Clima social e incertidumbre
No visualizar el futuro, desconocer las razones por las cuales lo perdimos, no poder analizar el pasado reciente y vivir un presente incierto son factores muy duros, que incorporan mucha angustia a la existencia de los argentinos. Distintos especialistas tratan de explicar desde sus propias dudas qué pasó y cuáles pueden ser los caminos posibles para superar esta etapa.
"Nunca estuvimos tan mal", quizá sea la frase más escuchada en estos últimos meses, mientras los comentarios sobre la situación económica, política y social invaden todos los espacios, como un factor que no tiene precedentes en la historia argentina.
En un intento por entender el clima social que atraviesa a todos los argentinos, en términos individuales y colectivos, distintos especialistas coincidieron en que uno de los elementos preocupantes del presente es que la gente no tiene una idea clara de por qué se llegó a esta situación, y a la vez no se visualiza un futuro.
"La idea de futuro no existe. Cuando a la gente se le pregunta por el futuro no pueden poner en imágenes un futuro posible. Hay algo nuevo que es la situación de `no saber'; para el argentino era muy típico saber lo que había que hacer en el país, así como sabe y habla de fútbol; hoy pasa todo lo contrario, nadie sabe, y se tiene la sensación en general de desconocimiento, de por qué pasó lo que pasó y qué es lo que puede llegar a pasar". Así se expresó Daniel Lutzky, investigador y analista de la realidad social, titular de Psicología de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires.
"Entonces hay una profunda incertidumbre no sólo por lo que puede pasar sino por lo que pasó, lo cual es bastante insólito", añadió.
Por su parte, la investigadora y docente Laura Siri, especializada en tecnología y sociedad, hizo hincapié en la sensación de pérdida que hay en la gente, a raíz del descenso del nivel de la calidad de vida: "Frente a esta percepción de descenso, de pérdida, no hay futuro".
"La percepción de la gente -continuó- es que cada vez se tiene que achicar más y no sabe dónde termina eso; no hay redes de contención, no hay sentido, y el futuro se presenta como un significante vacío, que es cuando uno no puede interpretar lo que pasa, porque no tenés signos para interpretarlo".
"Es insoportable la angustia de no entender; cuando no se puede dar un nombre a lo que está pasando, de algún modo las cuestiones se manejan, pero cuando eso no existe en el esquema mental, en el registro lingüístico, la sensación de angustia es enorme. Esto es lo que pasa ahora", dijo Siri.
A su vez, el psicoanalista y analista político, Sergio Rodríguez, señaló que "cada vez se escucha más en la calle -y en mi caso lo veo también en el consultorio- la cuestión de que no se sabe dónde está el fondo de la caída ni qué va a pasar".
En la queja de la gente, aparece el pasado, el presente y el futuro: "La gente siente que no sólo ha perdido el pasado y está perdiendo el presente, sino que siente que pierde el futuro", dijo Rodríguez.
Asimismo, remarcó dos datos de la realidad: por un lado "un cansancio físico y un estrés mayor en la gente, producto de esta incertidumbre", y por otro lado, una de las últimas percepciones tienen que ver con que "ya ni siquiera está la ilusión de irse al exterior, hasta hace poco era muy común escuchar que juntaban unos pesos y se iban".
Para Siri, lo que se puede observar mirando la historia universal es que nunca se vio una crisis semejante en tiempos de paz. "Los países que quedaron en una situación de derrumbe económico, de descomposición social, es porque tuvieron una guerra; esa percepción de destrucción de la economía es difícil verla en tiempos de paz".
"Pero esta situación -agregó- es en algún aspecto peor que las que se pueden ver en tiempos de guerra, porque cuando hay una guerra la gente lo soporta más porque tiene un enemigo preciso, externo, contra quien dirigirse, y por la idea de defensa del país que ayuda a enfrentar la crisis".
En este contexto, el presente abre interrogantes, a juicio de los especialistas, hacia adelante y hacia atrás, por lo cual una de las preguntas que surge, para ir despejando el camino, es �qué habría que hacer con el pasado? "Creo que acá hay un tema esencial, que es comprender lo que pasó en los últimos 15 años, lo que falta en el discurso político es una claridad con respecto a por qué llegamos a este lugar", destacó Lutzky.
