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Nosotros
Mi padre; un gringo con polenta
Ferruccio Sgarbossa en el año 1985.. 

Martín Molinas es un ferviente colaborador de De Raíces y Abuelos desde los comienzos de la sección. En esta oportunidad acercó la historia de Pedro Sgarbossa, cuyo padre llegó desde Italia en la década del '30.


Podríamos decir que Martín Molinas y Pedro Sgarbossa se conocen gracias al diario El Litoral. Pedro, jubilado bancario, es un asiduo escritor de Cartas a la Dirección, y Martín, de tanto leerlas, decidió un día hacerle una visita. Así fue que entablaron una amistad verdadera que perdura hasta nuestros días.

Entre los inmigrantes de la década del '30 llegó desde Italia a Buenos Aires "mi padre, un gringo con polenta: don Ferruccio Sgarbossa", comienza relatando Pedro.

Deja en claro que para historiar su vida quiere comenzar por "la semilla; es decir por esos esforzados inmigrantes de la década del '30 que llegaron a nuestra Argentina, bendito país, buscando paz y trabajo en libertad, huyendo de los horrores que habían conocido entre los años 1914 y 1918 durante la Primera Guerra Mundial y del estallido de lo que preveían sería una segunda guerra por la locura de los nazi-fascistas".

Estaban seguros de fare l'America con su trabajo, especialmente con los oficios que casi todos poseían desde jóvenes, según el sabio consejo: "Aprende un oficio. No te harás rico quizás, pero te dará de comer".

Don Ferruccio llegó junto a dos amigos de su infancia: Juan Lorenzzato y Humberto Securo. Presurosos por cumplir con los trámites aduaneros y llegar al domicilio de un paisano, tomaron un tren hacia Santa Fe, en donde sabían ya estaban instalados muchos otros italianos con sus familias en sus quintas, comercios e industrias.

"Asombrados veían desde la ventanilla la inmensidad de nuestras tierras, ideales para grandes sembradíos, las arboledas y los pueblos ya importantes a lo largo de la ruta ferroviaria. Y exclamaban: "Ah!, si lo tuvieran en la amada Italia".

Paraíso terrenal


Ferruccio consiguió un terreno en Santo Tomé, en el paraje llamado Las Cuatro Bocas, por la confluencia de cuatro ríos. La zona, natural asentamiento de quinteros -casi todos inmigrantes italianos, españoles y polacos, entre otros-, le parecía un paraíso terrenal.

"La producción crecía y mi padre contrató obreros paisanos y criollos, que se hicieron muy amigos. Eran don María Rudecindo Echagüe y su esposa Irene Cisneros".

Tantas visitas y encuentros en diferentes fiestas motivaron la llegada del amor entre Ferruccio y una de las hijas de don Echagüe, Velia Amada de Nuestra Señora, madre de Pedro. Todos la llaman cariñosamente Nora, "siempre fue muy hacendosa y lúcida, aunque ahora a raíz de su avanzada edad permanece en cama".

La pareja contrajo matrimonio en la iglesia local y trajo al mundo tres hijos. El primero fue Pedro. Con la ayuda brindada por cuñados agrandaron la quinta y consiguieron una chacra más grande, lo que mejoró la calidad de vida de ambas familias.

"Mi padre me enseñó todas las labores rurales y las nociones de su dignidad", relata Pedro a Martín Molinas. "Un día recibió la visita de un paisano llamado Bataglia, ya enterado de las virtudes y ansias de progreso de mi padre, quien le ofreció hacerse cargo de un campo".

Instalados en el nuevo hogar, la vida de los Sgarbossa mejoró notablemente. Luego nació el segundo hijo del matrimonio, a quien llamaron Domingo Antonio, por haber nacido ese día y por ser devotos de San Antonio, y más tarde, Juan Carlos.

Cuando Pedro debió empezar la escuela primaria, sus padres decidieron enviarlo a Santa Fe, a la casa de sus abuelos maternos, dado que no existía ninguna escuela rural cercana al campo que habitaban.

