Pantallas y Escenarios: PAN-02 Señal de ajuste: Apariciones con vida


Anoche dos personas reaparecieron con vida, aunque uno resultó más favorecido por el público y las cámaras: don Antonio Echarri. El otro fue Carlos Alvarez, "Chacho". En una edición especial de "A dos voces", Bonelli y Sylvestre habían anunciado la presencia del ex vicepresidente a las 22. Pero a esa hora, las cámaras de TN estaban frente a la comisaría de Bernal, aguardando la imagen del papá de Pablo Echarri, que acababa de ser liberado.

No era una nueva operación del "grupo sushi", destinada a arruinarle una vez más la vida a Chacho Alvarez, sino de la "noticia" que se imponía con la prepotencia propia de la tele, que tomó el caso como propio y no podía perderse el desenlace triunfal que había aguardado en una semana en la que encumbró al comisario Naldi, un representante de la "maldita policía" ahora convertido en mono sabio por todos los canales.

La entrevista comenzó casi media hora después, y en dos años fue la primera aparición televisiva de Chacho Alvarez, justamente una personalidad mediática por excelencia. Promediando el reportaje, se produjo otro corte brutal, en el medio mismo de la conversación -luego se descubrió que la entrevista había sido grabada-, esta vez para transmitir en directo desde Villa Dominico, donde, en la terraza de su casa, don Antonio saludaba a la multitud junto a su hijo actor.

Hoy, Chacho Alvarez no reúne al mismo público, ya que fue sacrificado ante la opinión pública con menos contemplaciones que los animales que se inmolan en el matadero. Es curioso el contraste con una clase política donde predominan los sinvergüenzas, inoperantes y oportunistas que son responsables de haber hundido tal vez para siempre a una sociedad, y que se perpetúan en sus funciones y continúan apareciendo ante las cámaras como si no tuvieran una historia.

Y se puede intuir una paradoja: Chacho Alvarez tal vez fue condenado más por sus gestos de dignidad, que por sus errores, que ayer analizó sin autocompasión, como el de haber creído en otro De la Rúa, a pesar de que disponía de las evidencias suficientes como para no equivocarse. En ese error, al fin, lo acompañó la mayoría de la sociedad argentina.

Tenso, sin sonreir una sola vez, en su autocrítica evitó descargar responsabilidades en sus adversarios, y aclaró que la publicación de su libro "no es un atajo para volver a la política partidaria". Su renuncia, que fue llamada "defección" por quienes son incapaces del gesto de retirarse, se trató del "acto de dignidad personal de quien da un paso al costado después de un fracaso".

De todos modos, cree que "la gente distingue entre los errores políticos y quienes saquearon a la sociedad". La "gente" en ese momento se apiñaba en Villa Dominico, vivando a don Antonio. "Idolo", le gritaban.

Roberto Maurer