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La familia de Diego Rodríguez, un joven santafesino que hace un año y medio fue asesinado en una ruta brasileña cuando iba de vacaciones, iniciará una demanda internacional contra la empresa concesionaria de esa vía de comunicación y el Estado brasileño de Rio Grande Do Sul.
Esta mañana, Vicente Rodríguez -el padre del joven- emprendió viaje hacia Brasil acompañado por un abogado de nuestra ciudad y un colaborador personal que desempeñará tareas de traductor.
Diego perdió su vida la madrugada del 3 de febrero de 2001, como consecuencia de un balazo que lo impactó a la altura del cuello, y que partió de una banda de delincuentes que lo asaltó en la ruta BR-290, a 52 kilómetros de la ciudad de Porto Alegre.
La familia de Diego indicó hoy que la demanda reclamará que "el concesionario de la ruta tenía la obligación de garantizar una ambulancia de emergencia, ya que el crimen ocurrió a sólo 5 kilómetros del peaje, y a Diego lo dejaron morir desangrado".
"Además, no se entiende cómo en el peaje dejaron pasar como si nada a dos autos robados, en los que se movilizaban los que mataron a mi hijo unos kilómetros más adelante", sostuvieron.
El reclamo judicial también alcanza al Estado de Rio Grande Do Sul "por falta de seguridad y por daños y perjuicios".
"Nuestro objetivo principal es que se haga justicia con nuestro hijo. Mi esposo viaja para iniciar acciones legales contra la empresa concesionaria de la ruta BR-290, debido a que mi hijo "murió desangrado y sin atención médica durante una hora y media", y también contra el Estado de Rio Grande Do Sul, donde ocurrió el hecho", narró hoy Graciela, la madre del muchacho, en diálogo con El Litoral.
Agregó luego que "tampoco es clara la situación de los responsables de este crimen. Hace poco nos dijeron que habían detenido a los autores del hecho, y por estos días también nos comentaron que los habían dejado en libertad por falta de pruebas".
"(Los rufianes) se movían en un Ford Escort y en un Fiat Palio, que dos días después apareció quemado. Aparentemente se perdieron evidencias y la policía cerró el caso".
"El dolor que se siente ante la pérdida de un hijo es algo imposible de transmitir. Sólo aquel que haya pasado por esta dura instancia puede entender qué está sucediendo en nuestra intimidad familiar".
"Es por este motivo que, pese a todo, quiero agradecer a los que estuvieron cerca nuestro de manera incondicional. A los periodistas que hicieron `mover' esta causa, amigos y familiares".
Más adelante, Graciela agregó que "quizás la muerte de mi hijo fue una señal de toda esta locura que estamos viviendo. Antes la veíamos lejos (a la violencia) y ahora se están dando cuenta de que todo ocurre a la vuelta de cualquier esquina de la ciudad".
"La otra intención que tiene este viaje es poner una cruz con una placa en el lugar exacto donde ocurrió todo. Para ello ya contamos con el permiso de la Policía y demás autoridades de la región. Por lo menos es un consuelo para honrar la memoria de nuestro hijo".
Diego Rodríguez tenía 25 años, trabajaba como chofer de ambulancias en la empresa Assistir, y entre sus planes figuraba el próximo casamiento con su novia Cintia Gramajo.
En el barrio de Barranquitas Este se lo sigue recordando como un muchacho simple y buen amigo. Respetuoso con los vecinos y apto para la práctica de lo que más le gustaba: el fútbol.
El 2 de febrero del año pasado, Diego Rodríguez y la familia de su novia salieron de Santa Fe rumbo a la ciudad de Torres, en el Estado de Rio Grande Do Sul, donde tenían planeado pasar quince días de vacaciones.
Cerca de las 3 de la madrugada, la familia pasó por un peaje de la ruta BR-290. Cinco kilómetros después, cuando Rodríguez se encontraba manejando, un automóvil color bordó, con cinco hombres en su interior, cuatro de ellos armados, se les puso a la par y comenzaron a disparar contra la camioneta Traffic.
"Dispararon diez tiros y uno de ellos impactó en la cabeza de mi hijo", recordó hoy la madre del joven. Diego cayó sobre su novia, quien estaba sentada a su lado e intentó controlar la camioneta.
Pero el vehículo dio un giro y volcó sobre la banquina, oportunidad en que los ladrones se acercaron y, bajo amenazas, se llevaron 2.000 dólares, objetos de valor y los documentos de todas las víctimas.
Según la familia de la novia, nadie se detuvo para auxiliarlos y la ambulancia tardó más una hora en llegar. A esa altura, Rodríguez ya había muerto.