Tocado con la boina y un puro en la boca, el ícono de Ernesto Che Guevara ha hecho olvidar que el héroe de la revolución cubana no se separaba nunca de su cámara fotográfica y que acumuló con el paso de los años cientos de fotos, otros tantos testimonios de 15 años de historia de América latina.
La exposición "Che Guevara fotógrafo", que ya recorrió varios países de América y Europa -llegó ahora a la Galerie Photo de Montpellier, Francia-, revela esa faceta poco conocida de la vida del revolucionario argentino.
"Es un aspecto de la personalidad del Che que no ha sido desarrollado en ninguna de las numerosas biografías que le son consagradas. Yo me lancé a una verdadera tarea de rastreo que ha durado veinte años", explica Josep Vicent Monzo, curador de la exposición.
"Desde que leí, en 1969, `El diario del Che', tuve la intuición de que la fotografía formaba parte de su vida, él se refería a ella muy a menudo. Más tarde descubrí innumerables fotos en las que el Che lleva una cámara fotográfica colgada en bandolera. Pero fue solamente en 1998, al conocer a Adelaida, su segunda esposa, que me enteré que existía un rico fondo de negativos y de copias originales realizadas por el Che y que nunca salieron de Cuba", cuenta.
Argentina, Bolivia, Guatemala, Chile, México, Ecuador, Panamá, Costa Rica. Durante los años 50, Ernesto Guevara recorre América Latina ávido de acompañar las agitaciones revolucionarias de la región. Las notas se acumulan en su diario, pero la foto se impone como complemento indispensable. "A través de ella, Guevara acentúa su compromiso público. Realizar un diario escrito es un acto íntimo. La foto, en cambio, impone ir hacia la gente", considera Josep Vincent Monzo.
Paisajes volcánicos de Popocatépetl, ruinas mayas de Chichén Itzá y Uxmal, indios del sudeste mexicano, campesinos guatemaltecos, plano borroso de la borda de un ferry, sus fotos mezclan conciencia social y composiciones abstractas con la voluntad constante de sobrepasar el estatuto de simple viajero que quiere guardar un recuerdo de su viaje.
El Che plasmó su mirada crítica en un millar de fotografías que constituyen un importante testimonio histórico y dan una idea de su visión del mundo durante sus recorridos por países como México, Cuba, Egipto, la India, Birmania o Tanzania.
"Guevara tenía una verdadera `mirada' de fotógrafo. Poseía sin duda una gran cultura fotográfica. Por su dominio técnico de la herramienta y su voluntad de imprimir su subjetividad en la realidad, se inscribe en el linaje de los grandes fotógrafos naturalistas", estima Monzo.
En 1959, cuando Fidel Castro lo nombra embajador plenipotenciario de la revolución cubana, Che Guevara emprende una serie de viajes por los países firmantes del Pacto de Bandung, de Arabia Saudita a Indonesia. Entre conferencias de prensa y mitines, el revolucionario fotografía una vez más escenas de calles, monumentos, gentes.
El álbum de viaje termina con un autorretrato en color de su silueta, tocado con su boina, lejos del sorprendente autorretrato que abre la exposición: ocho años antes, un Guevara desconocido de 23 años de edad, lampiño y vestido formalmente con chaqueta y corbata.
(De Habanaviva.com). - Lo conocimos -adusto e hierático- en la foto que recorre el mundo, tomada por el cubano Korda en marzo de 1960, y sentado, con unas botas enormes, frente al filósofo francés Jean Paul Sartre y su compañera Simone de Beauvoir.
Aparece desafiante en la ONU y en la reunión de Punta del Este, Uruguay, sonriente en un trabajo voluntario, manipulando una carretilla, y tierno en una instantánea tomada en la intimidad de su casa mientras contempla el sueño de uno de sus hijos.
En su última imagen, tomada por la prensa internacional tras el asesinato en La Higuera, Bolivia, en octubre de 1967, los ojos semiabiertos y el ángulo visual lo convirtieron en un ícono moderno del Cristo de Mantegna.
El Che Guevara existió para nosotros a través de las pupilas de los fotógrafos, sus escritos y las grabaciones de su voz, guardados para el tiempo y la distancia.
Ahora, por primera vez, una exposición nos devuelve su propia mirada, sin mediaciones. "Che Guevara, fotógrafo" es la recopilación de más de 50 imágenes captadas por su propia mirada.
En la muestra, organizada por el Instituto Valenciano de Arte Moderno Ivam de España, la Biblioteca Nacional de Cuba, se destacan los reportajes que tomó en 1955 con motivo de los Juegos Panamericanos de México, época en que el oficio de fotógrafo lo ayudó, en parques y plazas, a ganarse un sustento antes de enrolarse en la expedición del Granma junto a Fidel Castro.
De especial interés son sus autorretratos, presentes en frecuentes momentos de su peculiar huella fotográfica. Como en Durero o Rembrandt, este género le sirvió para documentar el paso del tiempo.
Particularmente impactante es uno tomado en 1965, en Tanzania, donde emerge su rostro -afeitado- tras un buró colmado de objetos. Eran los tiempos de su presencia guerrillera en el Congo.
La exposición forma parte de los fondos existentes en el Centro de Estudio Che Guevara e integran el archivo personal que Guevara atesoró a lo largo de su vida. Existencia pletórica de amor por el hombre y que no escapa a todo aquel que desee adentrarse en momentos determinantes de su evolución y desarrollo.
Por ello, no es nada casual que una de las formas de aproximación a ese mundo que tanto amó -en especial al subdesarrollado-, lo hiciera a través de la fotografía, con ese lenguaje tan propio, en el que a través de un instante nos transporta a un entorno o una realidad, que por su sentido o mensaje, nos obliga, a veces involuntariamente, a tratar de preservar su imagen.
Sophie Makris