En el año 1942 se instaló en Santo tomé la fábrica de aceites Marconetti, y Ferruccio pasó de ser agricultor a obrero de esa firma. Uno de sus dueños, al observar su capacidad y responsabilidad, le propuso hacerse cargo de un gran campo aledaño.

"Mi padre, siempre pensando en el porvenir de la familia, aceptó la propuesta", cuenta Pedro, quien recuerda que "cuando empecé a crecer me enseñó a manejar el arado a mancera, el rastrillo de dientes, la época de siembra y la calidad de las semillas, y muchas otras cosas".

Llegan más Sgarbossa


En el año 1945 llegó a Buenos Aires Humberto, un hermano menor de Ferruccio, luego de 22 días de viaje por mar. "Mi padre lo esperó en el Puerto y se confundieron en un fuerte abrazo. En Santo Tomé todos lo rodeamos con cariño en una fiesta con música de acordeón, mate y vinito patero", recuerda Pedro.

Luego se instalaron dos fábricas de aceite más: Camusso Ltda. y Bonfanti Hnos. Cientos de obreros y empleados trabajaban en tres turnos, mientras decenas de carros y camiones traían materias primas y llevaban al puerto y a comercios mayoristas el noble producto elaborado.

Las finanzas familiares iban en aumento gracias al trabajo sin descanso de los Sgarbossa. Y se animaron a hacer venir desde Italia a otro hermano: Gino y el sobrino Luigino.

A través del entonces vicecónsul de Italia en Santa Fe, Dr. Calimani, consiguieron el control y explotación de una estancia en Romang, hacia donde fueron los Sgarbossa. Tuvieron que luchar contra 1.000 hectáreas de monte con algarrobos, quebrachos, espina corona de 15 metros de altura, laureles, chañares. Además, tenían 900 hectáreas laborales para siembra, y todos juntos se dedicaron a la tierra: algodón, maíz, zapallo, sandías y melones. Todo sin maquinarias agrícolas, a mano, con caballos, mulares y bueyes de a pie.

"También se dedicaron a la siembra de la papa, desconocida en la zona costera, usando semillas de primera calidad. Todas las autoridades de la zona, profesionales y vecinos nos visitaban y felicitaban a mi padre por esos milagros innovadores", recuerda Pedro.

Pedro toma su camino


Corría el año 1953 cuando Pedro conoció a quien se convertiría pronto en la mujer de su vida: Crisóloga Wingeyer. Como era costumbre en esa época, Humberto, uno de sus tíos, lo presentó a la familia para pedir la mano. Se casaron en la iglesia de la Inmaculada Concepción cuando Pedro tenía sólo 19 años.

Y pronto comenzaron a llegar los hijos: Pedro Ramón, Nora Cristina, Carlos Alberto y Graciela Aída Guadalupe.

La familia se instaló en Santo Tomé. La mayor preocupación de Pedro era conseguir un empleo fijo. Ingresó como agente en la Brigada de Tránsito, en donde trabajó con responsabilidad y respeto al ciudadano. Pronto fue promovido a cabo 1° , luego entró a la Escuela de Suboficiales, donde se destacó en la materia Enseñanza Escrita: "siempre me gustó escribir", afirmó.

En 1966 se retiró de la policía (que como no quería su retiro le otorgó una licencia sin goce de sueldo) y se convirtió en presidente del directorio del Banco Provincial, gracias al apoyo del entonces presidente del directorio Banco de la Nación, Salinas Goñi.

"Mi sueldo era mejor, y pude hacer construir mi casa propia con un crédito del Banco Hipotecario".

"Mi bienamado padre, Don Ferruccio Sgarbossa, ejemplo de laboriosidad y amor familiar, falleció en julio de 1996. Hoy estoy jubilado y tengo 67 años. Vivo tranquilo y feliz con mi familia y una gran cantidad de amigos".

Y finaliza su relato: "Lleno mis horas de ocio constructivo caminando las calles de mi querido pueblo y escribo cartas a la Dirección del diario El Litoral, además de notas y poesías para Radio Recreo".

Lía Masjoan