Exitosa prueba de una vacuna para el cáncer, y es argentina
Trabajan en el tema investigadores del Hospital de Clínicas.
En poco tiempo más comenzarán los ensayos clínicos. Nunca en el país se había llegado a este punto con una vacuna oncológica.
Un grupo de investigadores del Hospital de Clínicas de Buenos Aires iniciará próximamente una experiencia única en el país e infrecuente en el mundo: por primera vez ingresarán en un ensayo clínico de fase II (una prueba avanzada con un número importante de pacientes) para determinar la efectividad de una vacuna terapéutica contra el cáncer. Se la denomina terapéutica porque servirá para el tratamiento y no para prevenir la enfermedad. Su nombre: vacuna conjugada GM3.
Los científicos que llevan adelante el proyecto -Leonardo Fainboim, jefe del Laboratorio de Inmunogenética del hospital, y Roberto Bitton, oncólogo clínico-, se mostraron confiados y optimistas.
Con las primeras pruebas ya concluidas exitosamente, los investigadores dijeron a Nora Br, del diario a La Nación -que publica la información en su edición de hoy-, que están listos para dar un nuevo paso: inyectarán nueve dosis del preparado a por lo menos cuarenta pacientes que padecen melanoma (tumor de piel) y que no están en la etapa terminal de su enfermedad, para observar si es efectiva en el control de la progresión tumoral.
"La prueba preclínica (en ratones) fue muy buena -dice Fainboim, en el laboratorio en el que pasa la mayor parte del día-; mostró efecto antitumoral en melanoma: los vacunados sobrevivían y los no vacunados se morían a los quince días. Esos resultados se publicaron y nos permitieron pasar a la experimentación en seres humanos. Ahora iniciamos la fase II. En el país nunca se había llegado a esta etapa para una vacuna oncológica".
Esta historia comenzó alrededor de 1994, cuando los investigadores iniciaron una colaboración con el Centro de Inmunología Molecular de La Habana, y los trabajos de laboratorio permitieron comprobar que la vacuna es capaz de romper la tolerancia natural a un antígeno propio (una sustancia capaz de estimular la respuesta inmune), como los gangliósidos, y despertar una respuesta inmune específica frente a ellos.
Con esos antecedentes, no podían menos que plantearse la pregunta del millón: ¿sería capaz esta respuesta de proteger al organismo frente al tumor? "Hubo mucha gente que no creía que esto podía lograrse", recuerda Fainboim.
La primera etapa (o fase) se concluyó con notables resultados. El escrutinio de los 26 pacientes que participaron en el ensayo permitió probar que la vacuna no es tóxica, estudiar cuál es la dosis óptima y verificar que es capaz de despertar en seres humanos la misma respuesta que se había comprobado previamente en animales.
"Dado que trabajamos con pacientes terminales, en esta etapa no se esperaban remisiones -explica Bitton-. Sin embargo, en algunos pacientes se registró respuesta clínica. Otras dos personas que habían sido operadas todavía siguen libres de tumores".
En esta nueva etapa, los científicos esperan tratar un grupo de por lo menos 40 pacientes en el estadio tres de la enfermedad; es decir, operados, con ganglios positivos, pero que no tienen enfermedad a distancia. "Tienen un riesgo aumentado de recaída por la presencia de ganglios positivos -explica Bitton-. Entonces, la idea fundamental es tratarlos con esta vacuna para medir la respuesta inmune y tratar de detectar células de melanoma circulantes que pueden indicar una recaída. En teoría, es una población en la que la vacuna puede ser eficaz".
Además, junto con investigadores del hospital Durand y del Roffo, los científicos del Clínicas están estudiando otra inmunización contra el cáncer de mama. "Se llama vacuna antiidiotípica 1E10 -explican-. El blanco es el mismo, los gangliósidos, pero la estrategia es diferente".
Dadas las características de la guerra que libra el organismo contra el tumor, los investigadores no se permiten creer que la vacuna en desarrollo sea el remedio final contra la enfermedad. "Más bien pensamos que será útil, combinada con otras estrategias, para proteger a los pacientes que no tienen demasiada carga tumoral", afirma Bitton.
Este proyecto de investigación es posible gracias a los aportes del Conicet y, en particular, al compromiso del laboratorio argentino Elea, que lleva invertidos más de seis millones de dólares en el desarrollo, una empresa de riesgo.