"Esto -continuó- está muy unido a una serie de políticas implementadas en los años 90, que en su momento dieron muchas gratificaciones a muchos argentinos, pero lo que no sabíamos o no queríamos ver era que esto estaba unido a una crisis que se iba a producir después necesariamente. Falta indagar, analizar, explicar, decir, aclarar qué pasó, falta alguien que haga esto".
Y esto es un tema esencial, según el especialista, "porque no se puede vivir en un mundo en el que de repente, en un año o dos, entramos en una crisis total sin tener una mínima idea. La no explicación del pasado provoca una imposibilidad de pensar en el presente y en el futuro".
"Esta es una etapa que la humanidad seguramente recordará por su crueldad, por las hambrunas generadas en el dominio despiadado de los capitales".
Así se expresó el historiador Oreste Carlos Cansanello, docente de la Universidad Nacional de Luján y de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Instituto Histórico Nacional Emilio Ravignani.
"La historia como disciplina muchas veces se ha ocupado de reconstruir episodios de horror; la historia de la humanidad es en gran medida un despliegue siempre reiterado de violencias, aunque el presente globalizado parece llevarse todas las palmas", expresó al destacar el nivel de violencia que existe en la actualidad, en sus diferentes formas, y su carácter de constante a lo largo de los distintos tiempos.
"Ha sido siempre posible -añadió- reconstruir con cierto grado de veracidad la reacción de las personas ante las violencias, pero poco serviría ese conocimiento adquirido para hacer predicciones".
No obstante "nuestro saber histórico coincide unívocamente en que la gente huye del horror, rechaza la violencia como condición permanente de vida", señaló Cansanello.
En este sentido, remarcó que en el presente de los argentinos sobrevuela una gran certeza, "nos han engañado y ello produce de inmediato indignación que pronto se transforma en impotencia, que son estados individuales que en el plano colectivo puede resultar en acciones descontroladas o en actitudes de construcción responsable ante la mínima señal de recuperación".
"La incertidumbre -puntualizó- produce inquietud y genera también angustia. Cuando se generaliza la sensación de que algo va a ocurrir se genera una suerte de angustia colectiva, que puede transformarse, según las circunstancias, en pánico colectivo".
Volviendo al plano individual y al recuerdo de épocas de gran violencia y sufrimiento generalizado, Cansanello señaló que "todo aquel que haya vivido el horror lo evoca siempre con retazos de sus vivencias, siempre con temor".
"Las guerras, las dictaduras, los atentados terroristas, son siempre violencias innecesarias difíciles de evocar sólo desde la experiencia de los individuos; es preciso hacerlo con la mediación de los tribunales que imparten Justicia, con la intervención de los comunicadores y el trabajo de reconstrucción por parte de los cientistas sociales", finalizó.
"La crisis por la que atravesamos, como todas las crisis, implica a la vez posibilidades de mayores niveles de disgregación social y reacomodamientos que alcancen a la larga estados de mayor bienestar social", expresó la socióloga Ana Lía Kornblit, investigadora del Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Al hablar de los niveles de disgregación social, la experta precisó que "hay un aumento de las sensaciones de impotencia frente al atropello que la sociedad ha experimentado por parte de los poderes estatuidos, el Estado, las grandes empresas".
"Esta impotencia -añadió- puede traducirse en una mayor desconexión de los individuos en relación con la prosecución del bien común, por la sensación de que ninguna respuesta colectiva es posible, ni es confiable el mecanismo de representación ejercido por los políticos".
Asimismo, al marcar las posibilidades de crecimiento que pueden gestarse a partir de la crisis, Kornblit destacó que hay indicios en la población de que se puede trabajar en la Argentina para el bien común, aunque planteó el dilema acerca de si es posible una refundación o hay una continuidad en la representación y dirección política. "Creo que éste es uno de los aspectos que despierta más inquietud y agrava la sensación de incertidumbre".
Mientras tanto, la vida continúa en medio de la incertidumbre y del peso de estos últimos cinco meses, por los que circularon distintas sensaciones y climas sociales.
"Hubo un primer momento, cuando se venía abajo el gobierno de De la Rúa, donde lo más impresionante era el clima de incertidumbre, desconcierto y mucha angustia, y el síntoma distintivo en ese momento era la sensación, la evidencia de que el país estaba sin timón", recordó el psicoanalista Sergio Rodríguez, al describir los momentos que desembocan en el estado actual.
