Opinión: OPIN-02 Isla de Perejil: una historia para perejiles

Por Rogelio Alaniz


Ya es una exageración o una licencia del lenguaje decirle isla a un pedazo de piedra árida cuya extensión no serviría ni para armar una cancha de fútbol. Dicen que el nombre de Perejil se lo pusieron los portugueses, un dato difícil de confirmar ya que desde 1581 la islita pertenece a España. En 1808 se volvió a hablar de Perejil porque los españoles intentaron usarla como lugar de aprovisionamiento. Para entonces sus aliados eran los ingleses y su enemigo jurado se llamaba Napoleón. Hubo idas y venidas, pero lo seguro es que la reconquista de España no se hizo gracias al control de la isla Perejil.

En 1836 fue Estados Unidos el que se interesó por la isla. Los norteamericanos todavía no eran los dueños del mundo, pero ya se estaban probando las uñas. Sus marinos aspiraban a organizar una estación carbonera para abastecerse en futuras excursiones más allá del Mediterráneo. Los españoles estaban por aceptar la propuesta, pero los que pusieron el grito en el cielo fueron los ingleses, quienes por nada en el mundo iban a aceptar que el voraz halcón yanqui empiece a volar por territorios controlados por la Rubia Albión. Conclusión: los norteamericanos se fueron y los ingleses siguieron instalados en Gibraltar.

Los que conocen a Perejil dicen que el lugar no sirve para nada. Los amantes de aventuras románticas tal vez se interesen por su cueva con capacidad para refugiar a unas doscientas personas, y a los coleccionistas de cosas antiguas es probable que les llame la atención las ruinas de una torre y un aljibe construido en tiempos de los portugueses. Después no hay otra cosa que piedras y arbustos.

Hasta el 11 de julio los únicos interesados en la isla Perejil eran los pastores marroquíes y alguna pareja decidida a vivir emociones fuertes en la cueva. Nadie sabe muy bien por qué el rey de Marruecos, Mohammed VI, ordenó a sus gendarmes que ocupen la isla. Conociendo las características de estos sátrapas orientales es probable que la decisión haya estado influida por su casamiento y por el deseo de impresionar a su esposa, porque ni por razones políticas o económicas se justificaba crear un conflicto internacional de esta naturaleza.

Ni siquiera el argumento anticolonial funcionaba en este caso. El gobierno de Marruecos no sólo que ha establecido un modus vivendi con los españoles en donde las viejas aspiraciones territoriales han quedado hundidas en el olvido, sino que en el orden interno se ha preocupado por reprimir a los sectores disidentes quienes, en nombre de la causa nacional, reivindican la recuperación de algunos territorios que por razones misteriosas siguen siendo parte del antiguo y perdido imperio colonial español.

Los más asustados por la jugada de Mohammed VI no fueron los moritos de Marruecos, sino los moritos que viven en España. Como se sabe, las bondades de la monarquía marroquí son tan extraordinarias que cientos de miles de moritos se cruzan como pueden a España para disfrutar de los privilegios del primer mundo. Fundamentalmente en el sur de España la población de marroquíes es alta y fueron ellos, precisamente, los primeros que se asustaron con las noticias, ya que con buen criterio pensaron que un conflicto militar con España podía llegar a significar su expulsión de las tierras del Cid.

Por su lado, España reaccionó con energía y en pocas horas retiró a los seis o siete moritos que se habían instalado en la isla. En realidad a España no le molestaba tanto la ocupación de una isla inservible, como el antecedente. Al gobierno de Aznar no le preocupaba Perejil, le preocupaba Ceuta y Melilla y, en un nivel más complicado, el llamado Sahara español. Desconfiados, los españoles calcularon que si dejan pasar lo de Perejil, después iba a empezar la agitación nacionalista para obtener reivindicaciones más importantes.

En estos días los diplomáticos de España y Marruecos están negociando una salida elegante para las partes. Ni Mohammed VI tiene ganas de transformarse en un líder anticolonial y Aznar tiene demasiados problemas como para que encima se le abra este otro frente de tormenta. El clima se ha distendido y por lo tanto los viajeros que lleguen a la ciudad de Algeciras podrán ahora viajar tranquilos y felices a Ceuta o a Melilla. El pasaje no es caro, los hoteles son buenos y los lugares para conocer son hermosísimos.