La pasión de Miguel Angel a través de Florencia
El Renacimiento florentino recobra su vida en la ciudad. Se celebra la influyente pasión creativa del artista.
La pasión creativa de Miguel Angel se celebra este verano por toda Florencia, con tres exposiciones simultáneas que exploran su influyente maestría.
Más que la revisión de una obra tan conocida como ensalzada, desde los frescos de la Capilla Sixtina a la tríada escultórica de "La Piedad", "Moisés" y "David", este homenaje al creador toscano incide en el valor añadido de sus aportaciones cercanas y remotas.
Palazzo Strozzi, la Galería de la Academia florentina y Casa Buonarroti son las paradas de un peculiar recorrido que invita a acercarse desde nuevas perspectivas a uno de los más reconocidos talentos de la Historia del Arte.
El caprichoso triángulo que dibujan las tres muestras abiertas estos días permite, paralelamente, abarcar con el paso sosegado y la mirada atrevida la exclusiva ciudad de Florencia, donde Miguel Angel dejó su huella para siempre.
De la tumba del autor, en la iglesia-panteón de la Santa Cruz, partimos hacia esta triple aventura. Por vía Borgo de Greci llegamos a Palazzo Vecchio y Piazza della Signoria, dejamos a la espalda los Uffizi y seguimos en diagonal hasta el cercano Palazzo Strozzi.
En el que es el mayor palacio de Florencia, fruto de la pugna de los Strozzi con los Medici, se alza "La sombra del genio", una aproximación al arte toscano a lo largo del siglo que va de 1537 a 1631, bajo el prisma de las reglas dictadas por Miguel Angel.
La exposición relata desde esta perspectiva el espíritu de una época, dominada por la familia Medici, a través de 150 obras entre pinturas, dibujos, esculturas, porcelanas, objetos de decoración, armaduras o relicarios procedentes de Italia y el extranjero.
Se parte siempre de Miguel Angel, de su mito viviente -cuando fue llamado definitivamente a Roma por el papa Clemente VII (Julio de Medici) en 1534-, de su unánime condición de artista mas famoso del siglo, sólo comparable con Dante, antes ya de morir en 1564.
Sus dibujos "Cabeza de mujer" y "Cristo del limbo" y las esculturas "Torso viril" y "Apolo David" dan paso a las obras de sus seguidores y continuadores, como "Divinidad fluvial", de Pierino da Vinci (Louvre, París), o la "Venus" de Ammannati (El Prado, Madrid).
Una estela de influencias se hace extensiva a Bandineli, Cellini, Giambologna, Pontormo o Bronzino a través de la búsqueda de la perfección del trazo o de los nuevos y profundos cambios sobre el uso del color.
Dejamos Palazzo Strozzi, pasamos delante de la sublime catedral de Florencia y su hermoso baptisterio y por Via Cavour nos encaminamos a la Galería de la Academia.
A los pies del gigantesco "David" se acaba de instalar una muestra que examina el particular ideal viril de la belleza femenina que inmortalizó en sus obras Miguel Angel.
Estructurada en torno de su dibujo de "Venus y Cupido", pintado por Pontormo en 1533, y de otros bocetos, la reflexión converge en unos desnudos femeninos que se apartan del canon renacentista, sobre todo por la intensidad de su musculatura.
A menudo se ha dicho que para plasmar a la mujer Miguel Angel ponía senos a cuerpos masculinos, mientras que los estudiosos modernos se dividen entre los que relacionan esta elección con su homosexualidad y los que la achacan a la falta de modelos femeninos.
Lo único cierto es que las varoniles mujeres de Miguel Angel inspiraron a grandes artistas, como queda patente en la exposición de la Academia con "Leda", de Rosso Fiorentino, "Noche", de Ghirlandaio, y "Venus y Cupido", la respuesta veneciana de Tiziano.
Volvemos al punto de partida, a las cercanías de la Santa Cruz, a la Casa Buonarroti, el tercer vértice del triángulo expositivo que rinde homenaje a Miguel Angel en el verano florentino.
Siguiendo su tradición de exposiciones pequeñas pero refinadas, Casa Buonarroti propone una revisión del mito de Ganimedes antes y después del autor renacentista, que marcó un nuevo camino expresivo con sus dibujos "El rapto de Ganimedes" y "El castigo de Tizio".
La leyenda del muchacho de extraordinaria belleza amado por Júpiter, que lo raptó transformándose en águila y se lo llevó al Olimpo, donde se convirtió en cochero de los dioses, se recrea a través de 41 obras que abarcan desde la antigua Grecia al Barroco.
Es el final de un triple recorrido para acercarse a Miguel Angel en la cuna de sus sueños, la Florencia que prestó su talento a la Roma papal y que le seguirá tributando honores para siempre.
Jaime Castillo, Florencia (EFE)