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Su verdadero nombre era Beatriz Mariana Torres, y fue desde comienzos de la década del 50 una figura descollante del cine, la TV, la radio y los escenarios argentinos e internacionales, por los que paseó su gracia como vocalista del repertorio español y como actriz. Llegó tempranamente al mundo del espectáculo explotando al máximo un don natural que hizo que aprendiera a cantar antes que a hablar. Siendo niña debutó el 7 de mayo de 1942 en el teatro Avenida como parte del elenco del espectáculo "Maravillas de España". Gracias a su impronta personal, Torres marcó el apogeo de la comedia musical en el cine argentino y reflejó un modelo de juventud que marcó una época.
Participó en 17 filmes, desde su debut, en 1944, en la comedia "La danza de la fortuna", a la que siguieron "El mucamo de la niña" (1951), "Ritmo, sal y pimienta" (1951), "La niña de fuego" (1952), "La mejor del colegio" (1953), "La edad del amor" (1954) y "Más pobre que una laucha" (1955).
Cultivando un estilo vehemente y cándido a la vez, la actriz, que tenía un contrato no explícito que la excusaba de besar en sus películas, también tomó parte en "Un novio para Laura" (1955), "Amor a primera vista" (1956), "Novia para dos" (1956) y "La hermosa mentira" (1958). La relación de Lolita Torres con el cine fue decreciendo paulatinamente, y mientras en los '60 filmó cuatro largometrajes ("La maestra enamorada" (1961), "Cuarenta años de novios" (1963), "Ritmo nuevo, vieja ola" (1964) y "Pimienta" (1966), se despidió de la pantalla grande con "Joven, viuda y estanciera" (1970) y "Allá en el Norte" (1972).
Esta importante carrera cinematográfica se extendió a la ex Unión Soviética, donde alcanzó altos niveles de popularidad, mucho más que en su adorada España, por ejemplo.
En medio de su ascendente devenir artístico, la estrella se hizo mujer, esposa, madre y abuela. Formó pareja con el joyero Julio César Caccia y tuvo cinco hijos: Santiago, Angélica, Marcelo, Mariana y el más notorio de todos, el baladista y actor Diego Torres.
Incursionó también en el tango y sorprendió con una fulgurante participación en el tema "Filosofía barata y zapatos de goma", del homónimo álbum que Charly García editó en 1990, donde desgranó imponentes cantos de carácter épico para vestir la bella canción del rockero.
Una noche de mayo del 92, Lolita se dio el gusto de celebrar, ante un estadio Luna Park colmado, sus 50 años con la música. Al año siguiente tuvo un breve y conflictivo paso con la telenovela familiar-musical "Dale Loly", que compartió con cuatro de sus hijos y se emitió durante un mes y medio por Canal 9, antes de ser levantada abruptamente. A partir de allí Lolita Torres comenzó a perder protagonismo en pantalla y en escena por culpa de diversas dolencias (Télam).
Para quien gustara de ella y del cine argentino de los años 50, sus películas eran una cita de las que no podían eludirse. Estaba ella y con eso bastaba. Vistas en la perspectiva histórica, ninguno de sus filmes tuvo mucho que ver con el cine, eran simples vehículos para su voz y su simpatía, que inundaba todo.
En ese sentido, la querida Lolita, tal como pasó con otras grandes estrellas populares, nunca intentó otro nivel de expresión. Posiblemente, esta forma tan familiar e inocente de llegar al público, no pueda repetirse ya más en un mundo que está para otras cosas. Por eso, para quienes fuimos niños y jóvenes contemporáneamente a sus años de estrella, está asociada a esos años como un recuerdo imborrable.
Nadie mejor que ella misma para definirse, al decir: "Soy una artista totalmente intuitiva, y si puedo decir que soy una cantante-actriz nata, es porque me vuelco intensamente en lo que hago. Salgo al escenario y siento que me transformo. Luego, al finalizar la actuación, retorno a lo cotidiano pero sé que la escena es como una isla donde el intérprete está solo y debe poner todo de sí"
Juan Carlos Arch