"Luego -continuó- fueron los estallidos y la caída del gobierno; siguió la semana de los cinco presidentes, y en ese momento lo que había era mucha irritación en la gente, mucho enojo, mucho seguirla hasta... no se tenía claro hasta dónde".
Esta situación culmina "con la asunción de (Eduardo) Duhalde, donde independientemente de la opinión política que cada uno tenga, lo que se veía era una cierta tranquilidad en el sentido de que había presidente, y la gente comenzó a tener la ilusión de que el país iba a recobrar el rumbo", dijo el psicoanalista.
"Eso armó un clima -continuó- de distensión durante un tiempo, pero desde hace unos pocos días, se está instalando una atmósfera de desencanto, de que nada se resuelve, de falta de esperanzas, pero también de falta de esperanzas en las propias acciones de la gente; eso se ve en la caída numérica de la concurrencia a las asambleas barriales, a los cacerolazos, a los piquetes".
Mientras tanto, la vida continúa en medio de sensaciones y palabras que hablan de malestar, de un incremento de la gente que vive por debajo de la línea de pobreza.
En este sentido, la psiquiatra María de los Angeles López Geist recordó a "Amartya Sen, Premio Nobel de Economía de 1994, el hindú que simplemente `dijo' que en la tierra, el hambre no se debía nunca a la falta de alimentos, sino a la pérdida del derecho a la comida que padecen muchos pueblos".
"En diversos ámbitos institucionales y en los nuevos espacios de debate, la gente habla de la necesidad del `bien decir', en sentido ético y estético. El bien decir que refunda o instituye una brecha de pensamiento posible y liberador en la maraña de discursos engañosos y sometedores", dijo López Geist, quien integra el Centro de Investigaciones de Medios y Semiología de la Vida Cotidiana.
Asimismo, señaló que entre las condiciones subjetivas necesarias para cambiar esta situación, se requiere "salir del concepto de predestinación argentina, salir de la parálisis de pensamiento en que nos sumergió la crisis, recuperar la noción de responsabilidad y solidaridad que parte de tener una cédula en común, desarrollar un pensamiento crítico hacia las prácticas desubjetivantes de nuestra cultura".
"En estos momentos, tenemos un sistema institucional que aparece como separado y alejado de la gente, como que la gente quedó abandonada a su suerte, en un mundo salvaje sin estructura ni organización", destacó el especialista Daniel Lutzky.
-Cuáles son los síntomas sociales actuales?
-Yo definiría el clima social actual como de una profunda anomia, término que acuñó alguna vez el sociólogo Emile Durkheim para hablar de cuando las sociedades perdían todo tipo de normas y estructuras internas. Una situación en la cual han desaparecido las instituciones y las mediaciones, como las representaciones políticas, parlamentarias, la justicia, las empresas. Inclusive ha desaparecido el dinero, creo que éste es uno de los síntomas más fuertes, no sólo porque no hay, por el corralito, sino también por el trueque, que es una muestra de la desaparición del dinero. Es como que las instituciones se representan a sí mismas y se legitiman entre sí mismas, pero no existe legitimidad desde la gente hacia las instituciones.
-�Esto supone la proximidad de una guerra civil, de un gran caos? -De guerra civil no, de caos sí. Para una guerra civil se necesitan otras cosas, por de pronto gente dispuesta a matar y dejarse matar, cosa que hoy no hay. Por otra parte, creo que las tendencias autoritarias en nuestro país son menores que en otras épocas, la gente es más democrática, incluso más que en otros países de Europa, entonces creo que está cerrada la posibilidad a cualquier tipo de ensayo autoritario, la gente no lo soportaría.
-Si le tiene que poner un título a la situación actual, �hablaría de anomia?
-De anomia y de crisis institucional, de profunda crisis institucional, yo diría eso más que nada, lo que caracteriza esta situación es la crisis de las instituciones como nunca en la historia, inclusive hay instituciones que normalmente eran como base o sostén en otras épocas, como la familia, la iglesia, la educación, pero hoy no es así, hay una profunda crisis de confianza en estas instituciones básicas.
Marta Gordillo