Opinión: OPIN-07 Las primeras locomotoras y sus maquinistas


Los ciudadanos comunes que gustamos de la lectura de la historia -en este caso, del ferrocarril- nos encontramos con dos versiones distintas en lo referente a las dos locomotoras que arribaron a Buenos Aires para inaugurar la primera línea ferroviaria del país. Fueron construidas a mediados de 1856 por la firma E.B. Wilson & Co., de Leeds, Inglaterra y, luego de ser reacondicionadas por piezas, fueron embarcadas en Londres en el vapor "Borland", con destino a Buenos Aires. Son recibidas el 25 de diciembre de aquel año, procediéndose de inmediato al montaje de la primera, que culmina el 27 de enero de 1857. A todo esto, la caldera de la segunda locomotora recién era transportada hacia los precarios talleres de la estación del parque el 29 de enero. Puesta en servicio la armada en primer término, comenzaron los viajes de ensayo, realizándose reconocimientos de vías y traslado de materiales hasta concluir el trazado de 9,8 kilómetros desde la estación del parque a La Floresta. El 29 de agosto de 1857 se realiza el viaje inaugural del primer tren cuyos coches también fueron adquiridos en Londres por don Norberto de La Riestra que encabezaba la comitiva de representantes en la compra de material ferroviario.

Los festejos, celebrados con gran brillo y fervor popular, tuvieron su toque emotivo durante la presentación de las dos locomotoras bautizadas con los nombres de La Porteña y La Argentina, cubiertas de banderas y flores, arrastrando sus respectivos trenes. Pero la línea fue recibida oficialmente el 30 de agosto, dándose comienzo a partir de esa fecha al servicio regular tarifado.

Mitos y verdades


Medio siglo después de este acontecimiento, una crónica que fue reiterada a través de los años daba su otra versión: de que por lo menos una de ellas, La Porteña, fue desviada a la península de Crimea para prestar servicio durante la guerra de los aliados (Inglaterra, Francia, Piamonte y Turquía) contra Rusia (1854-1856), donde se la conoció con el mote de "osa negra" por parte de los soldados. Se supone que esta revelación fue hecha por el ingeniero Santiago Brian, ex presidente del directorio del Ferrocarril del Oeste, en un banquete ofrecido en 1907 con motivo de celebrarse el cincuentenario del primer ferrocarril. Este mito aún perdura. Pero la lógica nos demuestra lo poco probable de esta afirmación -si tomamos en cuenta los lentos medios de comunicación de la época-: que luego de ser embarcada en junio de 1856, prestara servicio en la guerra, devuelta luego a su país de origen y reembarcada a Buenos Aires, tuviera el tiempo suficiente para arribar hacia finales de aquel año.

Por entonces, las locomotoras no llevaban número, figurando en la crónica de La Tribuna del 30 de agosto de 1857 en primer lugar La Porteña y a continuación La Argentina, en ese orden. El investigador Miguel Pignataro nos dice que recién en la memoria del Ferrocarril del Oeste de 1866 aparecen 16 locomotoras con sus respectivos números y nombres, figurando como N° 1 La Argentina, N° 2 La Porteña, N° 3 Constitución y N° 4 Libertad, siguiendo el resto correlativamente. En el trabajo realizado por las máquinas desde 1857 -de acuerdo con el informe-, cuanto más bajo es el número de las locomotoras, mayor era su rendimiento, porque guardaba proporción con la antigüedad. La diferencia de ese año de 848 kilómetros a favor de la N° 1 (La Argentina) permite corroborar que ella ha sido la primera y que pudo haber antecedido a su gemela (La Porteña) en un tiempo aproximado de entre uno y dos meses. En 1869 La Argentina fue vendida, al igual que otras cuatro, al Paraguay, pasando La Porteña en 1873 -luego de ser recompuestas las series- como N° 1. Fue radiada de servicio en 1890 y hoy se conserva como símbolo por haber remolcado el primer tren argentino.

John Allan


En los años de la adquisición de las primeras locomotoras por los representantes de la Sociedad Anónima del Camino de Fierro de Buenos Aires al Oeste contratan en Inglaterra a los hermanos John y Thomas Allan -ambos ingenieros- para participar en la construcción de la primera línea férrea de nuestro país. Una vez incorporados a la empresa, Thomas fue destinado a obras civiles en la construcción de la línea, en tanto John tuvo a su cargo el montaje y la prueba de ambas locomotoras gemelas, bajo la dirección del ingeniero Guillermo Bragge contratado también en Inglaterra. Colaboraba con todos ellos el hasta entonces ayudante mecánico y posteriormente maquinista Alfonso Corazzi.

Contingencias desfavorables como aquel descarrilamiento a principios de agosto de 1857, al regreso de un viaje de prueba hasta San José de Flores, sin consecuencias graves, hicieron postergar hasta el 29 de agosto el viaje inaugural señalado. John Allan, ubicado en la cabina de La Porteña, aguardaba la orden de partida con rostro expectante. No era para menos, porque se hallaban presentes las grandes figuras de la época, el gobernador Valentín Alsina, Pastor Obligado, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Vélez Sarsfield y otras personalidades.

El verano de Buenos Aires de 1871 se presentaba lluvioso y a mediados de enero se detectan los primeros casos de fiebre amarilla cuya peste cobraba día a día nuevos tributos. Los cementerios de la Recoleta, el de Disidentes y el del Sur quedaron colmados, por lo que se dispuso el 11 de marzo de aquel año, siendo gobernador Emilio Castro, la apertura de uno nuevo en un lugar denominado "Chacaritas de los Colegiales" en el partido de Belgrano, que no era precisamente el actual. En 30 días, el Ferrocarril del Oeste tiende una línea que partía de una pequeña estación ubicada en Bermejo (hoy Jean Jaurés) y Corrientes, que se la denominó "Estación Fúnebre". El 14 de abril de 1871, una pequeña formación compuesta por dos coches y La Porteña piloteada por el inglés, hace ingresar el primer cadáver. Tres días después, como una ironía del destino, cae abatido por el terrible mal el propio John Allan. Tenía 37 años.

Alfonso Corazzi


Sin embargo, John Allan, pese a su condición de ingeniero, armador y primer conductor de las locomotoras, no fue maquinista en el término profesional de la palabra. En realidad el ayudante mecánico Alfonso Corazzi, que se formó en Italia como mecánico y conductor, llegó a Buenos Aires en 1856 ingresando al Ferrocarril del Oeste al año siguiente; revalidando su título, pasó a constituirse en el primer maquinista conductor de locomotoras. Luego de dirigir La Porteña durante cinco años, renuncia en 1863, tentado en la construcción del F.C. Central Argentino. En 1878 retorna al ferrocarril de origen, pero esta vez asignado al mantenimiento de las locomotoras, trabajo que efectuó hasta su muerte acaecida el 23 de octubre de 1892. A una estación del ex F.C. Sarmiento en la provincia de Buenos Aires se le impuso su nombre.

Locomotoras y maquinistas, las caras visibles de los primeros intentos ferroviarios. Historias y biografías de la era fundacional de nuestros ferrocarriles, no exentas de alguna fantasía a los 145 años de su inauguración. Quizás dentro de algunos años surja otra crónica cuando sean refundados y los que sobrevivamos podamos contemplar a través de un moderno electrotrén el espíritu de los nuevos Allan y Corazzi.

Fuentes bibliográficas: revista Todo es Historia, Miguel Pignataro (marzo 1996). "Historia de los F.C. Argentinos", Vasallo Rojas-Matus Gutiérrez, (1947).

Andrés Alejandro AndreisPresidente del Museo Ferroviario Regional de Santa Fe