Pantallas y Escenarios: PAN-01

Pappo hasta que salga el sol

Mercedes Pardo. GENEROSO. El Carpo tocó todo y hasta sugirió a la gente que si quería podía ir al kiosco y volver.

En el medio del caos de una Argentina devaluada, hambrienta de shows internacionales (hasta ahora el único intrépido que se anima a pisar suelo argentino fue Roger Waters, los Red Hot Chili Peppers lo harán en octubre), Santa Fe se ha convertido en una especie de playa caribeña, en donde los artistas nacionales de primer nivel se pasean casi en plan veraniego.


Créase o no, recitales en Santa Fe sobran. El fin de semana pasado no sólo la Bersuit estuvo por estos lares: el domingo, en el Teatro Luz y Fuerza, Norberto "Pappo" Napolitano estuvo casi tres horas seguidas sobre el escenario. Para empacho de los que allí estuvieron el "Carpo" se despachó con clásicos, colgadas, punteos y una banda que siempre estuvo a la altura de las circunstancias. Pappo demostró -de golpe, como siempre, sin avisarte- que es diferente. Que pese a los años (lo que sigue dejando en claro que grande no es sinónimo de viejo) sigue siendo rock con mayúsculas.

Ansiedad


Esa es la palabra que mejor definía lo que sentía la gente que se encontraba en la sala, luego del preámbulo a cargo de los siempre presentes Mo�Blues. Set caliente, justo y necesario el de los santafesinos. Arrancar la noche con las guitarras de Teiler y el vozarrón blusero de Cassís siempre parece bueno en las vísperas de un show como el que se venía. Concisos y elegantes, los Mo'Blues siguen proyectando su R&B guitarrero y ambicioso. Pasadas las nueve y media, el escenario se hizo territorio exclusivo de Pappo's Blues y ya nada fue igual, al menos por las tres siguientes horas. De jeans, chalequito marrón con flecos (ay!! esas deliciosas antigüedades del rockero antiguo) y Les Paul en mano, el Carpo blandió puño en alto y estalló el teatro. Lo que nadie podía imaginar en ese instante era que el tipo no se bajaría del escenario por los 180 minutos que seguirían. Así -como en la experiencia Hamburgo de los Beatles, sudando, tocando miles de horas sin parar ni siquiera para ir al baño- Pappo tocó y tocó para los que quisieron escucharlo ("yo no vine hasta acá para tocar media hora; si quieren ir a la estación de servicio a comprar algo vayan sin miedo que no me voy", dijo cuando ya iba una hora y media de canciones). Y en las tres horas, como todos los que no fueron ya deben suponer, pasó de todo: rocanroles calientes -La Voiture, Mucho por hacer, No obstante lo cual, Sucio y desprolijo-, blues recolgados (algunos obviamente, innecesarios), una chica bailando en tetas, la misma presentación a la banda repetida miles de veces hasta el hartazgo, la poderosa base de Boff, otro Riff original en la ciudad, y "Black Amaya", el aporte justo de la armónica de Robinson, y las grasientas versiones El hombre suburbano y Blues local. Se suele decir que menos es más. Cuando ya empezaban a sobrevolar algunos bostezos y otros ya pensaban en `Pappo toda la noche hasta que salga el sol', a la una de la madrugada el guitarrista le cerró la persiana a una velada que ya nos había empezado a empachar de rock.

Maximiliano Lichtenstein