diálogo tiene lugar en el patio claustral del Convento de San Francisco. Oyendo la grabación magnetofónica de ese diálogo resalta algo que en el momento real del reportaje pasó inadvertido y que en verdad cubre las voces que hablan, algo que inconscientemente debe haber pautado el sosiego de la charla: el canto insistente y numeroso de los pájaros en el jardín.

Un camino


El "hermano Jorge", como prefiere que lo llamen, nació en Mendoza, en 1942. Cuenta:

-Estuve en Santiago del Estero desde 1961 hasta 1979. Ahí fundé el Museo Sacro. Y ese estímulo persiste en esta estadía mía en Santa Fe. Después, en 1981, se me llamó para trabajar al servicio de la orden, y viajé a Italia. Era la primera vez después de muchos años que se hacía un capítulo electivo, con la participación de los hermanos no clérigos. Fuimos treinta y seis hermanos a la Porciuncula, en Asís, a la capilla dedicada a la Virgen de la Anunciación, donde San Francisco fundó su orden. Una experiencia inolvidable, porque nos encontramos allí 395 religiosos franciscanos de todo el mundo.

Estuve catorce años en Italia, trabajando en la curia general, primero como viceecónomo general de la orden, y después como ecónomo de la curia general, en Roma. También fui secretario personal del ministro general, y en ese papel viajé por toda Europa. Me da vergüenza decir esto, porque conozco tanto del Viejo Mundo y tan poco del mío, pero bueno, así fue la cosa, con sus aristas tristes también, porque me tocó vivir de cerca la Guerra de los Balcanes, acompañando siempre al ministro que iba a visitar a los frailes. �Sabe?, en esa guerra se destruyeron cuarenta y dos conventos, y lo que más me conmovió allí fue ver hasta dónde puede llegar el odio entre hermanos, que es lo que yo temo que pueda llegar a suceder aquí; nosotros no tenemos problemas raciales, pero los problemas económicos y el hambre también pueden llegar a ser detonantes.

En 1997 me preguntaron si estaba dispuesto a regresar, y yo creí que ya había cumplido a nivel de la orden, y entonces volví y fui guardián en el convento de Buenos Aires, y un año después me mandaron al convento del noviciado como guardián y administrador de la residencia franciscana. Y en el capítulo del año pasado, los superiores creyeron conveniente que me trasladara a Santa Fe, y aquí estoy.

Museo sacro


Sí, en Santiago del Estero fundé un museo sacro, recogiendo imaginerías y ornamentos muy interesantes. Creo que lo mejor es una colección de Cristos, que superan la treintena, de tamaños que van desde unos veinte centímetros a un Cristo del Calvario, que tiene más de un metro. Varios de ellos provienen del Alto Perú, otros son bolivianos. Y hay catorce que conseguí gracias a un amigo que me comentó sobre alguien en Foz de Iguazú que tenía una colección que quería vender barato. Me interesaron; eran Cristos que habían pertenecido a un macumbero, algunos de ellos mutilados.

Hay en Santiago también mucha imaginería "de vestir", y un juego de platería bastante bueno, aunque lo que he encontrado aquí lo supera ampliamente. Los cálices, candelabros, custodias y platos de plata que he visto aquí son muy buenos.

Mi modesta opinión es que en este museo santafesino están un poco mezcladas las cosas. Desde luego debo respetar la tradición santafesina, y considerar que hay muchas cosas que han sido depositadas aquí debido a la confianza que a las familias les merecían los frailes, pero la verdad es que me gustaría concentrar lo que constituye específicamente un museo sacro, que creo que en Santa Fe no existe. Considero que para el material histórico ya están los museos vecinos, que he notado están en buenas manos y organizados con muy buen gusto.

Agradezco que haya cosas que sobrevivieron perdidas en el montón. Entre los elementos que más me conmovieron en una primera impresión están ese San Francisco de las Llagas, extraordinario, que está ahí, pobre, apretujado, y que es una imagen que merece estar sola para que así se realce. Después hay una Santa Bárbara muy buena. Y una hornacina con una Virgencita, que me dijo el padre Rincón que es una imagen que perteneció a la iglesia de Cayastá. Hay también atriles de plata y unos misales franciscanos antiguos, con incrustaciones, como sólo se ven en Perú.

A pesar de que el lugar es chico, me gustaría seguir con la experiencia de Santiago del Estero, donde organizaba dos o tres exposiciones al año. Por ejemplo, hice una exposición de jarrones, pidiendo a la gente que colaborara trayendo piezas, y el resultado fue espectacular. Después hice una de rosarios, y aparecieron más de cuatrocientos rosarios de plata, de oro, de marfil, de cristal. Y también exposiciones de otra de mis chifladuras: la numismática y la filatelia.

Vocación


Me hice hermano porque yo me imaginaba a San Francisco así; él no fue sacerdote. Llegó a diácono por fuerza de las circunstancias, pero él quería ser servidor, nada más.

Siendo niño me impresionó ver al padre Rincón (sí, lo conozco desde entonces, cuando él estaba en Mendoza, y puede decirse que yo soy "vocación de él"), lo vi con los pies descalzos, un día muy frío. Y se lo dije a mi madre, y ella, que era muy devota de San Francisco, empezó a hablarme de él, me compró las "Florecillas", que me impactó porque a mí también me atraía mucho la naturaleza.

De ahí, creo, nació el llamado de Dios, aunque como yo siempre digo: "Dios me llamó pero no porque Él me necesite; soy yo que lo necesito a Él".

Enrique M. ButtiFotos: Luis Cetraro/Archivo