Poner en escena "La casa de Bernarda Alba" de Federico García Lorca supone un enorme riesgo y un desafío aún mayor: es considerada una obra clásica, canonizada. Con nuestro país, la pieza tiene un vínculo especial: en 1945, la presentó la talentosa Margarita Xirgu en Buenos Aires. Fue el estreno mundial de la obra. Es tan intenso el texto dramático, que sacarle provecho siempre ha sido tarea difícil.

Ahora se anuncia para este sábado, a las 21.30, y el domingo, a las 20, en la Sala Mayor del Teatro Municipal, la versión que, dirigida por Mario Martínez, ha tenido un resonante suceso de crítica y público tras su reciente estreno en el Teatro Municipal 3 de Febrero de Paraná. Integran el elenco las actrices Stella Berduc, Yolanda Cairó, Tochi Eymann, Celia García, Susana Lacorazza, Vanesa Pressel, Marisa Tissera, Norma Sánchez, Anabella Matteoda y Doelia Leuze. La propuesta tiene arreglos y dirección de coros de Abel Shaller, entrenamiento corporal de Verónica Kuttel y escenografía, vestuario e iluminación del mismo director.

Mario Martínez es un hombre de aquilatada trayectoria en su ciudad y en escenarios de Buenos Aires. En los '70 hizo su primer taller de teatro con el santafesino Carlos Thiel y una experiencia en la Escuela de Cine de la Universidad Nacional del Litoral. Pasados los años, realizó exitosos espectáculos con Nacha Guevara, Julio Bocca y León Gieco, por citar sólo algunos de los grandes. Estudió la carrera de escenografía con el prestigioso Guillermo de la Torre y regresó a su ciudad natal para enriquecer la escena paranaense.

Tras su estreno, el crítico Carlos Marín señaló en El Diario, de Paraná, que "la historia de una madre posesiva y dominante y sus cinco hijas casaderas -envueltas en un conflicto en torno del único candidato- ha cautivado a varias generaciones que se han conmovido con la estatura universal de sus personajes y de las situaciones planteadas en la acción. A esto se añade la atracción que la obra del poeta español despierta en la Argentina".

Más adelante refiere que "desde lo visual ofrece uno de sus aspectos más logrados. La soberbia escenografía (monumental y austera a la vez) es acompañada por un vestuario estudiado y coherente. Y junto a la iluminación se conjugan en un todo armonioso con la propuesta estética diseñada por el responsable de la puesta. En este punto Martínez posee, evidentemente, una mirada entrenada y aguda y no ha dejado detalle librado al azar. Incluso en cuanto al phisique du role de cada una de las actrices ha dado en la tecla".

Por su parte, el semanario Análisis destacó que "... conviene no olvidarse que la pieza, en realidad, es más bien transgresora: desnuda la hipocresía de un moralismo anacrónico y la maledicencia como fuente de normas sociales. Ya se sabe: `Pueblo chico, infierno grande'. Y cualquier semejanza con la actualidad local, es pura coincidencia. Pero además es subversiva: critica la dictadura o el despotismo como ejercicio del poder, tal vez anticipándose, en aquel momento, a la Guerra Civil Española y a la posterior etapa franquista".

Tras analizar puntillosamente los aspectos técnicos y los valores de las actuaciones, Análisis concluye que "de este mundo de mujeres frustradas, tristes y solas, negadas al mundo y a la vida, conectadas al exterior por medio de rendijas y habladurías, sólo hay dos salidas: una es la locura; la otra, el suicidio. Tal vez por eso se cita en el programa: `A nosotros mismos, a nuestra cobardía, a nuestro miedo a cambiar, a nuestro terror a lo que no conocemos, a nuestra paralización para inventar nuevos caminos, a nuestra atávica negativa a equivocarnos' ".