Señores directores: Un día, leyendo y escuchando distintas críticas, se me ocurrió que yo también podía tratar de iniciarme en el "oficio". Lápiz y papel, o una PC con un procesador bien instalado; un diccionario de sinónimos para decir más "cultamente" cualquier cosa que se me ocurriera oportuna, y otro diccionario completo y abultado para buscar "rebusques" que me permitirían expresar aún más cosas inentendibles pero cultas; algunos amigos que críticamente decidieron aprobarme en las actividades que suelo desarrollar y que se relacionan con aquello que sé, y finalmente, firmar: dar la cara. Porque eso sí, desde el principio descarté la idea de formular críticas aviesas, solapadas, de esas que nacen en un murmullo y pueden acabar perjudicando a otros al transformarse en "estruendo" chismoso y sin autoría.
Después me puse a reflexionar sobre las consecuencias que mi nuevo oficio acarrearía: respeto y reconocimiento por mi saber, ya que de tan culto e inentendible, haría entender a quienes me escucharan o leyeran que yo "sé tanto" que difícilmente podrán algún día estar "a mi altura" para comprenderme; enojo y ofensa de criticados y admiradores de criticados, resultando en temor y hasta subordinación de los mismos hacia mi persona, opiniones, escritos, etc.
Pero también, en mí misma: evidencia de lo que no sé hacer o no logro y abandono para criticar al que sí hace: bien, mal, decorosamente o no, no importa. Lo hizo "el otro" y algo malo tiene que haber y también quien lo señale; prueba contundente de mi incapacidad de superarme ocupándome de mi propio hacer creativo y no, parásitamente, de subsistir y hasta lograr vivir -a veces más que decorosamente- de la defenestración de aquellos que hicieron o hacen.
Sincerándome conmigo, concluí: respeto, reconocimiento y hasta subordinación (í!) obtenidos en una gama de trabajos que irían desde observar nimiedades, analizar, subestimar, y hasta desestimar obras ajenas... No, haga lo que haga, por poco que sea, quiero que me respeten por mí misma y por mi propio hacer.
Si algo no sé hacer o no logro, pues a invertir el tiempo en aprender y crecer, que ésa es la verdadera maravilla. Y fundamentalmente, respetar, y mucho, al que así hace.
Me quedó un regusto amargo, pensé mucho en seres frustrados en diversas disciplinas que no soportan el hacer ajeno (tenga éxito o no) y no lo soportan partiendo de su propia incapacidad o insolvencia para hacer. Entonces revisé mi idea de dedicarme al oficio... Y desistí. Laura Cossettini. DNI: 17.339.710. Ciudad.
Señores directores: En la vida de los pueblos, ocurren hechos trascendentes que quedan grabados inexorablemente en su historia. El 29 de julio de 2000 debería ser recordada como una de las fechas más tristes de nuestro derrotero como nación. En ese nefasto día se iba una de las mentes más lúcidas que ha dado la República Argentina, despedíamos a un "gigante", despedíamos al Dr. René Favaloro.
Brillante científico, creador de un método revolucionario: bypass, de enorme utilidad cuando se obstruyen las arterias del corazón, con la finalidad de mejorar la circulación de la sangre en el mismo. Mediante esta grandiosa proeza creativa benefició a innumerable cantidad de personas en el mundo entero, prolongando sus días y mejorando su calidad de vida. Humanista por excelencia, dedicó gran parte de su tiempo a analizar los graves problemas por los que atraviesa la humanidad en su conjunto, poniendo énfasis en la situación social y económica que, día a día, padecen numerosas sociedades y su terrible repercusión en el aspecto sanitario. Defensor a ultranza de la educación como baluarte imprescindible para enaltecer a los pueblos. Señaló al respecto: "... la única aristocracia, el único elitismo es el de las neuronas".
Desgraciadamente nuestro país tiene facetas impensables, caracterizadas por ignorar a cerebros brillantes, obligándolos a que "miren hacia fuera" buscando nuevos rumbos, otras fronteras que le abran sus puertas para poder desarrollarse en el campo científico o humanístico principalmente, con los innegables beneficios aportados sin costo alguno a los distintos países que lo cobijen.
El trágico final del doctor Favaloro, así como la decisión de exportar "materia gris" de altísimo nivel, son hechos que nos indican a todos los argentinos, especialmente a aquellos que tienen el poder de decidir, cuáles son los caminos a seguir al iniciar este siglo XXI con una Argentina en ruinas. Miguel Angel Bravo. Ciudad.