Opinión: OPIN-02 Artes visuales: diálogo con Guillermo Roux

Por Domingo Sahda


Durante la reciente visita a Santa Fe del maestro Guillermo Roux, invitado por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Santa Fe para dictar un seminario sobre figura humana, que se realizó en la misma universidad y al que asistieron treinta artistas de nuestro medio, se estableció el diálogo que transcribimos.

-Cuénteme cómo empieza esta historia.

-La versión objetiva es que llamó Silvina (Silvina Iturraspe de Rochetti) una mañana diciendo si yo estaría dispuesto a venir a Santa Fe, a la Universidad Católica, a dar una clase, y yo le contesté que sí. Hasta el día de hoy me estoy preguntando por qué contesté que sí (risas), porque en general yo venía de decir que no a todo. No era fácil moverme de Buenos Aires por la cantidad de cosas que tenía, y además, estaba viajando mucho; pero por algo extraño contesté que sí, para asombro de mi mujer, y acá estoy. Contesté que sí una primera vez, contesté que sí a la segunda, y acá estoy. Seguramente voy a seguir contestando que sí.

-¿Cómo define su obra, si es que puede hacerlo? O, dicho de otro modo, ¿qué aproximación puede hacer desde la palabra a su obra?

-Bueno, no sé de qué parámetro hacerlo. En una época se hablaba de...

-Usted lo decide porque se trata de su obra.

-Sí, claro, en una época se hablaba de pinturas figurativas, pinturas abstractas, pinturas concretas. Hoy ya no se puede hablar más de eso, porque hay una proliferación y confusión de tendencias y de formas de ver. No hay un camino. Hay caminos múltiples. Finalmente, después de mucho dar vueltas y teorizar, encuentro que uno no puede escapar a uno mismo. Digamos, uno tiene una cantidad de estudios, de experiencias, pero finalmente uno puede hacer solamente aquello con la voz que tiene, para lo que tiene, y en este sentido una de las condiciones sería, más que conocer la posibilidad de lo que uno puede hacer, es la posibilidad, los propios límites, es decir, saber lo que no podrá ser ni podrá hacer nunca.

-Es decir, entonces, que siempre su trabajo es auténticamente usted mismo, una proyección de su persona.

-Absolutamente, he llegado a verme obligado a aceptarme a mí mismo.

-¿Y eso lo conforma?

-Ya no es una cuestión de conformidad o no. Es una realidad. Es eso, y eso hago.

-¿Usted cree que deja discípulos?

-No tengo la ambición de dejar ni escuela ni discípulos. No es algo que me haya movido en esa cuestión.

-Es decir que lo suyo es una voz con sonido propio, sin intenciones de prolongarse al infinito en ese camino.

-Sí, yo hago esto que hago, y lo hago movido por una necesidad personal. Necesito el diálogo con otras personas, necesito transmitir aquello que conozco, necesito transmitir lo que sé. Pero no tanto como una enseñanza para otros, sino como una enseñanza para mí. Necesito ponerme en claro, entonces lo hablo para afuera.

-Claro, es entonces una manera de compartir.

-Es mi manera de compartir, después, si los que recogen eso hacen algo con ello, si les sirve, fantástico. Pero no lo estructuro deliberadamente. El resto es una decisión de las personas.

El dibujo


-¿Por qué el dibujo?

-El dibujo es algo que he practicado toda la vida. Tuve muy buenos maestros, y lo estudié muy profundamente con los resultados que están a la vista. Y he observado que el dibujo ha sido de más en más abandonado. Especialmente en los tiempos actuales. Desde hace 20 o 30 años el dibujo, progresivamente, ha sido abandonado, puesto en cuestión, separado del arte de la pintura, y hoy llegamos a que casi no se practica, y hasta se habla de que no es necesario.

-¿Porque no se sabe dibujar?

-Así es. Yo creo que no practicar el dibujo, no dedicarse a dibujar, es un grave retroceso en la especie humana, porque el dibujo es una forma de conocimiento.

-¿Una exploración de posibilidades intelectivas?

-Es una forma de conocimiento. Nosotros conocemos las cosas porque las representamos a través del dibujo. Y digo el dibujo porque éste es una conquista intelectual del hombre...

-Perfecto.

-Puesto que el dibujo no existe en la naturaleza. En la naturaleza no hay dibujos, no hay contornos. En la naturaleza es todo un fluir de tonos que van de unos a otros. Quiere decir que el dibujo, como la escritura, son conquistas supremas del ser humano, y creo que en este sentido debería dedicársele un tiempo especial en las Escuelas de Arte.

-¿Es entonces una cuestión del intelecto?

