"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza", masculló Jehová, como para sí mismo, según el Génesis. Pero en "Fantasías", los seres humanos comunes -lo común no es necesariamente sinónimo de normalidad, cualquiera sea el significado de "normalidad', y menos en este caso- optan semejanzas que seguramente no fueron bíblicamente previstas, y a las cuales renunciaría su creador.
El programa de los portfolios fue relanzado los lunes, a las 23, en la pantalla del 13, para materializar las ensoñaciones de los ciudadanos a través de sesiones fotográficas en el estudio de Gabriel Rocca y Andy Cherniavsky, en la versión democratizada de una sección similar reservada a famosos en "Sábado bus", que incluye el backstage con todos los preparativos, o sea el trabajo de los maquilladores, destinado a lograr que un patán se parezca a su idolatrado Jim Morrison, como ocurrió el lunes.
Los participantes se presentan, revelan su fantasía y describen la pulsión exhibicionista que los indujo a modelar, y la repercusión en su medio familiar, ya que la aparición de un hijo o hija sin ropa, en la tele y en poses dudosas, puede provocar reacciones prejuiciosas en los padres. El discurso de los participantes es tan banal como su imaginación en materia de la fantasía elegida, y generalmente sus argumentos se asocian con la necesidad de ser libre. Al parecer, encuentran esa libertad en el acto de salir desnudos en unas fotos, casi siempre en una puesta en escena sexual que, por su pobreza y convencionalismo, habría avergonzado a Sade.
Las imágenes responden a los arquetipos icónicos del videoclip, la estética publicitaria y la gráfica de la revista Play Boy. El sueño de un canillita es convertirse en Marixa Bally; en tanto que un cirujano plástico se enfunda en cuero, con tachas, accesorios y máscara, para interpretar una escena elemental de sadomasoquismo, y un ama de casa se piensa como una de las rameras que solía matar Jack el Destripador, mientras otro eligió a Drácula. La idea de convertirse en odalisca por unas horas, al parecer forma parte del imaginario de un sugestivo número de mujeres argentinas, aun sin ascendencia siriolibanesa.
Fue una paradoja que la chica más linda haya resultado un muchacho. Se presentó como una peinadora de Bahía Blanca. La sucesión de fotos iba descubriendo su cuerpo estilizado, hasta que apareció el pecho plano de un hombre y un cartel que advertía: "Soy Juan". íBingo!, era varón.
Seguramente existe alguna especialidad de la ciencia que estudie este fenómeno, en donde se confunden el narcisismo, lo bizarro, la mediocridad y tal vez la desesperación de un pueblo desorientado, que no ha podido renovar a su clase dirigente ni tampoco sus fantasías sexuales, y que encuentra la libertad mostrando un poco de su vello púbico.
Roberto Maurer