-El dibujo siempre es una abstracción aunque represente, porque el dibujo está basado en la geometría, no hay dibujo sin conocimiento geométrico. Este conocimiento es la percepción de los espacios. La percepción de los espacios es la percepción del mundo. El mundo es una construcción abstracta del hombre. Ahora, el dibujo requiere de un esfuerzo intelectual fuerte. En nuestros tiempos mucha gente no está dispuesta a estar cuatro o seis horas por día dibujando, porque bueno, es mucho más fácil tirar manchas de color sobre la tela, pero, aun así, esas manchas de color arrojadas tiene en sí mismas un dibujo...

-¿Usted quiere decir que tienen un límite?

-Tienen un límite, y la desgracia es que ese límite, por falta de conocimiento sobre el dibujo, es equivocado en la mayor parte de los casos.

-Hay un dibujo llamado florentino, que se reconocía como tal, precisamente el de líneas, y el dibujo leonardesco, de manchas, de atmósferas. ¿Usted se vuelca, le importa más uno que el otro, acaso la sumatoria de ambos, o la feliz mixtura de ambos estilos?

-El dibujo más antiguo es el dibujo abstracto, aquel que no está carcomido por la luz, dicho esto como para entendernos mejor. Este sería el dibujo florentino, que encuentra sus antecedentes en la antigüedad clásica de Grecia, en Egipto, en las concepciones platónicas de la forma, en definitiva. El dibujo de líneas es el dibujo de la idea, de la idea puesta en forma. En cambio, el dibujo de la luz, que tiene su origen en Venecia hacia el 1400/1500, surge de la mancha. Esa es la división que hay en la pintura, entre el dibujo intelectual, puramente de líneas, el dibujo de la idea, de la forma, donde está la geometría; y el dibujo de manchas. Pero en ambos dibujos hay siempre formas, ya sea que se trate de la luz o de la forma pura.

-Creo que es importante en un creador, y usted lo es, conocer su producción plástica, su obra, como así también oír su palabra y su argumentación en torno al arte, ya que de esta conjunción nace una particular inteligencia que le es propia.

-Mire, creo que la obra es en cierta manera una fatalidad. Lo digo en el sentido de que uno se pasa muchos años queriendo ser como uno se imagina a sí mismo. Termina finalmente aceptándose tal cual es, y cuando se llega a ese punto, recién puede decirse que empieza a progresar dentro de uno mismo. En toda la primera etapa de la vida uno quiere ser otro, quiere parecerse a Picasso, a Miguel Angel, o algún otro, tiene fantasmas, quiere ser de tal o cual tendencia, quiere revolucionar el mundo, cambiar la historia del arte. Después de un andar se da cuenta de que puede algo, lo cual ya de por sí es sano. Lástima que eso llega un poco tarde, cuando uno ya tiene el pelo blanco (risas). Fíjese, hoy se actúa como si no hubiera historia, como si el hombre no tuviera historia. Cuando oigo hablar a algunos teóricos o algunos artistas, es como si el mundo comenzara con ellos. Cuando ellos nacieron, nació el mundo; no miran nunca hacia atrás.

Las modas


-Percibo que es una cuestión bastante habitual entre artistas y teóricos de Buenos Aires el encabalgarse en modas. Surge una de éstas y muchos corren detrás, armando un circo de obras y obstrusas argumentaciones, intentando convencer a unos y otros de la excelencia de lo novísimo. De entre esas modas destaco lo que se ha dado en llamar conceptualismo, el que demasiadas veces define a la obra expuesta como la sumatoria de la nada. Designar a la ausencia de algo como existente me parece una falacia.

-Esas modas nos vienen siempre desde los centros de poder; según como van cambiando éstos, cambian las modas artísticas. Se nos imponen formas que resultan ajenas a nuestra vida. En general son formas que se engendran en EE.UU., después de Kennedy, cuando ese país toma la supremacía cultural en el mundo, en su confrontación con Francia. Así comienza la antipintura, porque ya hacer pintura es difícil. O sea, que tienen que dar otra imagen, y esa contraimagen se puede dar en países de avanzada, de superconsumo, con un capitalismo muy fuerte, con museos ricos. Hay todo un sistema económico trabado de tal modo que puede sostener esa tendencia. En nuestros países, de un supuesto capitalismo de consumo donde se consume poco, o casi nada, padecemos todas las dificultades de ese modelo, aun en el arte, pero ninguno de sus beneficios. Entonces, esas formas culturales, que son propias de ese tipo de sociedades, intentan meternos en su esquema, pero no encajan en nuestra realidad, que es absolutamente otra.

-Aquí es donde algunos sesudos argumentan sobre una nada intentando convencer a muchos de que aquello que tienen enfrente es bueno, cuando en realidad es una nada.

-Y por fuera están los piqueteros; pero ellos no los ven.